domingo, diciembre 22Un espacio para todos los deportes

I Clásico Mundial de béisbol 2006: la sorpresa cubana

Cuando a finales de 2005 tomó fuerza la idea de organizar el primer Clásico Mundial no pocos pensaron que sería imposible celebrar ese torneo. Las dudas parecían razonables, porque desde que se aceptó la entrada de jugadores profesionales al béisbol internacional, en 1998, la Major League Baseball nunca permitió que los atletas pertenecientes a sus franquicias participaran en Juegos Olímpicos o Campeonatos Mundiales; sin embargo, en 2006 la MLB apoyó al Clásico Mundial, al menos por dos razones: ellos establecían las reglas y, además, el torneo podría tener un gran impacto económico.

El 3 de marzo de 2006 arrancó el primer Clásico Mundial de béisbol. Los 16 equipos quedaron divididos en 4 grupos. El estadio Hiram Bithorn, en San Juan, acogió al grupo C, donde compitieron Cuba, Puerto Rico, Holanda y Panamá.

En la primera fase hubo pocas sorpresas. En el grupo A sobresalieron los surcoreanos que concluyeron invictos, con un triunfo final sobre los japoneses; mientras, por el B, avanzaron mexicanos y estadounidenses. En la agrupación D clasificaron dominicanos y venezolanos.

Cuba debutó ante Panamá y aquel desafío resultó tenso. Llegó igualado al noveno inning y allí apareció Yuliesky Gourriel con un enorme jonrón que parecía decisivo; sin embargo, los panameños contraatacaron en el cierre, empataron el desafío a 6 carreras y casi dejan en el campo a los cubanos. El duelo se fue a extrainnings y en el onceno capítulo los antillanos marcaron dos anotaciones que, esta vez, sí fueron suficientes.

Al día siguiente la victoria fue más fácil ante Holanda, 11 por 2. Los cubanos tomaron la delantera en el primer inning, con dos carreras y ampliaron el marcador en el quinto, gracias a un jonrón de Yoandri Garlobo. Desde el montículo, Ormari Romero y Yadel Martí se encargaron de controlar a la ofensiva holandesa. Los dos triunfos le dieron la clasificación a Cuba, por tanto, el tercer partido, frente a Puerto Rico, fue intrascendente. Los boricuas batearon muchísimo esa noche y lograron una victoria por KO, de 12 a 2. La despedida cubana de la primera fase no fue la mejor; pero la selección dirigida por Higinio Vélez ya había cumplido su objetivo inicial.

Para la segunda fase los ocho equipos clasificados se agruparon en dos sedes: en San Juan se mantuvieron Cuba y Puerto Rico y viajaron hacia allí dominicanos y venezolanos; mientras, en el Angel Stadium, en Anaheim, jugaron Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y México. A la semifinal avanzaban dos selecciones por  cada agrupación.

Cuba cayó en el “grupo de la muerte”; aunque desde el primer partido demostró que lo ocurrido en la primera vuelta no había sido “casualidad”. Los cubanos debutaron ante Venezuela, que presentó como abridor a su estelar Johan Santana, un hombre que ya había conquistado dos premios Cy Young. Vélez confió en Martí quien realizó un buen trabajo y, cuando se complicó, el director cubano decidió que era hora de acudir a su mejor relevista, Pedro Luis Lazo. El cambio fue acertado, porque el pinareño se presentó en una tarde espectacular y en cinco innings solo permitió dos carreras a una alineación en la que sobresalían Miguel Cabrera, Bobby Abreu,  Maglio Ordóñez y Omar Vizquel.

La ofensiva cubana despertó en el sexto inning y los jonrones consecutivos de Frederich Cepeda y Ariel Pestano garantizaron el importantísimo primer triunfo. 24 horas después, los cubanos perdieron ante República Dominicana 7 carreras por 3. En este desafío la defensa antillana no estuvo bien y un error en tiro de Michel Enríquez abrió las puertas a dos carreras que desequilibraron tempranamente el juego.

Cuba y Puerto Rico llegaron al último partido con balance de 1 triunfo y 1 revés. El ganador avanzaría a la semifinal, mientras el derrotado regresaría a casa. Los cubanos esta vez comenzaron delante y en el cuarto inning aprovecharon un error del torpedero Alex Cintrón para marcar tres carreras. El triunfo estaba cerca; sin embargo, los boricuas reaccionaron. En el final del séptimo inning un imparable de Carlos Beltrán puso de pie a todo el estadio Hiram Bithorn; aunque de seguro la alegría no duró mucho, porque el  famoso receptor Iván Rodríguez  fue puesto out en home, gracias al certero tiro de Yuliesky Gourriel y el bloqueo de Ariel Pestano. Del resto se encargó el camagüeyano Vicyohandry Odelín quien hizo un formidable relevo. Para sorpresa de muchos, Cuba estaba en la semifinal.

El sábado 18 de marzo de 2006, en el Petco Park, de San Diego, Cuba y República Dominicana efectuaron el primer partido semifinal del Clásico Mundial. La pizarra se mantuvo inalterable durante cinco capítulos, por el bueno trabajo de los abridores Martí y Bartolo Colón. En el sexto, ya frente a los envíos de Pedro Luis Lazo, los dominicanos tomaron el mando, por un error de Yuliesky Gourriel. La respuesta cubana fue inmediata: Frederich Cepeda igualó el desafío, al conectar un roletazo que trajo desde tercera a Gourriel y, luego, dos imparables consecutivos de Osmani Urrutia y Yoandri Garlobo dieron una ventaja de 3 carreras a 1. Lazo volvió a dominar y tras el ponche al emergente Alfonso Soriano, todo el equipo celebró una de las victorias más importantes en la historia del béisbol nacional.

Hoja de anotación del partido entre Cuba y República Dominicana, en la semifinal del 1er Clásico Mundial de béisbol, en 2006
Hoja de anotación del partido entre Cuba y República Dominicana, en la semifinal del 1er Clásico Mundial de béisbol, en 2006

En la otra semifinal, en un duelo asiático, Japón le quitó el invicto a Corea del Sur. Dos días después, el lunes 20 de marzo, pocos cubanos pudieron conciliar el sueño. A las 10 de la noche comenzó la discusión del título del Clásico Mundial, entre cubanos y japoneses.

Los nipones tomaron el control del partido desde el primer inning, cuando marcaron cuatro carreras. Luego ampliaron la ventaja; sin embargo, los cubanos nunca se dieron por vencidos. En el sexto inning un doble de Frederich Cepeda y un jit de Osmani Urrutia acercaron el marcador, 6 por 3. Después, en el octavo, Cepeda nos puso a soñar, con un jonrón por el jardín izquierdo. Cuba estaba a solo una carrera; pero los relevistas no controlaron la ofensiva japonesa que pisó el home en cuatro ocasiones en el noveno y acabó con nuestras esperanzas. Japón, con Ichiro Suzuki y Daisuke Matsuzaka como figuras claves del partido, era el campeón del primer Clásico Mundial.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *