El combate más esperado y publicitado de la UFC terminó con el resultado esperado, pero de la peor forma posible: el ruso Khabib Nurmagomedov venció en cuatro asaltos al “Notorius” Conor McGregor en el T-Mobile Arena de Las Vegas y después perdió la (poca) cabeza, saltó la jaula del octágono donde se celebró la pelea y la emprendió a golpes contra miembros del equipo del irlandés; mientras, en el piso, McGregor recibía puñetazos de un iracundo fan del ruso. Bochornoso.
“Soy humano”, se disculpó luego Nurmagomedov; pero lo cierto es que el daño ya está hecho. El ruso extendió a 27 su cadena de triunfos e hizo lucir mal a McGregor; sin embargo, en el momento en que debía celebrar una victoria contundente, optó por acudir al “modo bestia”. Su humillante comportamiento podría (¡debería!) tener consecuencias, porque el multimillonario Dana White sabe que la imagen de la UFC ha quedado enormemente dañada. McGregor debería continuar publicitando su marca de whisky o, tal vez, buscar una “revancha” contra Floyd Mayweather. Si Manny Pacquiao ya lo consiguió, ¿por qué no él?