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El exorcismo de Matanzas, nuevo campeón del béisbol cubano

La primera final de una Serie Nacional que recuerdo haber presenciado completamente fue la de 1991. En aquella temporada, los Henequeneros de Gerardo “Sile” Junco enfrentaron a Camagüey. Ambos equipos habían concluido en la segunda posición de sus zonas (occidental y oriental), pero, luego, en el playoff semifinal, eliminaron  Santiago de Cuba y Habana, respectivamente. El duelo por el título no fue tan cerrado, ya que tras el empate a uno en el “Victoria de Girón”, los matanceros barrieron en el estadio “Cándido González” y retuvieron la corona nacional. Nadie pudo imaginar en ese momento que para que otra selección matancera levantara el trofeo de campeón habría que esperar ¡29 años!

Después del retiro de la generación dorada del béisbol matancero (los Sánchez, Jorge Luis Valdés, Lázaro Junco, Carlos Mesa, Julio Germán Fernández, José Estrada, Juan Manrique y compañía), el equipo se hundió en lo último de la tabla de posiciones. Henequeneros y Citricultores se fusionaron en Matanzas, pero nada ni nadie parecía capaz de sacar del fondo a esa selección…hasta que, en 2011, llegó un inesperado invitado a ocupar el puesto de dirección.

Durante ocho años, Víctor Mesa condujo a Villa Clara en varias ocasiones hasta las puertas del título nacional. Falló una y otra vez, hasta que se cansó (¿o se cansaron de él?) y decidió probar suerte en otra parte. Matanzas le abrió las puertas al vecino del Parque Lennon, en el Vedado capitalino y el 32 fue capaz de cambiar el rostro del equipo en muy poco tiempo.

Matanzas dejó de ser el hazmerreír y se convirtió en invitado permanente a los playoff; pero en esta fase siempre faltó el empuje final que condujera al título. Villa Clara, Isla de la Juventud, Pinar del Río, Granma, sin ser favoritos, fueron capaces de eliminar a Matanzas. Todavía ronda por los laberintos de YouTube el vídeo de Mesa “despojando” a Joel Suárez, antes de que este lanzara el sexto juego de la final ante Pinar del Río. Esa noche, los pinareños le cayeron a palos. Nada parecía funcionar para los matanceros en el momento decisivo.

Entonces, Víctor Mesa dijo adiós para poco después emprender otra aventura de un año en Industriales, antes de que sus hijos emprendieron una aventura más allá de las fronteras del archipiélago. Tras muchos años a la sombra del 32 (en Villa Clara y Matanzas), Víctor Figueroa asumió la dirección, pero continuó el maleficio. En la Serie 58, Matanzas tocó fondo: último lugar en la tabla. Caos total.

Hablaron con Armando Ferrer, quien había sido coach en la etapa final del Henequeneros de “Sile” Junco, y el veterano entrenador aceptó el reto. Seis meses más tarde, en el “Cándido González” de Camagüey, el mismo lugar donde 29 años atrás Henequeneros había conquistado el título, los matanceros reforzados exorcizaron finalmente sus demonios. Del último puesto a la corona de Cuba en solo un año. No se me ocurre una mejor forma de enterrar un “maleficio”. Los Cachorros de Chicago, en Grandes Ligas, saben un poco de esto.

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