Cuando se habla en el ajedrez cubano de niños prodigios, de seguro el primer nombre que viene a la mente es el de José Raúl Capablanca quien con solo 4 años ya sabía jugar y a los 12 era campeón nacional; pero es probable que muchos no conozcan que el gran ajedrecista fue profesor de María Teresa Mora, una genial niña.
María Teresa Mora Iturralde nació en octubre de 1902 y, desde muy pequeña, al igual que Capablanca, jugaba ajedrez contra su padre y era capaz de derrotarlo. A los 11 años participó en su primer torneo, celebrado en el Club de Ajedrez de La Habana y allí concluyó en el primer lugar, incluso por delante de dos niños. Esa fue su primera hazaña dentro del deporte. .
Además del ajedrez, María Teresa le dedicaba parte de su tiempo al violín y a la mandolina. Parece que tenía también talento para la música, porque llegó a ofrecer, en 1921, un concierto de violín.
Poco a poco su nombre fue sonando con más fuerza entre los círculos ajedrecísticos del país; pero nadie pudo prever que, con 20 años, en 1922, María Teresa conquistara el título nacional de Cuba. El impresionante hecho se produjo cuando ganó el torneo “Copa Dewar”, evento que se consideró como campeonato nacional. Con excepción de ella, el resto de los participantes eran hombres.
De acuerdo con un artículo de Josefina Ortega, publicado en la revista digital La Jiribilla, la primera vez que el nombre de María Teresa apareció en la prensa extranjera fue en 1917. Según el periodista Jesús González Bayolo, el American Chess Bulletin publicó un trabajo con el título “En La Habana hay otro prodigio” y en donde se afirmaba: “no contenta con haber dado a José Raúl Capablanca al mundo, La Habana llama su atención a otro prodigio del ajedrez en la persona de la niña María Teresa Mora”.
La crónica, firmada por el campeón de Washington, Edward Everet, daba cuenta de la victoria de la cubanita sobre él mismo –3 por 1, con tres tablas– en un encuentro celebrado en La Habana.
María Teresa se graduó de bachiller en Letras y Ciencias y logró combinar su pasión por la música, el magisterio y el ajedrez. De ella Capablanca tuvo la mejor opinión, a tal punto que la aceptó como discípula, la única persona a la que le concedió ese honor.
Una de las pocas veces que las personas observaron a Capablanca consultar libros de ajedrez fue precisamente para la docena de lecciones que le impartió a María Teresa. Estas clases incluían sesiones de apertura y finales.
El respeto de Capablanca hacia María Teresa fue tan grande que pidió a los organizadores del torneo de Londres, en 1922, que la incluyeran en la nómina oficial para darle mayor fuerza al certamen. Ellos aceptaron; pero María Teresa no pudo asistir por dificultades económicas.
Contra Capablanca, la genial cubana jugó tres partidas, todas en simultáneas y su resultado no pudo ser mejor: dos éxitos y una tabla. Pocas personas en el mundo pudieron vanagloriarse, alguna vez, de haber derrotado a Capablanca, ni siquiera en simultáneas.
María Teresa tuvo otro profesor que influyó mucho en su vida: el doctor Rafael de Pazos, quien se mantuvo varios años como presidente del Club de ajedrez de La Habana y también fue una de las personas encargadas de organizar el match entre Capablanca y Lasker por el título mundial, en 1921.
Además, María Teresa fue la reina del ajedrez cubano durante 22 años. El primer título nacional lo conquistó en 1938 y lo mantuvo hasta 1960. Nunca perdió la corona, porque se retiró de forma invicta y ninguna mujer cubana fue capaz de derrotarla.
Al igual que tuvo buenos resultados en su país, María Teresa también sobresalió internacionalmente y jugó en dos campeonatos mundiales. El primero de ellos, en 1939, fue uno muy famoso, porque se efectuó paralelo a la Olimpiada de los hombres en Argentina. En aquel torneo, María Teresa finalizó en el séptimo puesto, con once puntos.
Luego, en 1950, Moscú acogió otra versión del Mundial y María Teresa, ya con 58 años de edad, ganó cuatro partidas, entabló cuatro y perdió siete. Esta no fue su mejor actuación, pero la cubana llegó a los titulares de los medios de comunicación al derrotar a la entonces campeona mundial, Elizabetha Bikova.
Ese mismo año, María Teresa recibió de manos del presidente de la FIDE, Folke Rogard, el título de Maestra Internacional de ajedrez por su brillante carrera y se convirtió, de esta forma, en la primera mujer latinoamericana con tal distinción.
Sus últimas partidas las jugó en 1964, cuando enfrentó a la colombiana Anita de Sánchez, como parte del Primer Match Internacional celebrado entre dos mujeres, mediante la radiotelefonía.
María Teresa murió en La Habana, en 1980, y dejó un gran legado de sacrificio y amor al ajedrez. Los campeonatos nacionales tienen más de 35 años de existencia, pero ninguna mujer ha logrado igualar, ni siquiera acercarse, a los 22 años de absoluto dominio que ejerció María Teresa Mora.
Publicado en Habana Radio