Michael Jordan puede considerarse (sí, LeBron James, en esto hasta Trump tiene razón) el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos. La recopilación de sus jugadas más espectaculares sigue despertando admiración y, de seguro, los fanáticos de los Toros de Chicago extrañan los tiempos en que el mundo tenía los ojos puestos en el United Center. Jordan fue un genio en la cancha y también ha demostrado que “juega” bien en los negocios.
Mucho antes de que la NBA “reventara” con la explosión salarial actual, Jordan ya exigía 30 millones de dólares por jugar una temporada y aunque en su carrera ganó, en sus 15 campañas, cerca de 90 millones, su principal fuente de ingresos resultó su aparición en anuncios publicitarios. De acuerdo con AS, His Airness obtuvo nada menos que 1400 millones por compromisos con diferentes marcas.
“Su” marca Air Jordan, de Nike, que tiene a las zapatillas como el producto de cabecera, continúa entre los líderes de mercado y en 2017 reportó ingresos por 3100 millones de dólares. El “olfato” de empresario de Jordan es todavía más visible en los Hornets de Charlotte. His Airness compró este equipo y, aunque ni siquiera se acerca a los playoff y la última vez que la franquicia ganó una primera ronda de postemporada fue en 2002, lo cierto es que los Hornets aumentaron su valor, en 2017, en un 35%. Obviamente no por los resultados en la cancha, sino por la revalorización que han tenido todos los equipos de la NBA tras el multimillonario nuevo acuerdo televisivo.
Todo esto incidió en que Jordan obtuviera ingresos, en 2017, por 350 millones de dólares, por lo que su fortuna, según la revista Forbes, asciende ahora a 1650 millones y ya está incluido en el Top 1500 de las personas más ricas del mundo. Lástima que His Airness, a quien tanto le molestan las comparaciones, no imite las acciones sociales que han emprendido otros jugadores que han decidido utilizar su dinero para algo más que comprar mansiones.