El fin justifica los medios o al menos una idea parecida escribió Nicolás Maquiavelo, en su célebre obra “El Príncipe”, de 1513. Desde que Víctor Mesa Martínez arribó a Matanzas, para sacar del ostracismo de dos décadas a los Cocodrilos, para todos quedaba claro que sus métodos podrían parecer “poco ortodoxos”, pero que, con ellos o a pesar de ellos, obtendría resultados. En otras palabras, muchos se molestarían por la actuación del número 32, sin embargo, todo quedaría perdonado cuando, sobre el terreno, finalmente los jugadores mostraran cuán talentosos eran ellos.
Algo así sucedió quince años atrás, cuando Mesa asumió las riendas de Villa Clara, una provincia en la que era un ídolo, tras jugar 19 años con el uniforme naranja y obtener cuatro títulos nacionales, tres de ellos consecutivos, entre 1993 y 1995. Los triunfos en la temporada regular no faltaron. En realidad, ningún otro equipo fue mejor que Villa Clara durante 8 temporadas; pero “algo” faltaba al final. Así llegaron dos barridas consecutivas ante Industriales, en la discusión del título y hubo también sorpresivos reveses en otros playoffs. Desilusionado, Mesa “colgó los guantes” y aseguró que nunca más volvería a entrenar a los villaclareños.
Partió hacia México y allí estuvo tres años. Retornó para asumir el mando de Matanzas, el único equipo que, desde 1992, no había jugado ni siquiera un partido de playoff. Los cambios en los Cocodrilos fueron notorios e inmediatos. En la 51 Serie, los matanceros vinieron de atrás y eliminaron a los espirituanos, en siete partidos; luego perdieron en el último desafío frente a Industriales. El tercer lugar fue una agradable señal. Víctor terminó como director técnico de la selección nacional y entonces vino el III Clásico Mundial, en el que no mostró muchas luces en la conducción del equipo que nuevamente quedó fuera de la semifinal. La no inclusión en la nómina de Ariel Pestano, por mucho el mejor receptor cubano, fue vista como una “venganza personal”.
De regreso a la 52 Serie, Víctor y sus Cocodrilos se vieron contra la pared frente a Sancti Spíritus. La violenta discusión entre Mesa y el árbitro principal Luis César Valdés fue una de las peores imágenes de aquel certamen. Parecía la debacle matancera, pero en eso de ganar partido buenos, los Gallos ocupan la última posición, así que se desmoronaron y los Cocodrilos avanzaron a su primera final nacional en veinte años.
El rival fue Villa Clara… En una de las torres del estadio “Augusto César Sandino”, el estadio donde brilló y sufrió el número 32, hay una “gigantografía” de la Explosión Naranja, como llamaron justamente a Mesa en su etapa de jugador activo. Esa imagen sigue allí —no entiendo ese “revanchismo” tonto para eliminarla—como muestra del respeto que le profesan, al menos al Mesa jardinero central, los fanáticos villaclareños.
La profesionalidad obliga a jugadores y directores a poner por encima de cualquier cosa el resultado; pero este concepto no incluye, lógicamente, insultar. El rompimiento entre Mesa y la fanaticada villaclareña fue total y, al parecer, irreparable. Villa Clara dominó a Matanzas, de la mano de Freddy Asiel Álvarez y conquistó el título que esperó, con paciente impaciencia, 18 años. Inolvidable el jonrón con bases llenas de Pestano que decidió el quinto desafío. Su gesto desafiante, frente al rostro del director matancero, fue la más clara señal de cuánta rabia llevaba por dentro el ya retirado receptor. Mesa no quiso —“por problemas de seguridad”—ir a saludar a los campeones.
El “profesor”, como lo llaman sus jugadores, quería la revancha y la encontró en la semifinal de la 53 Serie Nacional; pero antes tuvimos el peor incidente —televisado—que he visto. En la noche del 17 de febrero, en la grama del estadio “Victoria de Girón”, quedaron vacíos los bancos y un jugador intrascendente, Demis Valdés, cargó bate en mano contra Freddy Asiel, después de que el lanzador golpeara a dos bateadores matanceros. El “swing” de Valdés golpeó a Ramón Lunar quien tuvo que ser operado de urgencia. Las sanciones fueron “ejemplarizantes”: Álvarez no pudo lanzar más en el campeonato, mientras Valdés fue separado por un año. Todo el país, probablemente con la excepción de Matanzas, consideró que era un castigo injusto contra Freddy Asiel.
Como era de esperarse, el villaclareño reclamó. El proceso parecía que prosperaría; sin embargo, la Federación cubana mantuvo la sanción. Por tanto, Villa Clara quedó sin su mejor lanzador. No pocos pensaron que el playoff sería un “paseo” para los Cocodrilos. Con apenas un día de descanso —la Federación, ya sabemos, estuvo impaciente por terminar cuanto antes la 53 Serie—comenzó el duelo que, en realidad, con excepción del fatídico quinto desafío, no fue tan fácil para los favoritos. De cualquier forma, ganó el equipo más consistente a lo largo del torneo.
VM32 estaba de regreso en la final…pero también sabemos cómo terminó la historia: con la fiesta pinareña sobre el terreno del Girón; aunque creo que esta vez ya no hay a quién culpar. Si el año pasado el fracaso en cinco juegos se debió, según algunos malos fanáticos, “al favoritismo” arbitral, ¿qué sucedió ahora?
¿Regresará Mesa en la 54 Serie Nacional para dirigir a los Cocodrilos? No lo sé y no creo que sea un tema que me resulte particularmente interesante ahora. También me niego a creer que Matanzas “solo puede ganar” con el impulso del siempre activo director. El terreno ha vuelto a demostrar que el “fin no justifica los medios”, sobre todo cuando ni siquiera se logra ese fin.