La selección nacional cubana de béisbol participó en las cinco ediciones oficiales de este deporte en Juegos Olímpicos. En la sexta (y presumiblemente última), en Tokio, el equipo no estará, tras ser eliminado del Torneo Preolímpico de las Américas, que se juega en la Florida.
Mucho se pareció ese equipo a otros que, año tras año, se han hundido en la irrelevancia. Pobre trabajo del cuerpo de dirección (no importa cuál sea el apellido del director, por allí han pasado todos en la última década y ninguno ha acertado); ofensiva poco eficiente y una incapacidad absoluta para ganar un partido decisivo.
Criticar ahora, tras el nuevo descalabro, parece sencillo. En realidad, es sencillo. Quizás el principal error no haya sido la selección del abridor de los dos primeros partidos; tampoco culpemos a la falta total del batazo en el momento oportuno. El error, ese que pudo subsanarse para un torneo tan importante, estuvo en no reconocer que, para al menos tener oportunidades ante estos equipos, había que contar con lo mejor disponible en ligas extranjeras. Y hubo opciones. Faltó diálogo. Faltó voluntad. Una vez más.