El ajedrez cubano ya tiene a sus campeones de 2014. En el evento celebrado en Santa Clara no hubo sorpresas y el holguinero Isán Ortiz mantuvo la corona; mientras, en el certamen femenino, efectuado en Pinar del Río, probablemente pocos esperaran que la granmense Sulennis Piña se impusiera a otras jugadoras de mayor coeficiente ELO.
La victoria de estos ajedrecistas tiene varios puntos en común; pero también una enorme diferencia: en el campeonato femenino estuvieron las mejores jugadoras del país; sin embargo, entre los hombres, la ausencia de los tres primeros lugares del ranking nacional restó credibilidad al segundo torneo más importante que se organiza en Cuba.
Para Piña y Ortiz este fue su segundo título en la historia. La granmense logró el cetro por primera vez en 2005 y el holguinero triunfó anteriormente en 2013. Ahora tuvieron que esforzarse al máximo, porque recibieron una fortísima presión de sus rivales y la cima en la tabla de posiciones solo quedó asegurada en la última ronda. El triunfo tuvo un incentivo adicional: ambos garantizaron un cupo en los equipos cubanos que intervendrán, en el verano próximo, en la Olimpiada de Tromso, en Noruega.
Piña concluyó invicta en 11 partidas y superó, entre otras, a la líder del ranking nacional, Lisandra Ordaz (cuarto lugar y un ELO de 2363 unidades) y a la gran favorita, Maritza Arribas quien buscaba ampliar su récord histórico a once coronas. De seguro la santiaguera Oleiny Linares, segunda ajedrecista en el listado cubano (2334 puntos), tratará de olvidar este campeonato, pues finalizó en un decepcionante séptimo puesto.
En Santa Clara, Ortiz logró recuperarse de un revés en las rondas iniciales y concluyó medio punto por delante del MF santiaguero Liordis Quesada y del GM habanero Yuri González. Su éxito estuvo acompañado por una pregunta polémica: ¿Cuál habría sido el resultado final si hubieran participado Leinier Domínguez, Lázaro Bruzón y Yuniesky Quesada?
Domínguez (2757) y Bruzón (2676) se ampararon en una cláusula de la Comisión nacional que autoriza la ausencia de los ajedrecistas con un ELO superior a 2650 puntos, para así cuidar sus coeficientes; mientras, Quesada (2642) presentó un problema médico y tampoco intervino.
Esta situación no es nueva; aunque en otras ediciones del campeonato se buscaron soluciones alternativas para garantizar la presencia de Domínguez y Bruzón, sin que sus coeficientes sufrieran alteraciones. Por ejemplo, en 2012, en Ciego de Ávila, se jugaron matches de ajedrez clásico, pero no fueron reportados a la Federación internacional (FIDE). Por tanto, aquel fue un torneo más “creíble”, aunque esa fórmula tiene un serio problema: si no se envía información a la organización que rige el ajedrez, tampoco es posible validar las normas alcanzadas.
El conflicto es fácil de identificar y difícil de resolver. La enorme diferencia de coeficientes de Leinier y Bruzón sobre el resto de los participantes en el campeonato nacional los obligaría a tener una actuación casi perfecta. ¿Vale la pena que el mejor ajedrecista latinoamericano, ubicado actualmente en el lugar 12 del mundo, por su ELO de 2757 puntos y que siempre ha sido muy selectivo con los torneos en los que participa, arriesgue lo que tanto trabajo le costó obtener? Por supuesto que no.
Si se organizara un evento de ajedrez rápido y este fuera considerado como el “campeonato nacional” o si se desarrollara un certamen convencional, pero sin reportarlo a la FIDE, entonces los otros jugadores, muchos de los cuales no pueden costear de sus bolsillos la participación en certámenes en el extranjero, quedarían imposibilitados de ascender en la escala de la FIDE, porque no podrían obtener nuevas normas. En Santa Clara, por ejemplo, Liordis Quesada, Leandro Guerra y Yaser Quessada añadieron normas de Maestro Internacional.
El dilema está sobre el tablero. Es cierto que casi ningún jugador de la súper elite, en la que afortunadamente ya se encuentra Leinier, interviene en el campeonato de su país; sin embargo, sería un error ampararse detrás de este argumento y de la cláusula de la Comisión para no buscar nuevos caminos que faciliten el regreso de Domínguez y Bruzón al certamen nacional.
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