El Salón de la Infamia de la velocidad no tiene un sitio fijo en la geografía planetaria. Para entrar allí los atletas no necesitan cumplir muchos “requisitos”, basta con engañar, casi siempre mediante el dopaje, a los seguidores del atletismo y esto garantiza un lugar en un espacio simbólico, al que, de seguro, nadie quisiera pertenecer. La lista de “miembros” ha aumentado en los últimos tiempos con las incorporaciones de Tyson Gay, Asafa Powell, Verónica Campbell-Brown y Sherone Simpson.
Quizás el primer “miembro” de ese Salón imaginario haya sido el canadiense Ben Johnson. En la Olimpiada de Seúl, en 1988, el fornido corredor dejó atrás al favorito Carl Lewis e implantó un récord mundial en los 100 metros planos, con 9,79 segundos. La admiración colectiva por Johnson duró el tiempo en que tardó el laboratorio antidoping para devolver los resultados de las pruebas: un esteroide anabolizante había impulsado las piernas del campeón.
La descalificación de Johnson—quien luego de cumplir su sanción retornó a las pistas y volvió a ser capturado, por lo que fue suspendido de por vida, en 1993—le dio el oro olímpico a Lewis y la plata al británico Linford Christie. Cuatro años más tarde, este corredor brilló en la cita estival de Barcelona, al conquistar el título en los 100 metros. Pasó el tiempo y desaparecieron las victorias. Entonces, Christie recurrió a su “última solución”: doparse. No se sabe cuánto duró el engaño, pero en 1999 fue acusado y así terminó su carrera.
Todavía más triste fue la historia de Marion Jones. Desde los tiempos de otra “sospechosa habitual de dopaje”, Florence Griffith-Joyner, ninguna otra velocista había corrido tan rápido como Jones. Ella dominó los 100 y 200 metros durante más de un lustro y tuvo su momento de esplendor en la Olimpiada de Sídney 2000, donde conquistó tres medallas de oro. Siete años después quedó involucrada en el escándalo de los laboratorios BALCO y reconoció que, en la mayor parte de sus triunfos, recibió la ayuda de sustancias prohibidas. El castigo fue fuerte y Jones perdió todas sus preseas y premios económicos.
Jones y Tim Montgomery estuvieron casados y parece que se tomaron muy en serio la idea de compartirlo todo. El recordista mundial, entre 2002 y 2005, dio positivo en un control antidoping y luego también se vio involucrado en la lista de “beneficiados” con los productos “made in BALCO”. A Montgomery lo despojaron de todos sus triunfos desde 2001. Cualquier parecido con lo sucedido a su ex esposa no es mera coincidencia.
Una característica significativa de los miembros del Salón de la Infamia es su incapacidad para reconocer el error. Toman esteroides, los capturan y, luego, tras cumplir el castigo, vuelven a caer en el mismo hueco. Así le sucedió a Johnson y también al jamaicano Steve Mullings quien dio positivo en 2004 y 2011, por lo que la Federación internacional de asociaciones de atletismo (IAAF), lo sancionó de por vida.
La lista de “infames” continúa. Otro que cayó con BALCO fue el británico Dwain Chambers. El velocista tomaba un “suplemento nutricional”, que no era otra cosa que el tristemente célebre esteroide anabólico THG, desarrollado por Víctor Conte, en el laboratorio de San Francisco. La Comisión disciplinaria de la Federación británica le retiró las medallas alcanzadas desde 2002, cuando Chambers comenzó a consumir el “suplemento”.
A mediados de la primera década del siglo XXI comenzó el dominio jamaicano de la velocidad. Liderados por el fenómeno Usain Bolt, los caribeños han ganado 28 medallas entre los Juegos Olímpicos de Atenas, Beijing y Londres. En todas partes del mundo se alababa la fuerza de los corredores y su técnica. Durante casi diez años nadie dudó sobre la limpieza de sus triunfos; pero esa imagen acaba de sufrir varios golpes consecutivos.
La primera en caer fue Verónica Campbell-Brown, multicampeona olímpica en Atenas y Beijing y titular mundial de los 200 metros, en la cita de Daegu, 2011. En un examen rutinario, tomado el 4 de mayo, aparecieron restos de un diurético prohibido por la Agencia Mundial Antidopaje, y a que, mediante su uso, los atletas enmascaran el empleo de sustancias dopantes. Ahora Campbell enfrenta una posible suspensión por dos años.
No pasó mucho tiempo antes de que se destapara otro escándalo, mucho más grande. En junio se celebró el Campeonato nacional de Jamaica, clasificatorio para el Mundial de Moscú. Allí corrieron todas las estrellas de la nación caribeña y hubo, como era de esperarse, excelentes tiempos; pero los exámenes antidoping revelaron un hecho muy preocupante: cinco corredores dieron positivo en el control. Probablemente muchos temieron que, en el listado, apareciera el nombre de Bolt; pero, para suerte de la credibilidad del atletismo, el “Relámpago” volvió a demostrar que no necesita esteroides.
Entre los implicados resaltaron dos famosos corredores: Asafa Powell, quien ostenta el cuarto tiempo más rápido de la historia, en los 100 metros, con 9,72 segundos y Sherone Simpson, multimedallista olímpica. Ambos consumieron el mismo estimulante prohibido: oxilofrine, por lo que quedaron fuera del Mundial de Moscú y recibirían la misma sanción que Campbell-Brown.
El último miembro en ingresar al Salón de la Infamia fue Tyson Gay. Después de su cirugía de cadera, en 2011, regresó en una magnífica forma en 2013 y era considerado el principal rival de Bolt en la cita moscovita. El estadounidense tiene en su poder el mejor tiempo del año, al recorrer los 100 metros en 9,75 segundos, en los Trials de su país, clasificatorios para el Mundial; además, ganó los 200 metros en ese certamen. El resultado positivo en un control tomó por sorpresa a Gay. “Deposité mi confianza en alguien que me decepcionó”, reconoció el velocista.
Las malas nuevas del atletismo también preocuparon al presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge. “Siempre es decepcionante oír malas noticias; pero, al mismo tiempo, muestran que los controles en los entrenamientos son efectivos”, consideró el belga.
La llegada de nuevos miembros al Salón de la Infamia daña todavía más la credibilidad, no solo del atletismo y, como segura el ex corredor trinitario Ato Boldon, “los fanáticos del campo y pista quedan sin saber en qué creer”.
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