Han pasado 32 años desde que el “Equipo de Ensueño” de baloncesto de Estados Unidos maravillara al mundo en los Juegos Olímpicos de Barcelona y hoy no parece exagerado afirmar que aquella selección puede seguir siendo considerada la mejor de todos los tiempos. Las razones que sostienen la idea anterior no están centradas únicamente en la calidad individual de los jugadores (que era extraordinaria), ni en las palizas que propinaron en la Ciudad Condal (donde ganaron por una media de más de 43 puntos), sino que, en realidad, ese equipo marcó un antes y un después para el baloncesto olímpico. Después de Barcelona se hizo habitual que las súper estrellas de la NBA cambiaran el uniforme de sus clubes por el de sus equipos nacionales y esto influyó en que los torneos de baloncesto (no solo en Juegos Olímpicos) elevaran enormemente su nivel.
Recordemos que la presencia de jugadores profesionales en el movimiento olímpico estuvo prohibida hasta finales de los años ochenta del siglo pasado, pero, con el mundo en medio de un cambio geopolítico trascendental, también llegaron modificaciones en el reglamento olímpico. La Federación internacional de baloncesto aprobó, en abril de 1989, la incorporación de profesionales en sus torneos y esto abrió las puertas a los jugadores de la NBA; aunque no fue tan sencillo convencer a las estrellas estadounidenses (hoy tampoco lo es) para que dejaran a un lado sus vacaciones, entrenaran juntos y, luego, compitieran.
USA Basketball estaba decidido a reconquistar el espacio perdido. En los Juegos de Seúl, en 1988, los estadounidenses apenas habían sido terceros, por detrás de la entonces Unión Soviética y Yugoslavia, que incluyeron a jugadores que luego brillarían en la NBA (desde Sabonis, hasta Petrovic, Kukoc y Divac). Con la “libre competencia”—como se llamó a la presencia de profesionales en los torneos internacionales— ya permitida, el siguiente paso fue “reclutar” a las estrellas. Algunas dieron el paso al frente sin muchos peros, entre ellas Magic Johnson, quien había anunciado en noviembre de 1991 que tenía VIH, Patrick Ewing, Charles Barkley y David Robinson; pero otros, como Michael Jordan, campeón olímpico en Los Ángeles, en 1984, y Larry Bird, dudaban.
Finalmente, el apoyo de los propios jugadores y algunos intereses económicos de por medio (en el caso Jordan) influyeron en que el mejor de la historia se comprometiera con el equipo. Por tanto, el coach Chuck Daily, doble campeón de la NBA al frente de los “chicos malos” de Detroit, tuvo a su disposición a 11 súper estrellas de la liga y un brillante jugador universitario. La lista del llamado “Equipo de ensueño” quedó conformada de la siguiente manera: Michael Jordan y Scottie Pippen de Chicago Bulls, John Stockton y Karl Malone de Utah Jazz, Magic Johnson de los Lakers, Larry Bird de Celtics, Patrick Ewing de los Knicks, Chris Mullin de Golden State Warriors, David Robinson de los Spurs, Charles Barkley de los Suns, Craig Drexler y Christian Laettner, doble campeón con Duke en la NCAA.
PALIZAS OLÍMPICAS EN BARCELONA 1992
En la Ciudad Condal, los estadounidenses fueron noticia dentro y fuera de la cancha. Su decisión de no hospedarse en la villa olímpica (alquilaron dos pisos de un lujoso hotel) no fue bien recibida por todos, pero, más allá de este detalle, el “Equipo de ensueño” solo despertó comentarios elogiosos por su fabuloso juego.
El “Equipo de ensueño” ganó cómodamente los siete partidos que efectuó en la cita estival, con una ventaja promedio de casi 44 puntos. En la final, los estadounidenses aplastaron a la Croacia de Toni Kukoc, Drazen Petrovic y Dino Radja, por 117-85. Tras esa victoria, el coach Daly se adelantó al futuro, con declaraciones que terminarían siendo totalmente ciertas: veremos a más profesionales en las Olimpiadas, pero no creo que veamos a una selección parecida a esta. “Algún día estarán en condiciones de competir al mismo nivel que nosotros. Entonces echarán la vista atrás y verán que el Dream Team marcó un antes y un después en la historia del baloncesto», concluyó Daily. Tuvo razón.