En sus casi siete décadas de existencia, los Juegos Panamericanos han tenido momentos muy curiosos que suelen ser olvidados en los recuentos que se realizan habitualmente sobre el evento multideportivo más importante del continente. Las crónicas, por lo general, se centran en las hazañas de atletas y en los triunfos de los equipos, pero en no pocas ocasiones dejan de lado los pequeños relatos que nos permiten tener una idea más completa sobre la historia de los Juegos.
SEDES EN CONFLICTO, CASI UNA GUERRA PANAMERICANA
Los Juegos Centroamericanos y del Caribe surgieron en 1926; sin embargo, después de esa fecha hubo que esperar un cuarto de siglo para que todos los países del continente compitieran en una cita multideportiva. En 1940, los delegados de 16 naciones que participaron en el Congreso deportivo panamericano aprobaron la realización de la primera edición de los Juegos, en 1942, en Buenos Aires; pero se interpuso la Segunda Guerra Mundial. El universo deportivo—en todas sus modalidades—quedó congelado por una década.
Durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948, conocidos como los de la austeridad, ya que la capital británica todavía no había podido recuperarse de los daños causados por los bombardeos nazis, se realizó la segunda versión del Congreso deportivo panamericano. En este cónclave quedó ratificada la capital argentina como sede de los Juegos, en 1951. La idea en aquel momento—que se mantiene hasta la actualidad—fue que los Panamericanos se efectuaran cada cuatro años.
No obstante, ese ciclo ha estado en peligro en varias ocasiones, por razones políticas y económicas. Santiago de Chile compitió por la sede de los Juegos de 1971; pero perdió ante Cali. Los chilenos perseveraron y obtuvieron el derecho de organizar la cita de 1975; sin embargo, el golpe de Estado, liderado por el dictador Augusto Pinochet, cambió todas las cosas. El nuevo gobierno renunció a los Juegos y la ciudad “suplente”, San Juan, la capital de Puerto Rico, alegó que ya había recibido la sede de la edición de 1979, por tanto, no podía asumir la organización del evento.
Ahí no terminaron los problemas. En diciembre de 1973, el Comité Ejecutivo de la Organización deportiva panamericana (ODEPA) validó la propuesta de Sao Paulo de acoger, nuevamente—ya lo había hecho en 1963—los Juegos; pero, a finales de 1974 una epidemia de meningitis azotó a la urbe brasileña y, por tanto, se produjo una nueva renuncia. En ese momento, apareció la oferta de Ciudad de México. El presidente de ese país, Luis Echevarría Álvarez, ofreció el apoyo a Mario Vázquez Raña—quien luego se convertiría en titular de la ODEPA—y en pocos meses los mexicanos, que afortunadamente contaban con las instalaciones de los Olímpicos de 1968, pudieron organizar los Juegos, por lo que se mantuvo intacto el ciclo de cuatro años.
Los conflictos reaparecieron alrededor de los Juegos de 1987. Chile volvió a recibir la sede y, por segunda ocasión, el gobierno del dictador Pinochet se negó a ofrecer apoyo económico. Ecuador tampoco pudo asumir los costos del evento y, en ese momento, la candidatura de La Habana cobró fuerza. No obstante, Indianápolis fue la ciudad elegida y Cuba sintió que había sido perjudicada, por lo que protestó. La presencia de la delegación cubana en los Juegos de 1987 estuvo en dudas, pero el Comité Olímpico de Estados Unidos y la ODEPA presentaron sus excusas por la manera en que se había conducido el proceso, además, ofrecieron garantías de respaldar la celebración de los Panamericanos, en La Habana, en 1991. Esto resolvió el trance diplomático-deportivo y Cuba asistió a los Juegos de 1987.
Después de dos décadas muy complicadas, la celebración de los Juegos no ha vuelto a correr peligro…y Chile, finalmente, acogerá en 2023 por primera vez los Panamericanos.
MASCOTAS PANAMERICANAS
Las mascotas son un símbolo inseparable de las principales competencias deportivas. En los Juegos Panamericanos se utilizan desde la cita de San Juan, en 1979, y en la lista de 14 animales hemos tenido, entre otros, un sapo, un tocororo, un puercoespín y hasta un lobo marino. Los organizadores tratan siempre, con más o menos acierto, de concebir su mascota como una combinación de características propias del país con elementos renovadores del diseño.
Los nombres de las mascotas han sido muy peculiares, desde el sapo Coqui, en San Juan, pasando por el torocoro Tocopán de La Habana, hasta el puercoespín Pachi, en Toronto. Para la edición de 2019, los peruanos lanzaron un concurso público por Internet y del voto de casi 45 mil personas salió como ganador “Milco”, un diseño de Andrea Medrano, inspirado en un cuchimilco, que es una estatuilla perteneciente a las culturas desarrolladas en el centro oeste del país.
FUEGO PANAMERICANO
El encendido del pebetero panamericano es uno de los momentos más esperados de la ceremonia de inauguración de cada cita. La tradición comenzó en los Juegos de Buenos Aires y aquí los argentinos realmente quisieron innovar, porque trajeron el fuego desde Grecia y el portador final de la antorcha fue el corredor griego Juan Sossidis. Cuatro años más tarde, los mexicanos decidieron que ellos recurrirían a sus raíces, por lo que el fuego no viajó desde Europa, sino que provino del Cerro de las Estrellas, un lugar de una riquísima historia, ya que los aborígenes renovaban ese fuego cada vez que comenzaba un nuevo siglo, según el Calendario Azteca.
Después, en 1963, los brasileños optaron por utilizar fuego provocado en Brasilia, a partir de los métodos empleados por los antepasados de los indios Carajás. Cinco décadas más tarde, el fuego de los Juegos de Toronto 2015 fue encendido al pie de la Pirámide del Sol de Teotihuacán, en México, en un ritual muy similar al que se utilizaba en la época prehispánica. Los organizadores de Lima 2019 tienen previsto realizar este mismo ritual, por lo que la antorcha será prendida en Teotihuacán y de ahí será trasladada, en avión, hacia uno de los sitios icónicos de Perú: la ciudadela de Macchu Picchu. A partir de allí recorrerá las principales ciudades del país.
PANAMERICANOS DE INVIERNO, UNA EXPERIENCIA QUE SE DERRITIÓ
Los Juegos Panamericanos también tuvieron una versión de invierno. Ocurrió en 1990 y el centro de esquí y snowboard Las Peñas, en la provincia argentina de Mendoza, tuvo la responsabilidad de acoger aquella cita, en la que solo participaron 97 atletas, provenientes de ocho países, en cuatro modalidades: descenso, slalom, Súper G y slalom gigante.
Esa experiencia no tuvo una favorable acogida y su segunda edición, prevista para Santiago de Chile, en 1993, fue cancelada. Desde entonces nadie se ha atrevido a retomar los planes de nuevas citas, ni siquiera en un contexto en el que los deportes invernales han ganado en aceptación en el continente.