La selección italiana de fútbol es una de las más famosas del mundo. La “Azzurra” muestra cuatro estrellas en su vistosa camiseta, una por cada Copa Mundial ganada; además, en el historial del equipo aparece una Eurocopa; sin embargo, la selección ha sido mucho más de lo que las estadísticas ilustran y esas historias no siempre conocidas las recoge el escritor José Juan Jiménez en su libro “El cielo es azul sobre Berlín” que publica la Editorial Vive Libro.
El título es sugerente, porque “El cielo es azul sobre Berlín” nos remonta a lo que pudiéramos considerar al hecho más importante de la selección italiana en el siglo XXI: la victoria, en la tanda de penales, sobre Francia, en la final de la Copa Mundial de 2006. Este fue el cuarto título universal del equipo, tras los obtenidos en 1934, 1938 y 1982. Las dos primeras coronas tuvieron toques dramáticos en la Italia de Benito Mussolini y sus mensajes nada conciliadores al director técnico, Vittorio Pozzo.
“Il Duce” hizo hasta lo imposible para que Italia recibiera la sede del Mundial de 1934 y se encargó de que los jugadores y directivos supieran cuán importante era para él que la selección nacional conquistara el título. Aquel partido contra la entonces Checoslovaquia fue inolvidable porque Antonín Puc puso delante a los visitantes. Quedaban solo diez minutos y en el palco imperial, en el estadio romano, el nerviosos era evidente. Raimondo Orsi igualó el partido y, luego, en el tiempo extra, Angelo Schiavio marcó el gol que convirtió a Italia en campeona mundial.
En 1938, en París, ante Hungría, los italianos sufrieron menos y ganaron 4 a 2, con Giusseppe Meazza y Silvio Piola en el once titular. Pozzo entró en los libros de récords, porque todavía se mantiene como el único director que ha conquistado dos Mundiales.
Pasarían más de cuatro décadas para que Italia volviera a levantar el trofeo de campeón. En ese lapso, la “Azzurra” jugó la final de 1970, en Ciudad México, ante uno de los mejores equipos de todos los tiempos. Perdieron, pero no hubo deshonra ante la superioridad de un rival que tenía a Pelé, Rivelino y Carlos Alberto.
En 1982, en el regreso del Mundial a Europa, pocos consideraron que la Italia dirigida por Enzo Bearzot tuviera opciones reales de luchar por el título; sin embargo, el equipo fue creciendo, empujado por los goles de Paolo Rossi. En la final, la “Azzurra” superó a Alemania y se convirtió en el segundo equipo que pudo conquistar tres campeonatos mundiales, después de Brasil.
Para el cuarto título hubo que esperar 24 años. En el Mundial de Alemania, en 2006, Marcello Lippi formó un cerrojo defensivo, que incluía desde el portero Gianluigi Buffon hasta Fabio Cannavaro (quien ganó el Balón de Oro ese año) y Gennaro Gattuso. Los italianos apenaron permitieron 2 goles en todo el torneo y en la final vencieron a Francia, en la tanda de penales. Antes pasaron muchas cosas, entre ellas el cabezazo (y la expulsión) de Zinedine Zidane a Marco Materrazi, pero nada más importante que el penal convertido por Fabio Grosso que hizo que, ese día, el cielo fuera azul sobre Berlín. Esta y decenas de otras historias conforman el libro de José Juan Jiménez, un texto imperdible, porque no hay obras similares que, en español, nos acerquen a las luces y sombras de la selección italiana de fútbol.