Magnus Carlsen y Sergey Kajarkin fueron niños prodigios. Ahora, con 26 años (Carlsen los celebrará el próximo 30 de noviembre), discuten el título mundial de ajedrez en Nueva York. Creo que es uno de los mejores matches posibles (quizás solo superado por mi duelo soñado, ante Caruana) y confieso que fui de los que temió, tras las primeras rondas del Torneo de Candidatos, en Moscú, por una tercera repetición del duelo Carlsen vs. Anand, que hubiera sido terrible para el universo ajedrecístico, porque lógicamente ya no estamos en la era de las K.
Era el momento oportuno para que el prodigio noruego enfrentara a un retador con mayores opciones, así que aplaudí el esfuerzo final de Karjakin en Moscú. Sobre el duelo neoyorquino se ha escrito mucho, incluso no son pocos los que han querido traer la política de regreso al tablero de juego y han comparado este match con el de Bobby Fischer vs. Boris Spassky, de 1972. Dicen que “Karjakin es un protegido de Vladimir Putin” y que los rusos (como sucedía durante la era soviética) han cifrado sus esperanzas en que Karjakin termine con la “corona occidental” de Carlsen. Además, la imposibilidad de otro “protegido del Kremlin”, el presidente de la FIDE, Kirsan Illzhyuminov, de asistir al match, porque tiene prohibido su ingreso a Estados Unidos también ha sido resaltado hasta el cansancio.
Realmente no gastaré ni un segundo más de mi tiempo ni una línea más de este post para “abordar” tantas especulaciones que parecen fabricadas para atraer más la atención mediática sobre un duelo que no necesita de estas “curiosidades”, porque promete mucho desde el punto de vista ajedrecístico.
Este es el tercer match consecutivo por el título mundial que juega Carlsen. En 2013 llegó como retador de Anand, en Chennai y realmente ganó sin mayores contratiempos. El Tigre de Madras perdió la corona, pero, de algún modo, volvió a ganar el Torneo de Candidatos y, un año más tarde, desafió a Carlsen en el match de Sochi, que fue más cerrado que el anterior, pero tuvo al mismo ganador.
Ahora todos (menos en Rusia) consideran a Carlsen como el gran favorito. Su liderazgo en el ranking mundial es indiscutible y los 2853 puntos de coeficiente ELO muestran la genialidad del noruego; pero me parece que aludir los casi 100 puntos de diferencia con Karjakin (2772) como elemento para pronosticar una victoria por 6,5-4,5 resulta errado.
Para mí la gran ventaja de Carlsen es la experiencia que ya acumula en la preparación de los matches y su punto débil es que todos esperan que él triunfe, así que la presión está de su lado. Si el ruso cede todos dirán “era lo esperado”, por tanto, Karjakin puede arriesgar más. En sus 21 duelos clásicos anteriores, lidera el prodigio noruego por 4-1, con 16 tablas.
En la primera partida, Carlsen condujo las blancas y, tal vez, trató de sorprender al elegir el Ataque Trompowsky (vamos, que 2.Ag5 no se ve mucho en la súper elite), pero Karjakin no tuvo problemas para igualar la posición y, cuando las torres desaparecieron del tablero, en el movimiento 35, quedó claro que el primer cotejo del match se encaminaba a las tablas. Fue un interesante inicio de un duelo que, a diferencia de lo ocurrido en 2013 y 2014, no encontrará decisión antes de la duodécima partida.