La serie de Netflix “Gambito de Dama” se ha convertido en un fenómeno global. La historia de cómo la niña huérfana Beth Hammon aprendió a jugar ajedrez y se convirtió en una de las mejores del mundo ha cautivado a millones de personas.
Netflix ya considera a “Gambito de Dama” su miniserie más vista: en su primer mes (el estreno ocurrió el 23 de octubre) 62 millones de suscriptores del gigante del streaming vieron al menos uno de los siete capítulos. Además, la serie ocupó el primer lugar en la preferencia en 63 países y entró en el Top 10 en 92 naciones.
El interés por esta serie de Netflix ha llevado a que aumenten las búsquedas en Google sobre “ajedrez”; mientras que “cómo jugar ajedrez” ha alcanzado en el buscador más utilizado del mundo su mayor pico en nueve años. Tres semanas después de su presentación, la venta de juegos de ajedrez creció un 87% solo en Estados Unidos; mientras, la comercialización de libros de ajedrez aumentó un asombroso 603%, según la compañía de investigación de marketing NPD Group.
¿Qué tiene de especial esta serie de Netflix que ha atrapado a audiencias en todos los continentes?
La historia detrás de “Gambito de Dama”
La historia de Beth Hammon nos atrapa desde la “Apertura” (título del episodio inicial de la serie de Netflix). Casi cuarenta años atrás, cuando fue publicada por primera vez, también capturó la atención de los lectores.
“Gambito de Dama” es un best seller de Walter Tevis, un ajedrecista amateur y prolífico escritor. Sus obras “El luchador”, “El hombre que cayó a la Tierra” y “El color del dinero” también fueron muy bien apreciadas por el público y llevadas al cine. Scott Frank, un guionista nominado al Oscar, y Allan Scott convirtieron las 243 páginas de la novela en siete capítulos de televisión.
Por tanto, el primer elemento para entender el éxito de esta serie de Netflix es el más importante de todos: el proceso de años en que la niña huérfana aprende a jugar la gran partida que es su vida está muy bien contado.
Actuaciones y partidas reales, el jaque mate de la serie de Netflix
Un segundo punto decisivo: la actuación de la argentina-británica Anya Taylor-Joy como Beth. Ella confesó que nunca había jugador ajedrez antes; pero logró meterse en la piel de una chica con muchos problemas en su vida y que encontró en ese juego su tabla de salvación.
“Creo que la razón por la que quería contar esta historia es porque me enamoré de Beth. No me di cuenta solo hasta terminar la serie, pero Beth era como una voz dentro de mi cabeza desde hace mucho tiempo. Somos diferentes en muchas cosas pero por otro lado somos muy similares. Por un lado porque la entendí perfectamente y me permitió contar su historia con franqueza y por otro lado creo que necesitaba interpretar a Beth para mí misma, y me hizo una persona más amable. Por eso estoy muy agradecida con ella”, confesó Taylor-Joy en una entrevista.
No podemos pasar por alto las interpretaciones de Thomas Brodie-Sangster como Benny Watts, uno de los principales contrincantes de Beth quien luego se convierte en su amigo, ni de Moses Ingram, como Jolene, su compañera desde el orfanato.
Un tercer punto: el realismo logrado en la puesta en escena. Por lo general el ajedrez no ha salido bien parado en producciones televisivas y cinematográficas anteriores. Cualquier seguidor de este deporte “mitad arte, mitad ciencia” podía detectar problemas en la manera de colocar y mover las piezas sobre un tablero. No sucede así en “Gambito de Dama”, gracias, en buena medida, a que los productores buscaron dos asesores de lujo: el excampeón mundial Garry Kasparov y Bruce Pandolfini, un reconocido entrenador de ajedrez de Nueva York.
Las partidas que efectúa Beth a lo largo de toda la serie contra diferentes oponentes están basadas en otras que realmente ocurrieron y esto le da más veracidad a lo que se ve en el tablero. No obstante, “Gambito de Dama” también tiene errores que pudieron evitarse.
Uno de ellos lo reconoció el propio campeón mundial, el prodigio noruego Magnus Carlsen. En el segundo capítulo, titulado “Intercambios”, en el primer torneo en el que participa Beth, su adversario le pide tablas. Ella se rehúsa y, acto seguido, el hombre dice “me rindo”. Carlsen criticó esto: “¿Ofreces un empate y luego renuncias de inmediato? Eso en realidad no sucede”, dijo el campeón.
Otro elemento poco creíble es la manera extraordinariamente rápida en que juegan tanto Beth como sus contrincantes. Tal parece que realizan los movimientos de memoria, sin analizar las posibles variantes. No sucede así en el mundo real, al menos no en el ajedrez tradicional. Adaptar una partida de dos horas a pocos minutos de televisión es una tarea ardua y lógicamente el director no quería perder el ritmo de cada capítulo; pero la solución encontrada no fue precisa.
Además, los diálogos entre los jugadores, en plena partida, ayudan a entender lo que está sucediendo sobre el tablero y aportan más tensión en la trama; pero tampoco ocurre así en un duelo real, en el que dirigirle la palabra a un contrincante puede ser considerado irrespetuoso y va contra las reglas.
“Gambito de Dama” también resalta por el diseño de vestuario, realizado por Gabriele Binder. En declaraciones a la revista Vogue, ella aseveró que trató de reflejar lo que estaba pasando “dentro de un personaje con lo que lleva puesto y los cuadros me parecieron interesantísimos para el personaje de Anya, pues ella escogería intuitivamente prendas que se conectaran con el ajedrez. El marcado contraste presente en los cuadros también expresa los matices del juego en sí mismo —es decisivo, ganas o pierdes—, algo que no tendrías, por ejemplo, en un estampado floral”, explicó.
El final es emocionante. Beth ha ganado el torneo más importante de su vida. Venció al campeón del mundo. Pero le molesta que su acompañante la quiera utilizar con fines políticos, en plena Guerra Fría. Molesta, baja del carro. Camina por las calles gélidas del Moscú soviético. Llega a un parque donde, en varias mesas, un grupo de ancianos juega ajedrez. Uno de ellos la reconoce. Luego todos la saludan y uno la invita a sentarse. Beth se quita los guantes. Fija su mirada en el oponente y cierra con “juguemos”. Así concluyó Tevis su libro, así cerró la serie de Netflix. ¿Tendrá segunda temporada? ¿Resistirá la empresa la tentación de lanzarse a una producción en la que el guion sí sería del todo original?
Artículo publicado en PanamericanWorld