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Braudilio Vinent, el meteoro del béisbol cubano

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Recta por encima de las noventa millas, swing al aire y un nuevo ponche. En el montículo el lanzador apenas reacciona. Su serio rostro, inexpresivo dirían algunos, se mantiene impasible. Así sucede inning tras inning. Los rivales no pueden conectarle; sin embargo, él parece concentrado todo el tiempo. Termina el partido, una victoria más, las felicitaciones de sus compañeros y solo entonces un leve esbozo de sonrisa.

Esto pudo haber sucedido en uno de los tantos juegos que lanzó en su vida—477 en total—, el santiaguero Braudilio Vinent Serrano, considerado por muchos el mejor pitcher de Cuba después de 1959.

La vida de “Bayiyo”, como le decía su familia y amigos en La Maya, un pequeño territorio perdido en la geografía montañosa de Santiago de Cuba, no fue nada fácil. Para él no hubo escuela deportiva, sino trabajo constante en las más diversas laborales agrícolas. Con 15 años, Braudilio practicaba asiduamente la pelota como forma de entretenimiento y ya en esa época le gustaba lanzar.

En 1965 Bayiyo había impresionado a algunos entrenadores y pudo integrar el equipo de la antigua provincia de Oriente que intervino en el campeonato juvenil. Esa fue su primera gran competencia nacional. Luego vendrían muchísimas más, durante las siguientes dos décadas.

El debut de Braudilio en las Series Nacionales pudiera considerarse como uno de los mejores de todos los tiempos. En la temporada de 1967, bajo la dirección de Roberto Ledo, el muchacho de 20 años ganó ocho partidos y su promedio de carreras limpias resultó impresionante: 1,03, líder entre los lanzadores.

La primera vez que los técnicos decidieron incluir a Braudilio en la selección nacional fue en los Centroamericanos de Panamá, en 1970. Allí Cuba logró el título; pero Vinent perdió un desafío ante República Dominicana.

A partir de esa fecha Braudilio nunca más faltó a un evento internacional de importancia hasta 1985. La lista de momentos inolvidables protagonizados por el santiaguero es extensa; aunque sus tres brillantes actuaciones en los Mundiales de 1972, 1978 y 1980 sobresalen por encima del resto.

El Mundial de Nicaragua, en 1972, ha quedado en la memoria por el decisivo cuadrangular de Agustín Marquetti contra Estados Unidos en extrainnings; sin embargo, pocos mencionan que Braudilio ganó cuatro partidos, tuvo un promedio impresionante de 0,65 y, en el juego final, entró de relevo en el noveno capítulo y detuvo a los bateadores estadounidenses.

Seis años más tarde, en el Mundial celebrado en varias ciudades italianas, Vinent derrotó a los tres rivales de mayor fuerza: Japón, con 16 ponches incluidos; luego Estados Unidos y, por último, Corea del Sur. Probablemente su trabajo más memorable haya sido en el Mundial de Japón, en 1980, cuando lanzó una lechada ante los locales y el jonrón de Antonio Muñoz, frente a Yukio Takemoto, propició la única anotación con la que Cuba ganó aquel torneo.

En la carrera internacional de Braudilio, a pesar de su récord impresionante de 34 triunfos y apenas tres reveses, también hubo juegos que, de seguro, él quisiera olvidar, entre ellos la final de la Copa Intercontinental de Edmonton, en 1981, y los Centroamericanos de La Habana, en 1982, dos eventos en los que el béisbol cubano quedó por debajo de lo esperado.

Contra los norteamericanos, en la discusión de la Copa, Vinent salió una vez más en función de relevista. Menos de 24 horas antes había lanzado un juego decisivo; sin embargo, aceptó la responsabilidad. El jonrón de Pedro Medina empató momentáneamente el desafío; pero poco después llegó la carrera estadounidense que dejó al campo a Cuba. Luego, en La Habana, el equipo nacional tampoco estuvo a su nivel y terminó en el segundo lugar, por detrás de República Dominicana.

Las 34 victorias, el promedio por debajo de 2,50, los seis títulos mundiales, cuatro panamericanos, tres centroamericanos y dos en Copas Intercontinentales bastarían para considerar a Braudilio Vinent como el lanzador cubano más exitoso en torneos internacionales.

De las 20 temporadas jugadas en Cuba, Braudilio lanzó en ocho frente al bate de madera hasta que en 1975 se instauró el aluminio en las Series Nacionales. La lógica indicaba que su rendimiento descendería y ciertamente lo hizo; pero aun así mantuvo excelentes números.

La campaña más efectiva de Braudilio fue la de 1972-73, con Serranos. En aquella Serie el santiaguero ganó 19 juegos, perdió apenas 4, lanzó 191 entradas, tiró siete lechadas, ponchó a 144 bateadores y logró un promedio de carreras limpias increíble: ¡0.85! Con estas cifras nadie se atrevería a dudar que Vinent tuvo, en ese torneo, la actuación más impresionante de un lanzador en los casi 140 años de historia del béisbol en Cuba.

Vinent sobresalió siempre por la excelente velocidad y la prensa y los fanáticos comenzaron a llamarlo “el meteoro”, mientras, lo de La Maya, que completaba su epíteto, viene por su lugar de nacimiento. Su recta se “movía” y eso lo convirtió en un pitcher difícil de conectar; también lanzaba algunas veces la curva y la slider la incorporó a su repertorio en 1977. Ese año el veterano Conrado Marrero se unió al cuerpo de entrenadores de Santiago de Cuba y trabajó muy fuerte con Vinent hasta que este aprendió el nuevo lanzamiento.

El talento natural y su consistencia en los entrenamientos le permitieron a Braudilio seguir triunfando y, cuando decidió retirarse, en 1986, poseía varios récords, muchos de los cuales todavía continúan vigentes.

Siempre serio en los partidos, hombre de pocas palabras, excepcional en el montículo, el nombre de Braudilio Vinent lamentablemente no se recuerda con toda la intensidad que merece un lanzador grande, tal vez el más grande desde 1959.

Números de Braudilio Vinent Serrano:
20 Series Nacionales jugadas
221 Juegos ganados (cuarto en la historia)
63 Lechadas (líder histórico)
265 Juegos completos (líder histórico)
2,42 Promedio de carreras limpias

Publicado en Habana Radio

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