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Millonarios siguen comprando goles

¿Comprar a Lionel Messi? ¿Por qué no? Hablaré con el entrenador, dijo Erick Thohir, el nuevo presidente del Inter de Milán. Quizás para algunos estas declaraciones hayan sido solo otra acción publicitaria del indonesio, ya que la cláusula de rescisión del argentino está valorada en 250 millones de euros; pero, en realidad, detrás de toda la algarabía mediática por la capacidad de gastar de Thohir y su estilo de vida se esconde un tema realmente relevante para el presente y futuro del fútbol: el creciente interés de millonarios árabes, asiáticos y estadounidenses por adquirir los clubes más famosos de Europa.

La relación entre los millonarios y el fútbol no es novedosa. En un inicio ese vínculo solía verse desde la identificación regional, es decir, familias poderosas que tenían entre sus posesiones al club de fútbol de su área. Tal vez el ejemplo más paradigmático sea el de la Juventus italiana, controlada hace casi un siglo por la familia Agnelli.

Otro de los motivos de los millonarios para invertir en el más universal de los deportes era el de reforzar su poder político. Aquí la referencia ineludible vuelve a ser Italia, con la figura de Silvio Berlusconi quien adquirió, en 1986, al Milán AC. Probablemente no sea arriesgado afirmar que la fama lograda por los rossoneros a finales de los ochenta y principio de los noventa del siglo pasado haya consolidado la posición política de “Il Cavaliere”, elegido en cuatro ocasiones como primer ministro.

En la segunda década del siglo XXI, equipos de las más diversas ligas europeas cambiaron de dueño. Quizás lo más interesante de estos movimientos haya estado en la nacionalidad de los nuevos propietarios. Oligarcas rusos vinculados con el petróleo, familias reales del Medio Oriente y grupos financieros, especialmente norteamericanos, se apropiaron de varios clubes emblemáticos en la Liga inglesa, francesa y española; sin embargo, el Calcio italiano se mantenía al margen de esta tendencia. Ya no más. Primero el estadounidense James Palota compró el 60% de las acciones de la Roma y Thohir obtuvo el 70% del Inter, por 300 millones de euros. Casi nada.

Vivimos en un período en el que los grandes capitales han expandido su control sobre los más diversos sectores de las sociedades contemporáneas y ese dominio también llega al deporte. Thohir, por ejemplo, es dueño de un periódico y una televisora en Indonesia; además, es titular de la mayoría de las acciones del DC United, en la liga de fútbol de Estados Unidos; también posee el 15% de los 76ers de Filadelfia, en la NBA y, “de paso”, está nombrado como presidente de la Federación de baloncesto de su país.

El caso más estudiado ha sido el del multimillonario Roman Abramovich. En 2003, este hombre —que construyó su enorme fortuna después de la desintegración de la Unión Soviética y la desregulación de la economía en Rusia—compró al Chelsea, en la Liga Premier. Los millones de libras esterlinas gastados en contrataciones han influido en los múltiples títulos ganados por el club londinense: 1 Liga de Campeones de la UEFA, 1 Liga de Europa, 2 Ligas Premier y 3 Copas de Inglaterra.

Otro caso digno de estudio es el de Tamin Bin Hamad Al Thani, emir de Catar y propietario del PSG francés, aunque lo controla a través de Nasser Al-Khelaifi quien trabaja como presidente del club. El poder de convencimiento de los petrodólares es tan fuerte que el emir logró reunir a una de las delanteras más efectivas del mundo: Zlatan Ibrahimovic y Edinson Cavani.

La Liga Premier, sin dudas, es la más atractiva para las grandes fortunas. Abramovich abrió el camino y detrás de él han llegado capitales de diferentes nacionalidades. En 2007, el uzbeco Alisher Usmanov compró el 30% del Arsenal; mientras, George Soros, húngaro de nacimiento, con una cuenta bancaria de 19 000 millones de dólares, obtuvo el 1,9% del Manchester United, en 43,6 millones; aunque los “Diablos Rojos” siguen bajo el control de otro multimillonario, el estadounidense Malcolm Glazer.

El más mediático en años recientes ha sido Mansour Bin Zayed, miembro de la familia real de los Emiratos Árabes Unidos, quien compró, mediante el Abu Dhabi United Group, el Manchester City. Desde esa fecha, varias de las principales estrellas del fútbol han vestido el uniforme azul claro del club; aunque, a diferencia del Chelsea, los resultados de este equipo no han sido los mejores y en su palmarés solo sobresale el título de Liga Premier de 2012. Además, Bin Zayed es titular del club Al Jazira, en su país y del New York City FC que debutará en la Liga estadounidense, en 2015.

En el listado no puede quedar fuera el indio Lakshmi Mittal quien es el dueño del grupo ArcelorMittal, el mayor productor de acero del mundo. En 2007 adquirió el 20% del Queens Park Rangers; pero los “acero dólares” parece que tampoco han funcionado, porque este club ha pasado con más penas que glorias por la Premier.

Tampoco podemos obviar al mexicano Carlos Slim quien tiene una fortuna superior a los 73 000 millones de dólares. En 2012 decidió “unirse al club” y adquirió su participación en tres equipos mexicanos y uno en España. En su país obtuvo el 30% de Pachuca y León, además de Estudiantes Tecos, de la segunda división; mientras, desembolsó 2,5 millones de dólares por el control del Real Oviedo, de la tercera división española.

La relación de las grandes fortunas con el fútbol no siempre termina bien y en España de seguro comparten la afirmación anterior. En 2010, el empresario indio Ahsan Ali Syed prometió convertir al Racing de Santander en uno de los líderes de la llamada “Liga de las Estrellas”. El sueño apenas duró un año y, ante la mala gestión, el equipo entró en bancarrota y ahora juega en la Segunda B.

En Málaga también se ilusionaron con los millones prometidos por el jeque catarí Abdullah ben Nasser Al Thani. Llegaron fichajes importantes; pero no los títulos. El desastre alcanzó mayores proporciones cuando los impagos de la directiva a sus propios futbolistas y a otros clubes provocaron que la UEFA expulsara al Málaga de la Liga Europa y le impusiera una multa de 300 000 euros.

La historia ha demostrado que los millones facilitan la compran de los mejores jugadores; pero las cifras de siete, ocho, nueve dígitos—al peor estilo Gareth Bale—no han sido, ni serán suficientes para garantizar el éxito de un equipo.

Publicado en Cubasí

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