La última vez que un equipo cubano de béisbol perdió un partido en Juegos Centroamericanos y del Caribe ocurrió en La Habana, en 1982, ante Puerto Rico. En los siguientes 36 años (7 ediciones, sin contar las ausencias en 2002 y 2010), la selección nacional conquistó el título, de manera invicta. Esa racha, como sabemos, terminó de la peor forma en Barranquilla 2018.
En la urbe colombiana, el béisbol cubano ha mostrado una de sus imágenes más tristes. Frente a rivales que conformaron equipos “C” o “D”, los bateadores antillanos han sido incapaces de producir. Los peloteros lucen hastiados de tanto jugar, sin descansar a lo largo del año, y ver tan pobre desempeño sobre el terreno produce hastío. Hace mucho tiempo que el deporte nacional cubano tocó fondo; pero lo que considero más grave es el inmovilismo perenne de los decisores ante el caos.
SIN CANASTAS
Quizás la medalla de oro más segura para Cuba en deportes colectivos, antes de que comenzaran los Juegos de Barranquilla, era la del baloncesto femenino. Desde la edición de Panamá, en 1970, las cubanas acumulaban 10 coronas de manera consecutiva. Si a la tradición sumábamos el hecho de que ni Puerto Rico ni México presentaron sus mejores jugadoras, entonces la victoria del equipo nacional se daba por descontada. Colombia se encargó de romper los pronósticos y protagonizó una de las mayores sorpresas de los Juegos, al superar a las cubanas, en tiempo extra.
Esta victoria colombiana en el baloncesto reafirma una tendencia que hemos visto en los Juegos, no solo en los deportes colectivos: Cuba ya ni siquiera domina el deporte en el área centroamericana y caribeña.