La decisión del Gran Maestro armenio Levon Aronian de jugar con la Federación de Estados Unidos ha vuelto a colocar sobre la mesa de discusión uno de los temas más polémicos para el universo ajedrecístico: cómo manejar esta situación para que los países más poderosos no terminen “comprando” a los jugadores más fuertes. Quizás la FIDE pudiera tomar consejo de la aproximación a un problema similar que adoptó la FIFA.
Aronian es un héroe en Armenia. El pequeño país, golpeado muy fuertemente por los conflictos bélicos con su díscolo vecino, Azerbaiyán, se enorgullece de la calidad de sus jugadores. Bajo el liderazgo de Aronian, la selección armenia ganó tres Olimpiadas (2006, 2008 y 2012) y un Mundial por equipos (2011). Aronian recibió los máximos honores deportivos. En 2020 sufrió la pérdida de su joven esposa Arianne Caoili, quien falleció por las heridas sufridas en un accidente automovilístico. El golpe fue demoledor. El Gran Maestro, de 38 años, logró reponerse y ha jugado muy buen ajedrez, tanto online como presencial. Con su ELO de 2781 puntos ocupa el quinto lugar del ranking mundial.
Antes de que Aronian oficializara su determinación de establecerse en San Luis y jugar para la Federación de Estados Unidos ya había rumores en las redes sociales sobre este cambio. En una publicación en Facebook, Aronian explicó las razones que lo llevaron a tomar la decisión: el poco apoyo recibido por el actual gobierno del primer ministro Nikol Pashinyan quien incumplió varias de las promesas hechas (financiar un entrenador personal y una computadora muy potente) y las posibilidades que le abrió el multimillonario Rex Sinquefield, el principal mecenas del ajedrez en Estados Unidos.
“Me gustaría expresar mi gratitud al respetado Rex Sinquefield por seguir creyendo en mí. Gracias también a Fabiano Caruana, el jugador más fuerte de Estados Unidos, que me apoya y comparte mi decisión de ser compañeros de equipo. Estoy muy agradecido con mi familia, parientes, amigos y todas las personas que conocen mis principios y me entienden”, escribió Aronian.
Mientras, en un comunicado, Sinquefield respondió: “Levon jugó en nuestra primera Copa Sinquefield en 2013. Lo he conocido a lo largo de los años para ser un competidor feroz y un verdadero caballero. Representa lo mejor de nuestro deporte. Cuando vino a nosotros con interés en mudarse a St. Louis y representar a los Estados Unidos, no se me ocurrió nadie mejor. Le damos la bienvenida con los brazos abiertos”.
La FIDE reconoce en sus reglas que el tiempo de espera de dos años para jugar por la nueva bandera comienza a contar a partir del último torneo en que el jugador representó oficialmente a su país.
En el caso de Aronian, esto sucedió en el Campeonato Mundial Rápido y Blitz, de diciembre de 2019. No obstante, no queda claro si la Copa de las Naciones online y la Olimpiada online de la FIDE, en 2020, serán valoradas. Por tanto, es probable que Aronian pueda jugar con la selección de Estados Unidos en la próxima Olimpiada, prevista para Moscú, en 2022.
El equipo estadounidense estaría compuesto, a día de hoy, por Fabiano Caruana (nacido en EE.UU, pero que jugó varios años para Italia), Aronian (cuando se produzca la transferencia oficial), el filipino Wesley So, el cubano Leinier Domínguez e Hikaru Nakamura. Y aquí es donde está el problema.
Por supuesto que Aronian, como cualquier ajedrecista, tiene el derecho de vivir donde considere que sea más conveniente, tanto en lo personal como profesional. Si se siente más apoyado en San Luis que en Erevan, pues es un paso lógico. Sucede igual con Leinier Domínguez, el mejor ajedrecista cubano en los últimos 100 años. Sin embargo, cuando una Federación organiza un equipo a partir de “traer” a los jugadores de la súper elite, entonces entramos en otro escenario.
La FIFA resolvió (aparentemente) este problema con una tajante decisión: si un jugador defendió en algún momento a un determinado país, en un certamen oficial, NO podrá defender los colores de otro país. Pero la FIDE tiene otras ideas. Inamovibles. Nadie debería sentirse insultado con el retorno de aquella idea, de 2015, de “buying nerds”.
Jon Stewart, cuando era el anfitrión de “The Daily Show”, en Comedy Central, nos dejó esta perla humorística, pero tan real, con el—entonces— corresponsal Trevor Noah: “nos gusta ganar. Afrontemos los hechos. Podríamos, pacientemente, construir un equipo con el talento local durante años de duro trabajo. Años de trabajo. Mejor los compramos”.