El japonés Yu Darvish acaba de ingresar a una de las listas más temidas del béisbol: la de los lanzadores operados del codo. En apenas un año, otros 100 pitchers, de diferentes niveles en la pelota organizada en Estados Unidos, han tenido que acudir a la cirugía “Tommy John”. Todavía no ha dado inicio la temporada 2015 de Grandes Ligas y ya cuatro lanzadores tuvieron una cita en el quirófano, que los alejará al menos un año de los terrenos. ¿Cuáles son las causas de esta “fiebre de codos frágiles”? No hay una respuesta conclusiva para un problema del que nadie parece inmune.
Durante 7 temporadas, Darvish brilló en el máximo nivel del béisbol japonés. Participó en la Olimpiada de Beijing 2008, donde perdió contra Cuba, y estuvo en el II Clásico Mundial. En 2012, los Rangers de Texas lo firmaron por seis años y 56 millones de dólares. En un primero momento, los resultados del nipón fueron excelentes. Darvish se convirtió en el mejor lanzador de la franquicia y en 2013 lideró a las Mayores en ponches propinados. A mediados de la campaña 2014, tras 22 aperturas, comenzaron los problemas. El lanzador sintió dolor en su codo y los directivos de los Rangers decidieron darle descanso a su estrella.
Darvish pensó que con reposo podría recuperar su ya dañado codo; pero el dolor regresó en los entrenamientos primaverales y los diferentes médicos consultados coincidieron en que era imprescindible acudir a la cirugía “Tommy John”, para reconstruir el ligamento colateral del codo de lanzar del japonés. Este año, antes que él, Joel Hanrahan (Boston), Tim Collins (Kansas City), Brandon Cumpton (Pittsburgh) y Shae Simmons (Atlanta) tomaron el mismo camino.
¿Qué está pasando con los lanzadores? ¿Por qué tantas lesiones en el mismo lugar? La mención a “Tommy John” se ha vuelto muy frecuente, aunque quizás no todos sepan que este tipo de cirugía no toma el nombre del médico que la realizó…sino del primer atleta que se sometió a ella.
En 1974, el pitcher zurdo Tommy John, quien jugaba con los Dodgers de Los Ángeles, se lesionó el brazo. Las perspectivas no eran prometedoras para el jugador; pero el doctor Frank Jobe probó una revolucionaria técnica en ese momento: sustituyó el ligamento del codo de lanzar con un tendón del antebrazo derecho del atleta. El procedimiento fue exitoso y John pudo continuar su carrera, en la que logró 228 victorias, más de la mitad de ellas después de la cirugía.
Desde ese momento, la operación “Tommy John” se extendió a otras disciplinas e, indudablemente, ha contribuido a salvar no pocas carreras en el deporte; pero, de seguro, todos los atletas quisieran evitarla. Entrenadores e investigadores no terminan por ponerse de acuerdo sobre las causas que han multiplicado las lesiones en los lanzadores, sobre todo entre los abridores más jóvenes.
Para algunos la explicación hay que buscarla en la manera en que se entrena desde las categorías inferiores, donde los brazos de los potenciales lanzadores comienzan a desarrollarse. El hecho de forzarlos a ampliar rápidamente su repertorio de envíos—especialmente los rompimientos— y el trabajo constante del brazo pudieran ser factores que debilitaran el codo de los adolescentes.
Otros creen que la causa de las lesiones está muy relacionada con la anterior; pero el análisis debería incluir también la tendencia—muy apreciable en Cuba—de apresurar los talentos hacia la categoría superior. Esos brazos todavía no han completado su formación y se ven forzados a trabajar frente a bateadores más experimentados. Llega el esfuerzo extra y, tras él, la lesión.
Mientras entrenadores, investigadores y directivos llegan a un acuerdo para encontrar la raíz del problema es muy probable que otros lanzadores continúen “quemando” su codo. Si existe alguna certeza sobre el caso de Yu Darvish es que, lamentablemente, no será el último en encomendarse a la cirugía “Tommy John” para soñar con volver a lanzar una pelota de béisbol.
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Realmente se ha convertido en un problema muy frecuente entre los lanzadores. Personalmente sentí mucho el caso de José Fernández por ser cubano, muy reciente también están los casos de Matt Harvey y Strasburg, más decenas de muchachos que al no haber trascendido aún no se conocen pero que igual ven interrumpida sus carreras, y con un gran signo de interrogación para el futuro.