«Quien no debe, no teme», respondió en varias ocasiones el portugués Cristiano Ronaldo, cuando le preguntaban sobre sus desfalcos a la Hacienda española, a través de una sociedad offshore, en las Islas Vírgenes Británicas. La historia ya sabemos cómo terminó: el jugador tuvo que declararse culpable de cuatro delitos fiscales y aceptar dos años de cárcel y una multa de 18,8 millones de Euros. Antes también le sucedió a otros, entre ellos a Messi, así que nada nuevo bajo el sol.
Creo que ese fue el comienzo del fin. Antes ya había dado las primeras señales «estoy triste», o, en su idioma, no me pagan lo que merezco. Si a otros con menos olfato goleador, con muchísimos menos títulos que él y sin tantas tableta de chocolate en el abdomen le daban más, ¿por qué a mí no?, probablemente se preguntara en su avión privado el ahora ex futbolista del Real Madrid, que siempre aspiró a 30-40 millones por temporada y, como no lo consiguió, decidió que, tras deber y temer, era el momento de partir.
Muchos creen que su salida de la Liga española hacia la Juventus de Turín es una buena noticia para el Barcelona. Por supuesto que para el Real Madrid no lo es, ya que por muchos millones que gaste en el futuro el presidente Florentino Pérez, el luso seguía siendo la mejor opción para el club merengue; pero lo curioso del caso es que su partida tampoco debe ser saludada por los culés.
Me explico. Sin CR7, la diferencia entre el actual Barcelona y Real Madrid aumenta; la Liga pierde incentivo y, aunque los fanáticos furibundos del Madrid (que son millones) repitan hasta el cansancio la frase «nadie es más grande que el club», vamos, en realidad el Barcelona es súper favorito para ganar nuevamente el campeonato doméstico, antes de patear el primer balón. Con CR7 en la nómina, también sería el favorito, pero con más cautela.
CR7 siendo CR7 adoptó la mejor decisión para su ya abultada billetera. Su caso quizás sea la mejor demostración de cómo perder ganando. Pierde el propio jugador, el Real Madrid…y también el Barcelona.