Guardo con mucho cariño y no precisamente en el baúl de los recuerdos sino en un lugar “privilegiado” de mi atestado disco duro una recopilación de los mejores momentos vividos por el equipo Villa Clara, campeón de la Serie Nacional de béisbol en tres ocasiones consecutivas, entre 1992 y 1995. En ese entonces tenía solo 10 años, pero en mi mente hoy todavía puedo reproducir algunas de las secuencias más gloriosas de esa etapa inolvidable (los jonrones de Víctor Mesa ante Omar Ajete, el jit de Michel Perdomo para dejar al campo a Industriales, en el séptimo partido, el pitcheo de Rolando Arrojo y Eliécer Montes de Oca contra Pinar del Río); sin embargo, apenas puedo recordar partidos de la recién terminada Serie Nacional, donde Villa Clara volvió a jugar y a perder una final. Dirán, con razón, que la memoria es selectiva.
Después de los tres campeonatos consecutivos que ganaron los Azucareros (todavía la provincia era líder nacional en la producción de azúcar) de Villa Clara, bajo la dirección de Pedro Jova, de alguna manera desapareció la garra, entrega, oportunidad que siempre había caracterizado a los equipos del centro del país, desde aquellos Azucareros de Serbio Tulio Borges hasta la generación del 83. No pocos peloteros partieron a probar suerte en otros destinos. Pocos, en realidad, sobresalieron (solo Arrojo logró millones), pero la situación de los que quedaron atrás no fue mejor. Vino un “recambio” generacional, luego otro y entonces, con Víctor Mesa, cuando todavía era querido en la tierra donde nació y obtuvo sus mejores resultados, los Azucareros volvieron a una final. Dos, de manera consecutiva. En ambas fueron barridos por Industriales, un equipo tan completo que solo el mar pudo impedir que siguiera triunfando.
Otro “recambio” y, en 2009, otra final. Esta contra un equipo que ya no existe, que representaba a una provincia ahora dividida en dos mitades. Le decían “Habana campo”, de manera despectiva. Aquel equipo de Esteban Lombillo tenía al mejor pitcheo de Cuba y solo un error infantil de Ernesto Molinet impidió la barrida. Ganaron los habaneros y extendieron la agonía villaclareña a cinco finales consecutivas perdidas, con un balance de 3 y 20.
Después de nuevos golpes que dio la vida (entre ellos otro fracaso contra Industriales, en siete partidos), en 2013 Villa Clara, con Ramón Moret dando órdenes (algunas) desde el banco enfrentó a Matanzas, que tenía al frente nada menos que a Víctor Mesa, quien había pasado de ídolo local, al que solo faltó hacerle una estatua, a villano de la película. No creo que al 32 le importara aquello demasiado, tal vez, en esa mente inextricable, hasta disfrutara los improperios. Lo cierto fue que Villa Clara ganó el playoff, en cinco partidos. Para la historia el último turno al bate de Ariel Pestano, quien conectó un jonrón con bases llenas y, antes de dar la vuelta al cuadro, acarició sus partes íntimas, casi frente al iracundo Mesa. Tiempo atrás, el director había dejado fuera a Pestano del equipo que participó en el III Clásico Mundial. Por supuesto que sin un motivo razonable, ya que el 32 nunca necesitó motivos para adoptar una decisión. Sencillamente se dejaba llevar por sus instintos…que lo traicionaron casi siempre.
Aquella corona villaclareña de 2013 se disfrutó muchísimo, tras una larga espera de 18 años. Quizás sea que los tiempos cambiaron, pero me quedó la sensación de que, aunque lógicamente el júbilo fue enorme, los festejos no se parecieron a los de la década del noventa. En ese momento prácticamente no había corriente eléctrica, ni comida, sí muchas bicicletas y los carretones de caballo comenzaban a construir su imperio del transporte en Santa Clara; pero, tal vez precisamente por esto, todos sentimos más de cerca el campeonato nacional de un equipo que, también, es “más que un club”.
El recuento cronológico por momentos de Villa Clara en las finales nacionales nos trae al presente. Cinco años después de vencer a Matanzas, los ahora oficialmente reconocidos Leopardos azucareros perdieron, en cinco desafíos, el playoff contra Las Tunas. Pobre pitcheo, bateo poco oportuno, errores defensivos y decisiones controvertidas del inexperto director Eduardo Paret se combinaron para facilitarle la vida a un equipo que había sido el mejor en la 58 Serie Nacional. Una vez más, no habrá fiesta en Santa Clara. En 25 años solo ha habido una. Ante esto no puedo dejar de sentir añoranza por un tiempo pasado beisbolero que, definitivamente, fue mejor.
Todo riempo pasado fue mejor. Cierto es que que a Villa Clara le ha faltado un acosa: suerte. Tal parece que los equipos de la central provincia ingieren demasiada sacarina y se endulzan demasiado, a tal punto de considerar que el rival, «pobrecito», debe ganar. Digamos que por ser tan dulces las hormigas se las han comido siempre en las finales que han disputado.
Hola Alejandro, en el béisbol cubano todo tiempo pasado fue mejor. Creo que el problema de los equipos villaclareños en las finales no ha sido de suerte, sino que les ha faltado el empuje que caracterizó a los equipos de las provincias centrales en los setenta, ochenta y principios de los noventa. Les ha faltado un líder que los empuje. Tantas finales perdidas no son casualidad.
Excelente recuento, sobre todo me preocupa el conformismo y las exageradas felicitaciones a Paret y su colectivo de dirección. Gracias Miguel Ernesto, disfruté con tu artículo.
Hola Héctor, gracias por escribir! Realmente Paret y su colectivo (el regreso de Mermelada Riscart) no tomó las mejores decisiones en el playoff final contra Las Tunas. La decisión de colocar a un novato, en el octavo inning del 4to juego, con las bases llenas, con Zamora y Canto en el banco, fue imperdonable. De cualquier forma, tras cinco años sin nada para celebrar, es meritorio que este equipo haya llegado nuevamente a la discusión del título y en esto (aunque estuvo ausente por x,y,z en varias ocasiones a lo largo de la campaña) Paret jugó un papel importante