El delantero Diego Costa finalmente tomó una decisión que, de seguro, no sorprendió a muchos: vestirá el uniforme español en lugar del brasileño en la Copa Mundial 2014. Este paso del hombre que más goles ha marcado hasta el momento, en la actual temporada de la llamada “Liga de las estrellas”, levantó enormes polémicas en su país natal y podría tener serias implicaciones en la manera en que se estructura el fútbol internacional.
Costa llegó a España con 18 años y ha vivido allí durante más de un lustro, por lo que adquirió la doble nacionalidad. Su crecimiento futbolístico es innegable. Con su club, el Atlético de Madrid, ya ha anotado 11 goles y esto llamó la atención de los directores técnicos de dos de los equipos favoritos para ganar la próxima Copa Mundial: Vicente del Bosque (España) y Luiz Felipe Scolari (Brasil).
Con anterioridad, Costa fue convocado para jugar en la selección brasileña. En marzo de este año disputó dos encuentros amistosos, ante Italia y Rusia; pero, según el reglamento de la Federación internacional de asociaciones de fútbol, la todopoderosa FIFA, estos juegos no fueron “oficiales”. Ese mismo reglamento establece que, una vez que un futbolista participó en un desafío oficial con un país, no puede jugar para otro.
Por tanto, al superarse el debate sobre la oficialidad o no de los partidos amistosos y ante el interés simultáneo de España y Brasil, Costa debía adoptar una decisión. Los actuales campeones mundiales atraviesan por una crisis en el rendimiento de sus delanteros, así que las habilidades de Costa, sin dudas, interesaban a Vicente del Bosque quien se reunió con el jugador y, al parecer, le garantizó que, de mantener su forma física, tendría un puesto seguro en la Furia Roja.
Para complicar más el asunto, Scolari convocó a Costa a otros dos desafíos amistosos que jugará Brasil. Ante esta situación, el futbolista reconoció, a través de una carta enviada a la Confederación brasileña de fútbol (CBF), lo que muchos ya habían pronosticado: prefería jugar con la selección española. Esa noticia provocó un enorme escándalo en el gigante sudamericano.
Scolari dijo que Costa estaba “dando la espalda a un sueño de millones, el de representar a nuestro equipo pentacampeón en un Mundial en Brasil”; mientras, la CBF ya inició las gestiones ante el gobierno que lidera Dilma Rousseff para que Costa pierda la nacionalidad brasileña.
Esta no es la primera vez que Brasil “pierde” a un jugador. En la lista de brasileños que han integrado otras selecciones aparecen Deco y Pepe, quienes debutaron con Portugal cuando Scolari dirigía a esa selección. En España también se recuerda el caso del centrocampista Marcos Senna, titular en el equipo ibérico que ganó la Eurocopa de 2008.
Entre los casos más recientes se encuentra el de Thiago Alcántara, hijo de Mazinho quien fue campeón mundial con Brasil, en 1994. El actual jugador del Bayern de Múnich —aunque comenzó con el Barcelona— optó por jugar con España. Otro brasileño que estuvo en medio de una polémica fue el delantero Amauri quien, en 2009, decidió vestir el uniforme italiano.
El cambio de nacionalidad de un deportista es un problema que afecta no solo al fútbol. Ya nadie se sorprende cuando un atleta, casi siempre formado en un país subdesarrollado, recibe rápidamente el pasaporte de otra nación, por lo general de mayor desarrollo económico. Por lo visto en diferentes casos — España tiene amplia experiencia en esto—, las leyes de emigración se aplican de manera diferente para los deportistas.
No todos critican los cambios de nacionalidad. Algunos lo ven como un “resultado natural” de un mundo globalizado y en el que prima la movilidad; pero, si continuara esta práctica, quizás llegue el momento en que representar a un país para un atleta sea lo mismo que jugar en un club. Es decir, cada deportista podrá utilizar la camiseta de la nación donde, de acuerdo con las palabras de Costa, “se sienta mejor”.
El novelista inglés H.G. Wells, autor de la célebre novela La guerra de los mundos, dijo una vez: “nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad”. Parece que en el universo deportivo se aplica cada vez más literalmente esa idea.
Publicado en Cubasí