Pep Guardiola se va del Barcelona de la misma forma en que, cuatro años atrás, comenzó su estancia en el banquillo culé: con un título. Quizás la Copa del Rey 2012 fuera la corona menos añorada de la temporada, pero después de ceder en la Liga y caer en la semifinal de la “Champions”, los fanáticos blaugranas necesitaban una victoria.
Probablemente el partido en el estadio “Vicente Calderón” haya despertado más emociones antes de jugarse que durante los 90 minutos de paseo que tuvo el Barcelona ante un rival que, otra vez, dejó una mala imagen en una final. En Cataluña querían disputar el desafío en el “Santiago Bernabéu”; sin embargo, los merengues no iban a permitir un desfile culé en su propio feudo, así que negaron el estadio. Finalmente el “Calderón” acogió a un encuentro entre dos clubes que defienden regiones geográficas que no tienen nada que ver con la realeza. Contradicciones de la vida: ni a los vascos ni a los catalanes parece importarles una Copa de “Su Majestad”; pero son ellos los equipos más ganadores en este certamen.
El 3-0 sobre el Athletic de Bilbao fue la mejor despedida para Pep Guardiola. Confieso que me emocioné—no por los goles, ya que, como dije, resultó un partido demasiado fácil—, sino por los abrazos del técnico con sus jugadores.
Por cuatro años el Barca fue el mejor equipo del mundo y la relación de respeto-amistad-admiración entre director y futbolistas quedó evidenciada en varias ocasiones. Por supuesto que hubo roces, contradicciones, malos entendidos, ¿cómo no haberlos? Lidiar con tantos egos y talentos no fue nada fácil y me parece que Guardiola también ganó esa batalla; aunque Ibrahimovic diga lo contrario.
Los números quedan para la historia: en las 17 competiciones disputadas por el Barcelona, entre 2009 y 2012, el club ganó 14. La efectividad es absolutamente espectacular. Con Guardiola en el banquillo, los culés celebraron 247 desafíos, ganaron 180, empataron 47 y solo perdieron 20. Además, marcaron ¡836! goles y solo permitieron 181. Se escribe fácil, pero ante tanto despliegue ofensivo, solo es posible inclinar la cabeza y reconocer la grandeza.
En su conferencia de despedida, Pep dijo “sentirse agotado, vacío”. Se tomará un sabático y antes de regresar a un banquillo—de un color diferente al blaugrana—de seguro lo pensará dos veces, porque sabe que siempre lo van a “medir” por lo logrado con el Barcelona; aunque una idea deber quedar muy clara: obtener 14 títulos, en cuatro años, parece insuperable.