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Serie del Caribe 2019: Cuba, más leña de un árbol caído

El vaso medio lleno o medio vacío. Cualquiera de las dos respuestas puede aceptarse como valoración del papel de los Leñadores de Las Tunas en la 61 edición de la Serie del Caribe, celebrada y ganada por Panamá.

Comencemos por la «versión optimista», esa que prefiere ver el vaso medio lleno y considera que el hecho de llegar nuevamente a la final del torneo, después de tres fiascos consecutivos, es un hecho meritorio.

Después del triunfo de Pinar del Río, en 2015, en las siguientes tres ediciones Ciego de Ávila y Granma fallaron en el momento oportuno (el juego semifinal) y quedaron sin posibilidades de luchar por la corona.

Ahora, los Leñadores supieron ganar el partido decisivo frente a los Cardenales de Lara de Venezuela y pelearon por la corona, frente a los sorpresivos Toros de Herrera, un equipo que una semana antes ni siquiera sabía que iba a participar en la Serie del Caribe.

El pitcheo cubano lució muy bien. Solo ocho carreras en cinco partidos de béisbol ilustra que los lanzadores hicieron su trabajo…si cuatro de ellos fueron de vacaciones a Panamá fue total responsabilidad de una dirección con una comprensión arcaica sobre cómo manejar un juego de pelota. Lázaro Blanco fue elegido, con total justicia, como el mejor lanzador de la Serie y espero que los scouts que estaban en Panamá hayan visto suficiente potencial en el derecho para darle un espacio en una liga que no sea la Can-Am.

Alfredo Despaigne fue el único bateador que sobresalió en el equipo nacional y su inclusión en el Todos Estrellas de la Serie también fue muy lógica. El granmense acumulaba una serie de decepciones consecutivas con el uniforme cubano; sin embargo, esta vez, con menos libras de peso y muy descansado, al no participar en la 58 Serie Nacional, fue el líder que necesitaba el equipo. Pero estuvo solo, muy solo.

Ver el vaso medio vacío es terriblemente fácil. Los «Leñadores de Las Tunas» incluyeron en la nómina a la inmensa mayoría de los mejores jugadores con que cuenta la Federación cubana, pero ni siquiera eso fue suficiente para lograr el título en la Serie. Quizás esta haya sido la versión menos fuerte de los últimos años, ya que los equipos rivales no lograron incluir a prospectos de Grandes Ligas, ni siquiera hubo muchos descartes. Sergio Romo y Manny Corpas hace tiempo que dejaron atrás el máximo nivel.

Además, la división de la Serie en dos grupos impidió el «todos contra todos» que fue habitual por décadas.
Las principales críticas al equipo cubano se centraron, lógicamente, en la pobrísima actuación ofensiva. Si el pitcheo fue el mejor del certamen, el bateo resultó el peor. Faltó el batazo oportuno, sobró nerviosismo, fallaron una y otra vez los mismos jugadores, ante la mirada de una directiva que dejó muchísimo que desear.

Pablo Civil ganó la Serie Nacional, pero su debut al frente de lo más parecido posible a un «equipo Cuba» fue desastroso. No supo mover la alineación, no acertó en los cambios (básicamente porque no los hizo), el manejo de los lanzadores fue el de los años ochenta. El único «consuelo» es que no ha sido el primero. Antes que él hicieron lo mismo Roger Machado y Carlos Martí. No terminamos por comprender que el béisbol cambió, para bien y para siempre. No parece exagerado afirmar que, en Panamá, se hizo leña con un árbol ya caído.

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