Durante décadas, no pocos seguidores y especialistas del béisbol cubano reclamaron la construcción de un Salón de la Fama. Resultaba inconcebible que el deporte nacional, con una historia de más de 130 años, no tuviera un lugar especial para recordar a sus principales hechos y figuras. Este lamentable olvido podría solucionarse si se cumpliera lo anunciado en un reciente evento científico realizado en La Habana: ya están los planes para la creación de una “Galería de inmortales”.
El Salón de la Fama más reconocido en el mundo está ubicado en Cooperstown, Nueva York. Supuestamente allí se jugó por primera vez al béisbol—aunque investigaciones posteriores desmienten esto —y a partir de esa relevancia simbólica, la Oficina del Comisionado de Grandes Ligas decidió erigir, en 1939, una instalación en la que se guardaría la memoria histórica de las Mayores.
Poco después de que se inaugurara Cooperstown, con la inclusión de grandes estrellas como Ty Cobb, Babe Ruth, Honus Wagner, Christy Mathewson y Walter Johnson, la Liga profesional cubana adoptó un acuerdo similar. El 26 de julio de 1939 apareció, en una pared del estadio La Tropical—en la actualidad, “Pedro Marrero”—una tarja de bronce en la que podía leerse “Hall de la Fama del Base-Ball profesional de Cuba”.
Año tras año, entre 1939 y 1961, a esa tarja se fueron añadiendo nombres de destacados peloteros que habían pasado al retiro. En la extensa lista estuvieron figuras inolvidables, como José de la Caridad Méndez, Armando Marsans, Rafael Almeida, Martín Dihigo, Adolfo Luque y Miguel Ángel González, entre otros.
En esa selección, solo se tomaron en cuenta a jugadores que militaron en algún club de la Liga y, por tanto, fueron excluidos peloteros que también brillaron en competiciones amateurs. Pese a los olvidos, indudablemente aquella tarja resultó una iniciativa interesante.
Después de 1961, en diversas ocasiones se valoró la posibilidad de crear un Salón de la Fama del béisbol cubano, pero ninguno de los planes pudo concretarse. Entre las causas esgrimidas para esa postergación estuvieron las dudas sobre su posible localización geográfica y financiamiento.
Una de las opciones era colocar el Salón en el estadio “Palmar de Junco”, de Matanzas, el sitio donde se “jugó béisbol por primera vez en Cuba”, en diciembre de 1874; mientras otros abogaban por llevarlo hasta el “Latinoamericano”. Era—y seguirá siendo—difícil determinar dónde edificar el Salón y, en el encuentro desarrollado en La Habana, no hubo mucha claridad sobre esto.
De acuerdo con la publicación digital Jit, Carlos del Pino, jefe de estadísticas de la Federación cubana de béisbol, propuso que la “Galería de los inmortales” se instalara en el Latinoamericano y se replicara en el “Palmar de Junco”.
¿Dos Salones? La idea de estos museos es situar allí fotos, bates, pelotas, uniformes y documentos en diversos formatos, que sean originales y estén relacionados con valiosos momentos de la pelota cubana. No tendría sentido “dividir” los recuerdos, sobre todo cuando recuperarlos promete ser una ardua tarea.
¿Quiénes quedarían incluidos en la “Galería”? Este podría ser otro punto contradictorio. Según Jit online, los atletas elegibles tendrían que haberse retirado como mínimo tres años antes. También podrían añadirse narradores y periodistas; aunque no se mencionaron a los árbitros. La comisión de selección para la “Galería” estaría compuesta por 11 expertos. Ellos identificarían a los posibles candidatos y luego serían aprobados en un plenario, compuesto por un grupo más amplio de especialistas, señaló Jit online.
De seguro, el proyecto de Salón de la Fama tendrá, en un futuro no lejano, muchas otras reglamentaciones que permitan entender mejor los criterios de inclusión. Ojalá los especialistas sean justos y no haya omisiones que le resten credibilidad a un Salón añorado por muchos.
Rescatar la historia del béisbol cubano no puede esperar mucho tiempo. Las más jóvenes generaciones necesitan acercarse al pasado y, sin esos antecedentes, sería imposible comprender cómo se ha desarrollado el béisbol y qué ha faltado. Más allá de los imperativos comerciales que rodean a este tipo de instalaciones en todo el mundo, un Salón de la Fama es imprescindible. En él quedaría ese patrimonio que hoy, ante el dolor de algunos o la indiferencia de otros, desaparece.