Los Reales de Kansas City volvieron a apoyarse en su formidable cuerpo de relevistas y, para sorpresa de muchos, tomaron ventaja de 2 juegos a 1 sobre los Gigantes de San Francisco en la Serie Mundial 2014. Imbateables podría ser el mejor calificativo para un grupo de lanzadores que, cuando entra en acción, desde el sexto o séptimo inning, es capaz de silenciar por completo a las más temidas ofensivas (Angels, Orioles, Gigantes).
En el tercer juego de la Serie Mundial, tras el buen trabajo del abridor Jeremy Guthrie, el director Ned Yost acudió a su bullpen y allí terminaron las amenazas de los Gigantes. Primero Kelvin Herrera salió de las dificultades con rectas entre 99 y 101 millas; luego Brandon Finnegan paseó la distancia y, tras él, el acomodador Wade Davis hizo sufrir a los campeones de la Liga Nacional y el cierre de Greg Holland fue, como es habitual, impecable. Resumen: cuatro lanzadores, cuatro innings, cero jits, cero carreras.
Además, la defensa de los Reales apoyó muchísimo a Guthrie (dos excelentes atrapadas de Lorenzo Cain, en el jardín derecho) y la ofensiva, también como es habitual, produjo poco, pero en el momento más oportuno. Esa ha sido la clave de Kansas City a lo largo de su histórica postemporada: bateo a la hora buena, cerrojo defensivo y certero pitcheo (no solo de los relevistas, porque los abridores, con excepción de James Shields han cumplido su labor).
Después del triunfo inicial pensé que los Gigantes no tendrían tantos problemas para ganar su tercer título de la Serie Mundial; pero, cuatro días después, aquí estamos con una historia diferente. Dos victorias más y los Reales habrán concretado una de las postemporadas más brillantes de todos los tiempos.