lunes, noviembre 25Un espacio para todos los deportes

Esquivas del Niño Valdés

El "Niño" Valdés, a la izquierda, durante una sesión de entrenamiento
El «Niño» Valdés, a la izquierda, durante una sesión de entrenamiento

Quizás el momento más inolvidable en la vida de Geraldo “el Niño” Valdés haya sido la pelea contra otro grande del pugilismo, Ezzard Charles, efectuada el 11 de agosto de 1953, en el Auditorium de Miami Beach. El ganador sería considerado como un posible candidato para un duelo ante el entonces campeón del mundo de los pesos pesados, Rocky Marciano.

El comienzo de la gran pelea no fue el mejor para el cubano. Charles era el favorito; pero, a la altura del octavo asalto, un golpe recto de derecha penetró la defensa de Charles y, de ahí en adelante, todo fue diferente. Los jueces esta vez fueron imparciales y decidieron que, sobre el ring, el Niño Valdés había sido el mejor.

Esa fue la noche más espectacular en la carrera boxística de Valdés; pero, antes de llegar allí, el muchacho pasó por momentos durísimos. Su mamá lo crió sola. El niño no fue a la escuela y tuvo que ganarse la vida ejerciendo diversos oficios. Fue repartidor de bloques de hielo en las cafeterías, limpiador de zapatos, cargador de sacos de cemento, hasta que llegó al boxeo.

Su mamá lo presentó, por primera vez, ante un entrenador. La anécdota de ese encuentro inicial resultó muy curiosa. Al llegar al salón, la madre vio al afamado Luis Felipe Gutiérrez y le dijo: “Mi niño quiere ser boxeador, señor Pincho, y como usted llevó a campeón a Kid Chocolate, quiero que lo guíe. Vive enamorado del ring. Sueña con el boxeo, Pincho, ¿me va a ayudar, verdad?”

Probablemente Gutiérrez se haya asombrado ante la inusual petición, aunque su respuesta fue escueta: “Tráigame al niño mañana, señora”. Al día siguiente la madre regresó al local, acompañada por un “muchachito” de casi 1,90 metros de estatura y solo 15 años.

La sorpresa en el gimnasio fue enorme, porque “aquello” no era un niño, al menos físicamente. Desde ese día, Geraldo ya no sería nunca más conocido por ese nombre, ahora era el Niño Valdés para el mundo del boxeo.

El Niño era corpulento, pues llegó a sobrepasar las 220 libras, por lo que sus golpes podían decidir las peleas antes del límite oficial de tiempo; sin embargo, su principal debilidad era su poca resistencia ante el ataque del rival.

De acuerdo con una crónica publicada por Jorge Alfonso, en su libro Puños Dorados, el Niño saltó al profesionalismo en 1941 y sus tres primeras peleas finalizaron por la vía rápida. Ya en el cuarto combate, en mayo de 1942, perdió el invicto ante Julio Lázaro Díaz.

El boxeo era lo suyo, pero no era suficiente para ganarse la vida, así que el Niño alternaba las peleas con el trabajo en la construcción. En sus cuatro primeros años como profesional, solo realizó 12 combates.

Para aumentar su resistencia,  entrenó con más fuerza y regresó en mejor forma y ganó seis peleas consecutivas por KO. Su racha de triunfos quedó interrumpida por el buen boxeo de Federico Malibrán quien lo noqueó en cuatro asaltos, en septiembre de 1945. En diciembre de ese mismo año, Valdés tomó desquite y puso fuera de combate a Malibrán en ocho rounds.

En 1948, el Niño decidió probar suerte en los cuadriláteros estadounidenses. Su primera pelea allí fue ante Jimmy Freeman y terminó en un empate. No había descanso para Valdés quien con frecuencia también combatía en el Palacio de los Deportes, en La Habana.

Otras historias muy recordadas en la trayectoria de Geraldo fueron sus enfrentamientos con Joe Louis. Ellos pelearon en tres oportunidades, siempre en duelos de exhibición y el cubano cayó derrotado en las tres peleas, la última de ellas por KO, en el primer asalto.

En otra parte de su crónica, Jorge Alfonso hace referencia al regreso temprano del Niño, a La Habana,  en 1951. El peleador estaba desalentado y enfrentaba otra crisis nerviosa. Muchos pensaron que se retiraría definitivamente del boxeo; sin embargo, su estancia habanera sirvió como estímulo y retornó a Estados Unidos donde ganó tres peleas en Queens, Nueva York y este resultado impulsó al agente Bobby Gleason para comprar su contrato por 1500 dólares.

Luego vino otra recaída, entre 1952 y 1953, cuando Valdés perdió cuatro combates en línea, frente a Bob Baker, Billy Gilliam, Archie Moore y Harold Johnson.  Nuevamente parecía terminado; sin embargo, volvió a llegar a los titulares mediáticos por su triunfo sobre Omelio Agramonte, el 18 de julio de 1953, que lo convirtió en campeón cubano de los pesos pesados.

Esto preparó la escena para el duelo contra Ezzard Charles, en agosto de 1953. La victoria del cubano fue muy celebrada en La Habana, así que el Niño regresó convertido en un ídolo nacional. Después vinieron otras victorias que propiciaron el inicio de diálogos para un posible enfrentamiento entre Valdés y Rocky Marciano; sin embargo, nunca se alcanzó un acuerdo económico y, por tanto, el cubano no pudo pelear por el título mundial de los pesos pesados.

En 1957 el cubano efectuó 7 peleas, igual cifra que en 1958. Sus últimas presentaciones ocurrieron en 1959. Tenía 35 años, 18 de ellos como peleador profesional y ya su cuerpo no podía soportar más. En total, el Niño efectuó 70 combates de los que ganó 48, 36 de ellos por KO, perdió 18 y tuvo 5 empates. Además, enfrentó a cuatro campeones mundiales de los pesos pesados: Archie Moore, Harold Johnson, Ezzard Charles y Sonny Liston. También chocó contra Joe Louis; pero, como fueron peleas de exhibición, no entraron dentro de los récords oficiales.

Al retirarse, el Niño retornó a Nueva York, donde trabajó algún tiempo como guardia de seguridad, en un club nocturno de esa ciudad. Al igual que le sucedió a tantos otros peleadores, Geraldo vivió en la pobreza la última parte de su vida. En marzo de 2001, a los 76 años, falleció esta inolvidable figura del boxeo nacional.

Publicado en Habana Radio

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *