“No podemos tener a los reos controlando la prisión”. Esa fue la terrible frase con la que Bob McNair, el dueño de los Texans de Houston, definió la situación en la que se encontraban los equipos de la NFL, tras las continuas protestas de los jugadores antes de que sonara el himno nacional de Estados Unidos, en el inicio de cada juego de la actual temporada. Ese gesto, totalmente pacífico, pero al mismo tiempo muy crítico con las continuas muestras de brutalidad policial contra ciudadanos negros y las inequidades sociales imperantes en ese país, molestó al presidente Donald Trump, quien aseguró que los propietarios deberían despedir a los que osaran a hincar la rodilla cuando sonara el Star Spangled Banner. Las palabras del polémico mandatario provocaron una enorme ola de rechazo, a la que se sumaron, inicialmente, algunos dueños; pero ahora sabemos que, en realidad, nunca hubo tal “comunión” entre jugadores y propietarios sobre este tema.
Todo comenzó dos años atrás, cuando el entonces mariscal de campo de los 49ers de San Francisco, Colin Kaepernick, decidió, como gesto de protesta, hincar la rodilla durante la interpretación del himno estadounidense. Sus acciones fueron aplaudidas por algunos y cordialmente odiadas por otros. En el “home of the freedom” y “land of the braves”, Kaepernick perdió el trabajo y a día de hoy no ha podido volver a lanzar un pase en la NFL. No por falta de calidad, porque está claro que, incluso con su descenso en el nivel, este mariscal es mucho mejor que otros que tienen un puesto titular en alguna de las franquicias, sino porque ningún dueño de equipo quiere colocar al “revoltoso” dentro de la plantilla. Kaepernick ha dicho que no volverá a arrodillarse, pero si algo los propietarios han demostrado tener es buena memoria.
Trump encendió la polémica al sugerir que los atletas deberían dedicarse solo a jugar y el que no lo hiciera “sería maravilloso despedir al hijo de p—- que, según él, no respetara al himno. Dos días después, las televisoras mostraron, en la gran mayoría de los partidos, a los dueños de equipos, “de la mano” de sus jugadores, antes de la interpretación del himno, como supuesta señal de apoyo. En algunas franquicias, como los Steelers de Pittsburgh, la protesta fue más allá y los jugadores ni siquiera estuvieron en el terreno mientras sonaba el himno. Pero…pasó el tiempo y, ante el temor de que arrecieran las críticas y frente a un descenso en los rankings televisivos y en el interés de los patrocinadores de colocar dinero en la liga, los dueños, deportistas y líderes de la unión de jugadores optaron por reunirse.
En este encuentro fue donde Bob McNair logró ganar toda la atención con su patética comparación entre la NFL y una prisión, en la que (ellos), los propietarios, eran los carceleros y los jugadores eran los reos. En ninguna prisión, los reos controlan, y eso se aplica por igual, de acuerdo con McNair, a la NFL. Por tanto, siguiendo esta lógica, los dueños (ocho de los cuales dieron donaciones millonarias a la campaña de Trump) deberían hacer todo lo posible para impedir que el “negocio se les fuera de las manos”, es decir, que las protestas siguieran molestando al poder político y económico.
Las críticas sobre McNair no se hicieron esperar y, en un ejercicio habitual de relaciones públicas, el multimillonario pidió disculpas y dijo que su expresión no debería ser tomada “literalmente”. Pocos creyeron en la sinceridad de su declaración. El malestar, incluso, vino de adentro, pues el receptor abierto de los Texans, DeAndre Hopkins, consideró que las excusas no habían sido suficientes. Mientras, Draymond Green, de los Warriors de Golden State, de la NBA, puso el dedo todavía más en la llaga y comparó la posición de McNair con la de Donald Sterling, quien fue vetado de la liga, incluso siendo dueño de los Clippers de Los Ángeles, por sus posturas racistas. ¿Sucederá lo mismo con McNair? Momentos diferentes, ligas diferentes.
Publicado en Newsgur