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II Clásico Mundial de béisbol: la venganza del Samurái

El primer Clásico, en 2006, fue un éxito. Casi 500 peloteros, de ellos 235 provenientes de las Grandes Ligas, disputaron el trofeo,  ganado finalmente por Japón. Más de 700 mil fanáticos presenciaron los partidos y millones de personas, en 205 países, siguieron las transmisiones televisivas en directo.

Las cifras indican que el certamen tuvo aceptación; aunque también hubo controversias, especialmente por el sistema clasificatorio. El Clásico Mundial de 2009 presentó varias diferencias con la anterior edición. Entre ellas estuvieron la utilización de las repeticiones televisivas para determinar si un cuadrangular pasó por zona buena y también entró en vigor la controversial “regla IBAF”, en los partidos que se extendieran a extrainnings.

El segundo Clásico Mundial despertó muchas más expectativas que el primero. La lista de jugadores interesados en participar fue más completa; aunque varias estrellas de las Mayores volvieron a rechazar la oportunidad de defender los colores de su país.

El torneo realmente fue muy cerrado. Por el grupo A no hubo sorpresas, porque avanzaron los grandes favoritos, Japón y Corea del Sur. En el C hubo una gran sorpresa, cuando Italia eliminó a Canadá, aunque avanzaron, sin mayores complicaciones, Venezuela y Estados Unidos; mientras, en el D, el mundo del béisbol quedó en shock cuando los holandeses dejaron en el camino a República Dominicana. La debacle de los dominicanos fue ampliamente criticada en ese país que, al igual que el nuestro, respira béisbol.

Holanda ganó el primer desafío, 3 a 2 y, luego, en el decisivo, fue mejor que los caribeños por 2 a 1, en 11 innings. Puerto Rico y Holanda clasificaron por esta agrupación.

Cuba viajó hasta el estadio Foro Sol de México y allí lució muy bien. El primer partido del equipo fue ante Sudáfrica. El director Higinio Vélez, quien también estuvo al frente de la selección en 2009, le entregó la pelota al santiaguero Norge Luis Vera y el veterano lanzador se mantuvo seis innings sobre el box, sin permitir carreras. La ofensiva cubana nunca explotó, pero los cinco cuadrangulares, entre ellos dos de Frederich Cepeda, apoyaron el trabajo de los lanzadores, para asegurar el triunfo inicial por 8 a 1.

La segunda presentación del equipo cubano en el Clásico Mundial de 2009 fue ante Australia, que había derrotado anteriormente a México, por nokout de 17 a 7. El duelo contra los australianos resultó dramático. Después de seis innings, la selección nacional estaba debajo en el marcador, 4 carreras por 2. El trabajo de los relevistas, especialmente el de Pedro Luis Lazo, no había sido el mejor, así que todas las esperanzas se concentraron en los bateadores. En el séptimo inning llegó el descuento, gracias a un doble de Michel Enríquez que impulsó a Héctor Olivera. Lo mejor ocurrió en el octavo capítulo: con dos outs y Yuliesky Gourriel en primera, Higinio Vélez trajo a Yosvani Peraza, como emergente. El fornido receptor pinareño aprovechó una recta baja del relevista australiano y sacó la pelota de línea por el jardín izquierdo.

El cuadrangular de Peraza propició el triunfo de Cuba, por 5 a 4 y, de esta manera, el equipo clasificó a la segunda fase del Clásico Mundial.

Después de derrotar a Australia, Cuba aseguró su viaje a San Diego, en Estados Unidos, donde se jugaría la segunda fase del certamen. Antes de esto, el equipo efectuó un partido de puro trámite frente a México. En ese duelo llovieron los batazos, a tal punto que Cuba triunfó por un nokout de ¡16 carreras a 4!

Los cubanos iban debajo en la pizarra 3 a 2; pero en el final del cuarto inning vino un fortísimo repunte, que llevó cinco anotaciones a la pizarra. Más tarde, en el séptimo, los lanzadores mexicanos no pudieron detener el bateo cubano. En total fueron 9 carreras, las últimas tres impulsadas por el tercer jonrón de Frederich Cepeda en el torneo. El espirituano tuvo una primera fase espectacular, porque concluyó con un promedio de 500, tres cuadrangulares y seis impulsadas.

El equipo cubano finalizó invicto la primera fase; aunque todos sabíamos que el principal reto estaba en la segunda ronda, en San Diego, donde los antillanos compartirían grupo con Japón, Corea del Sur y México. Mientras, en Miami, Venezuela, Estados Unidos, Puerto Rico y Holanda lucharían por los dos puestos a la semifinal.

El 15 de marzo de 2009 Cuba chocó contra Japón. El partido fue presentado como una posible revancha de la final del primer Clásico; sin embargo, esta vez los nipones obtuvieron un triunfo sin muchas complicaciones. Nuevamente subió al montículo el derecho Daisuke Matsuzaka quien, recordemos, abrió el desafío por el título en 2006. Matsuzaka fue dominante y en seis entradas ponchó a ocho bateadores y apenas recibió cinco indiscutibles. La derrota por 6 a 0 puso a Cuba contra la pared.

Un día después, cubanos y mexicanos afrontaron un partido de vida o muerte. Ambos habían caído en la primera fecha, así que otro revés significaba el regreso a casa. Norge Luis Vera fue el abridor por los antillanos y logró contener a la ofensiva mexicana, durante 4 entradas y 2 tercios. El resto del partido lo lanzó Pedro Luis Lazo. Al pinareño le conectaron 2 cuadrangulares, pero la ofensiva cubana, liderada por Frederich Cepeda y Yoenis Céspedes, le había otorgado una importante ventaja. No obstante, la tensión se mantuvo hasta el último out. Con el triunfo de 7 por 4, Cuba había sobrevivido al primer desafío; pero ahora le quedaba el más fuerte: vencer a su némesis, Japón.

Esta vez los japoneses prefirieron utilizar a un lanzador que los cubanos no habían visto. La estrategia resultó acertada, pues el derecho Hisashi Iwakuma se presentó en una excelente tarde y, en seis capítulos, solo permitió cinco imparables; mientras los nipones aprovecharon los deslices defensivos cubanos para tomar la delantera en el cuarto inning. Eso fue todo lo que necesitó Iwakuma.

El dominio de los lanzadores japoneses sobre los cubanos fue tan grande que, en 18 entradas, no recibieron ni una sola carrera. El segundo revés eliminó a Cuba del Clásico Mundial. Fue una triste despedida para un equipo que, en 2006, había mostrado una enorme combatividad.

En la primera semifinal, en el Dodger Stadium, de Los Ángeles, Corea del Sur aplastó a Venezuela, 10 carreras por 2; luego, Japón, guiado por el pitcheo de Daisuke Matsuzaka, derrotó a Estados Unidos, 9 por 4. De esta manera quedó fijada una final asiática y esta, amigas y amigos oyentes, fue espectacular.

Los nipones estuvieron a un out de la victoria; pero su estelar Yu Darvish permitió el imparable que trajo la carrera del empate. La alegría surcoreana no duró mucho tiempo, porque en el décimo inning, el mentor cometió un grave error: le lanzó a Ichiro Suzuki, con dos hombres en circulación. El experimentado bateador disparó jit al jardín central y con esto impulsó las carreras decisivas. El béisbol japonés volvía a llegar a lo más alto. Dos Clásicos, dos títulos.

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