En 1927 el presidente de la Federación francesa de fútbol, Henri Delaunay, propuso organizar un torneo en el que participaran las mejores selecciones nacionales de Europa. Todavía no se había desarrollado ni siquiera la primera edición de la Copa Mundial, así que el sueño de Delaunay estuvo olvidado durante décadas.
Solo 31 años después de los pronunciamientos del francés, en 1958, durante la primera asamblea de la UEFA se aceptó la celebración de la Eurocopa, prevista para 1960, en París. Este torneo no despertó el interés de varias potencias futbolísticas, por lo que a la cita inaugural no asistieron grandes equipos como Italia, Inglaterra, Holanda y la República Federal Alemana. La Unión Soviética presentó a una fortísima selección que avanzó, sin problemas, a los cuartos de final.
Allí los soviéticos debían enfrentar a España; pero la Guerra Fría estaba en un momento álgido y el dictador Francisco Franco no quería exponerse a un papelazo deportivo, por lo que decidió retirar a España de la competencia. De esta manera, los soviéticos chocaron en la final contra Yugoslavia. La gran estrella era Lev Yashin, la inolvidable “Araña Negra”, probablemente el portero más recordado de la historia. Con la “Araña” bajo los palos, los soviéticos detuvieron los ataques yugoslavos y aseguraron el título de la Eurocopa.
Cuatro años más tarde, en 1964, la España de Franco acogió al torneo. Los campeones volvieron a lucir bien y llegaron hasta la final; mientras, por el otro lado, los locales tuvieron que sudar para dejar en el camino a Hungría, en la semifinal. No pocos esperaban que, en el duelo por la corona, los soviéticos “pagaran con la misma moneda” el boicot de Franco, en 1960; sin embargo, nada de esto ocurrió.
El 21 de junio de 1964, en el estadio “Santiago Bernabéu”, de Madrid, 100 mil fanáticos, con el dictador y su séquito en las gradas, no se cansaron de apoyar a su equipo. Parecía que el partido se iría a la prórroga, ya que marchaba igualado a un gol, cuando solo faltaban seis minutos para su conclusión. En ese momento, Marcelino logró cabecear un centro y la pelota entró por el lado izquierdo de la portería defendida por Yashin. La sorpresa se había concretado y España era la campeona de Europa.
La tercera versión de la Eurocopa se desarrolló en Italia, en 1968. Nuevamente los soviéticos presentaron a una selección competitiva y enfrentaron en la semifinal a los italianos. Ninguno de los dos pudo perforar la portería contraria, así que, tras dos prórrogas, los organizadores se vieron forzados a adoptar una decisión. En la actualidad esto se resolvería con la tanda de penales; pero en 1968 todavía no se había instaurado ese método, por lo que la alternativa fue lanzar una moneda al aire.
En el estadio San Paolo, de Nápoles, los fanáticos esperaron, expectantes, la inusual resolución de un partido de fútbol. La moneda cayó a favor de los italianos y esto le permitió a los azzurris jugar la final contra Yugoslavia.
Aquel fue un torneo tan raro que el desafío por el título concluyó igualado a 1 gol. ¿Cómo definir al campeón? ¿Otro sorteo con la moneda? Los italianos no quisieron tentar dos veces a la suerte y prefirieron organizar un segundo desafío. En este, los goles de Riva y Anastasi dieron el primer y único título para Italia en la Eurocopa.
Para la edición de 1972, celebrada en Bélgica, la entonces Alemania Federal presentó a un potente equipo, que fue la base del que conquistó la corona mundial, en 1974. Con Franz Beckenbauer como cerebro creador de las acciones ofensivas y Gerard “El Torpedo” Müller en el ataque, los germanos tuvieron un espectacular torneo.
Los soviéticos, ya sin Lev Yashin, lograron incluirse en su tercera final; pero poco pudieron hacer ante los teutones, en un partido también mediado por la política, a partir de los enfrentamientos entre la URSS y la Alemania Occidental. Con dos goles de Müller y otro de Wimmer, los alemanes conquistaron, en Bélgica, la primera de sus tres coronas europeas.