Ryan Lochte puede considerarse uno de los mejores nadadores de todos los tiempos y uno de los mentirosos más tontos de la historia. Con la fuerza de sus brazos ganó doce medallas olímpicas, de ellas seis de oro; pero su imagen se ha visto enormemente dañada por las torpezas cometidas fuera de las piscinas.
El caos comenzó en los Juegos Olímpicos de Río, en 2016, cuando Lochte y otros tres nadadores estadounidenses se pasaron de tragos y entraron en una gasolinera, donde cometieron actos vandálicos. Luego, ellos alegaron que habían sido víctimas de un robo; pero las cámaras de seguridad mostraron lo que realmente había sucedido. Por esto sancionaron a Lochte a diez meses sin competir. Como era de esperarse, sus principales patrocinadores dejaron de ofrecerle dinero.
Pero allí no terminaron las estupideces de Lochte. Este atleta, como tantos otros, tiene una presencia constante en redes sociales (una de sus fuentes de ingreso); aunque probablemente después de lo ocurrido, Lochte opte por ser un poco más precavido. Resulta que una foto suya, subida en Instagram, recogió el momento en que recibió una inyección intravenosa. Esta imagen fue analizada por la Agencia estadounidense antidopaje (USADA) que determinó que el atleta había infringido el reglamento por utilizar, sin autorización, una dosis superior al límite permitido de 100 mililitros en un período de 12 horas, sin una exención médica, algo que prohíbe la USADA salvo en casos de tratamiento hospitalario u operaciones quirúrgicas.
Ante esto, la USADA lo sancionó a 14 meses sin competir de manera oficial, hasta julio de 2019. La sustancia que se inyectó, principalmente vitamina B, no está ni siquiera prohibida, así que Lochte debe sentirse, con razón, como un tonto: castigado por dopaje…sin haberlo cometido.