En el (inicialmente) prometedor contexto del deshielo entre Washington y La Habana no pocos señalaban a Yuliesky G(o)urriel como el primer pelotero cubano que, sin necesidad de aplicar a la residencia por un tercer país, podría jugar en Grandes Ligas. El número 10 / 01 de Sancti Spíritus, Industriales, Cuba, el jugador más completo del país en la última década, aquel que no pudo ganar nada con los Gallos, ni con Industriales, el que maravilló en el primer Clásico Mundial y luego bateó para doble play en la final de los Juegos Olímpicos de Beijing y renunció a la selección nacional antes de los Panamericanos de Toronto, el que arrancó aplausos y recibió abucheos de los fanáticos de los Yokohama DeNa Baystars tenía, incluso después de sobrepasar los 30 años, las condiciones necesarias para al menos probar su calidad en la principal liga de béisbol del mundo.
¿Cuántos pagarían los Yankees por él? Esa pregunta era habitual entre los fanáticos cubanos, mientras Gurriel bateaba por encima de 500 en la edición más reciente de la Serie Nacional, apenas unos meses después de estar en el centro de la polémica, cuando decidió no presentarse a los entrenamientos de los Baystars, que lo habían firmado por casi 3 millones de dólares al año. Para todos estaba claro que «algo» se cocinaba con Gurriel, aunque al parecer la «cocina» no estaba en el sótano de la Federación cubana (que recibe el 10% de lo que generan los peloteros que ella representa. Imagino que no sean muchos los ingresos, si tenemos en cuenta que el mayor contrato bajo la nueva ley ha sido el de Alfredo Despaigne, quien, by the way, ahora quiere jugar en Grandes Ligas). La «cocina» estaba en la mansión de los Gurriel en Miramar, el sitio al que se habían mudado desde Sancti Spíritus después de los problemas cardiacos presentados por Lourdes Gourriel.
Los Gurriel—primer caso que conozco de transformación de apellido— esperaban que las conversaciones políticas avanzaran y llegara el «permiso»; pero pasó el tiempo, vino la MLB, con Yasiel Puig, José Dariel Abreu, Alexei Ramírez en la comitiva y… nada cambió. Entonces, ocurrió lo que sabemos: tras concluir la Serie del Caribe, celebrada en Santo Domingo, Yuliesky Gurriel y su hermano Lourdes Jr. optaron por no esperar más y dejaron atrás el hotel dominicano, la delegación cubana, la Serie Nacional y se pusieron en manos de los «agentes».
El resto es muy similar a lo que ha ocurrido con tantos otros peloteros: residencia en un tercer país, aprobación de Grandes Ligas para la firma, presentaciones antes diferentes equipos de las Mayores y el contrato millonario. Los Astros de Houston le ofrecieron 47,5 millones de dólares, por 5 años. Nada mal para un jugador de 32 años que podría haber visto pasar sus mejores años.
Yuliesky Gurriel no podrá regresar a Cuba (al menos por la ley vigente) hasta 2024; tampoco jugará el IV Clásico Mundial en 2017, los partidos de los Astros quedarán proscritos de la pantalla de la televisión cubana y los traficantes que pagaron la salida de los hermanos, sus movimientos y presentaciones ante diferentes equipos de las Mayores cobrarán sus (de seguro) elevados porcentajes del millonario contrato. El «culebrón Gurriel» nos ilustra que, aunque muchos esperaban que el béisbol fuera una pieza importante en el dominó político entre Washington y La Habana, los dos jugadores han pasado la ficha.