Excéntricos

Los deportistas excéntricos no son un fenómeno del siglo XXI; aunque es indudable que el incremento de la cobertura mediática ha propiciado una exaltación desmedida a la vida de las estrellas y esto trajo consigo el incremento del número de atletas que intentan atraer la atención más por sus actuaciones fuera de los terrenos que por sus resultados competitivos.

Algunos no dudan en criticarlos porque consideran que dañan la imagen del deporte; otros les perdonan sus “caprichos” y prefieren centrarse en las genialidades que muchos, no todos, pueden lograr sobre una cancha, en una piscina o un tablero.

La lista de excéntricos sería larga y entre los deportes el ajedrez y el fútbol tienen varios de los ejemplos más recordados.

En la actualidad tal vez ningún futbolista atraiga más a los medios que el portugués Cristiano Ronaldo. Sus goles ayudaron al Manchester United a ganar los títulos más importantes, tanto en su país como en competiciones europeas; sin embargo, fuera del campo o a veces dentro de él, este atleta trata de ganarse los titulares de la prensa y no precisamente por las brillantes jugadas que construye.

Gestos, poses, patadas por supuestos enfados. Mucho de esto se vio en el césped del estadio olímpico de Roma, donde ni Ronaldo ni sus compañeros del Manchester pudieron con el excelente juego del Barcelona en la final de la Liga de Campeones. Las cámaras no perdieron de vista a Ronaldo quien hizo lo posible por acercarse al gol y también por mostrar su frustración ante la derrota.

En el béisbol de Grandes Ligas abundan los excéntricos; pero Alex Rodríguez quizás ocupe la primera posición en una hipotética encuesta. El jugador mejor pagado en la historia necesita dos asistentes personales, dos taquillas en el camerino de los Yankees de Nueva York y cuenta con el asesoramiento de una gran compañía de publicidad que se ha encargado, tal vez sin éxito, de “limpiar” su imagen después que Alex reconoció el uso de sustancias prohibidas desde 2001 hasta 2003.

A estos casos se pudieran agregar otros, como el de Joe Horn, recibidor abierto de los Santos de Nueva Orleáns en el fútbol americano. El controvertido jugador realizó, en 2003, una llamada por su celular a modo de festejo luego de capturar un pase. Horn recibió una gran multa de 30 mil dólares, pero tuvo sus 15 segundos de fama y un puesto entre las excentricidades más citadas.

No obstante la diversidad de deportes con excéntricos en sus filas, el ajedrez luce como uno de los más propensos a ampliar, cada año, la lista. Esta es una historia que comienza desde las primeras décadas del siglo XX y que en varias ocasiones encuentra puntos en común con las supersticiones. Uno de los casos más curiosos fue el de Alexander Alekhine, campeón mundial por primera vez en 1927, después de derrotar al favorito cubano José Raúl Capablanca. El ruso nacionalizado francés tenía predilección por los gatos y no dudaba en retratarse o llevar siempre consigo a su felino preferido, llamado “Chess”.

Este animal, que ganó varios concursos de belleza, se paseaba por el salón mientras su amo jugaba y nadie podía quejarse. Alekhine lo vio como un amuleto de la buena suerte; aunque de seguro para muchos era otra de las tantas formas que utilizó el ruso para llamar la atención.

Sin dudas el más excéntrico de los jugadores de ajedrez fue Bobby Fischer. Sus historias de demandas imposibles de cumplir servirían para escribir varios libros. El polémico y genial ajedrecista falleció en 2008; pero sobreviven no solo sus brillantes partidas, también las múltiples cosas fuera de lo común que hizo en su carrera.

Fischer se quejaba por casi todo: supuestamente existía un complot en su contra; además, los rivales pretendían desconcentrarlo mediante sonidos de alta frecuencia que solo él y los delfines podían escuchar. Como si esto fuera poco, el ruido provocado por las envolturas de los caramelos funcionaba como una distracción para él. Así logró “sacar de sus casillas” al soviético Boris Spassky, en 1972, en uno de los matches más recordados por el título mundial.

No son pocos los que defienden las excentricidades en el deporte—como mismo hacen en las demás facetas de la vida—ya que consideran que, en lugar de perjudicar, ofrecen a los fanáticos nuevos elementos para sentirse atraídos por las estrellas; pero aquí surge un problema: muchos de estos supuestos estelares son apenas una construcción mediática y el abundante dinero en sus cuentas bancarias se debe a su capacidad natural o recreada para llegar a los titulares, no a sus habilidades deportivas.

Cristiano Ronaldo de seguro continuará marcando goles, todavía no se sabe si en el Manchester United o en un club capaz de pagar los millones de euros que vale su traspaso. Probablemente sus gestos de niño mimado y sobreactuadas poses en el terreno vuelvan a ocupar las portadas de las decenas de revistas del corazón que pululan también en Internet; sin embargo, para aquellos que preferimos centrarnos en los pases, tiros a puertas y goles, las actitudes que asuma el futbolista—o cualquier atleta— lejos de los estadios no lo ayudarán a ampliar su capital financiero. Lástima que otros no piensen así.

Publicado en Cubasí