Sus antiguos compañeros de equipo lo confirman; además, las pruebas médicas y declaraciones de testigos aseguran que la cabeza de Barry Bonds creció y sus testículos se encogieron como resultado del uso continuo de esteroides; sin embargo, el hombre que más cuadrangulares ha conectado en las Grandes Ligas sigue aferrado a un mismo argumento: cuando él tomaba pastillas o se inyectaba, lo hacía sin conocer que estaba introduciendo sustancias prohibidas en su cuerpo.
La historia comienza en 2003. Dos años antes Barry Bonds, la gran estrella de los Gigantes de San Francisco, de la Liga Nacional, logró el impresionante récord de 73 jonrones, en una misma temporada y rompió así la marca de otro famoso y ya confeso tramposo: Mark McGwire quien en 1998 disparó 70 vuelacercas.
Todo se complicó para Bonds cuando se destapó el escándalo de los laboratorios BALCO, en San Francisco. Allí se producían sustancias prohibidas, supuestamente indetectables—como la “célebre” THG—y luego se repartían entre deportistas de elite. No pocos peloteros quedaron involucrados, entre ellos Jason Giambi quien aprovechó las ventajas que le ofrecían “el transparente” y “la crema”—nombres en código de los esteroides— para obtener mejores resultados ofensivos.
El entrenador de Bonds en ese momento era Greg Anderson que también mantenía una relación con Giambi, al que le enviaba los productos realizados en BALCO. Anderson fue uno de los primeros implicados en las investigaciones y esto obligó a Bonds a declarar, bajo juramento, en una corte. En ese día de 2003 el jugador no lo pensó dos veces para afirmar, con voz segura, que nunca había utilizado sustancias prohibidas.
Probablemente en ese momento Bonds pensaba que podría seguir adelante con su carrera; sin embargo, la vida le demostraría lo contrario. Los investigadores profundizaron en el caso y ocho años después de su testimonio inicial, Bonds retornó al juzgado, ahora como acusado por tres cargos de falsa declaración y uno por obstrucción de la justicia.
Cada una de esas acusaciones podría llevarlo a la prisión por la próxima década; pero de acuerdo con los lineamientos federales—incomprensibles—el tiempo en prisión solo quedaría en un máximo de 21 meses e incluso el juez podría dictaminar que se cumpliera la sentencia como arresto domiciliario.
Desde el primer momento la fiscalía intentó demostrar que Bonds había mentido en su testimonio, ante un gran jurado, en 2003; mientras la defensa enfocó su estrategia hacia el “desconocimiento por el pelotero del uso de sustancias prohibidas”. Si siguiéramos estos razonamientos, entonces Bonds, efectivamente, consumió esteroides, pero no mintió en su declaración, porque él no sabía que las pastillas e inyecciones que recibía de su entrenador…estaban prohibidas. Por tanto, frente a los ojos de la ¿imparcial? justicia, el jardinero de los Gigantes sería inocente, al menos de los cargos que le imputan.
Tal vez los testigos principales de la fiscalía hayan sido los peloteros Jason y Jeremy Giambi, Marvin Benard y Randy Velarde porque todos admitieron el empleo, en múltiples ocasiones, de drogas que les ofreció Anderson. El argumento de estos jugadores fue que Bonds sí estaba consciente de lo que sucedía cuando su entrenador le prescribía determinados “medicamentos”.
Además, también se mostraron los cambios en el cuerpo de Bonds, a partir de estudios del volumen de su cabeza. Otra testigo, una antigua novia, Kimberly Bell, declaró que ella había identificado, con el paso del tiempo, una notable diferencia—en este caso, encogimiento—en el tamaño de los testículos del atleta.
La defensa trató de desacreditar a los testigos de la fiscalía, especialmente a Bell, a la que acusó de aceptar pagos del gobierno para sufragar la hipoteca de su casa. ¿Cuál será la decisión del jurado? Poco importa.
El asistente del fiscal, Matthew Parrella, resumió en breves palabras la ironía del caso. “Estas sustancias que Bonds tomó para convertirse en una persona más fuerte provocaron un efecto contrario. Él era débil y fue demasiado débil para decir la verdad, a pesar de todos los esteroides anabólicos”.
Bonds se retiró después de la campaña de 2007 porque ningún equipo de las Mayores estuvo dispuesto a incluirlo en su nómina. En sus 21 años como profesional firmó contratos valorados en 172 millones de dólares—sin contar la publicidad—y su nombre entró en los libros de récords el 7 de agosto de 2007 cuando conectó el cuadrangular número 756, para colocar al gran Hank Aaron en la segunda posición histórica entre los máximos acumuladores de cuadrangulares.
El juicio contra Bonds ha tenido una enorme cobertura mediática; sin embargo, no ha habido un pronunciamiento de la Oficina del Comisionado de las Grandes Ligas sobre la validez de las cifras de Bonds. Las propuestas de seguidores y especialistas de la pelota van desde eliminar a Bonds de la lista de recordistas hasta colocar un asterisco junto a su nombre; no obstante, nada de esto entrará en vigor sin la aprobación de la MLB y todo parece indicar que persistirá la misma postura con relación al atleta, es decir, “reconocemos que hizo trampas, pero no podemos cambiar esa historia”.
Quizás el béisbol sea el único deporte en el mundo que mantiene marcas de jugadores que consumían esteroides en el período en que se logró el récord. Esto no ayuda a la credibilidad del deporte; aunque una posible explicación para la falta de acción de la MLB sea que teme sentar un precedente que obligaría a la organización a revisar las estadísticas de grandes estrellas que quedaron involucradas en el empleo de esteroides.
La decisión del jurado sobre Bonds tendrá solo efectos legales, porque los fanáticos ya llegaron a una conclusión sobre el pelotero: su mejor condena podría ser el olvido.
Publicado en Cubasí
ACTUALIZACIÓN: Barry Bonds, culpable solamente de un cargo (Obstrucción de la justicia)