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Se entrena cualquier pedacito de oro

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El francés Teddy Tamgho se convirtió en el tercer hombre en la historia que sobrepasó los 18 metros en el triple salto. Cuando la pizarra del estadio moscovita Luzhniki, sede de la XIV edición del Campeonato mundial de atletismo, mostró la asombrosa cifra, el galo corrió hacia las gradas y allí se abrazó con su entrenador, el cubano Iván Pedroso.

Mientras, en la modalidad femenina, la colombiana Catherine Ibargüen había cumplido los pronósticos, al llegar hasta los 14,85 metros, con los que ganó el título del orbe. Desde su asiento en el estadio la aplaudía otro cubano, su entrenador, Ubaldo Duany.

Estas son apenas dos historias, quizás de las más conocidas, de entrenadores formados en Cuba—antes Pedroso y Duany fueron atletas— que han llevado a sus pupilos foráneos a importantes triunfos, en diversos certámenes; pero la lista es cada vez más extensa. Otro caso muy publicitado en estos tiempos es el reencuentro de Santiago Antúnez, considerado entre los mejores técnicos del mundo en 110 metros con vallas, con su discípulo, Dayron Robles, en el club francés Mónaco.

Después de no pocos descalabros en todas las modalidades, el deporte cubano necesita una fuerte autocrítica que lo conduzca a las transformaciones necesarias para tratar de revertir una situación que, ciertamente, es muy preocupante.

La partida con o sin regreso de atletas, el mal estado de las instalaciones, la recaída en la captación de talentos en las escuelas son algunas de las causas que pueden haber provocado el descenso de Cuba en la tabla de posiciones de disímiles eventos; sin embargo, en esta lista de problemas tal vez no siempre se le preste toda la atención a un elemento esencial: ¿dónde están los mejores entrenadores? Detrás de la respuesta a esa interrogante podría estar una de las explicaciones más convincentes a la crisis de resultados por la que atraviesa, en la actualidad, el deporte cubano.

Probablemente muchos estén de acuerdo con que en los barrios y escuelas de todo el país se “esconden” no pocos talentos deportivos; pero para descubrirlos es imprescindible tener una formación lo más completa posible. Luego, el largo proceso mediante el cual el talento se convierte en un atleta exitoso necesita del acompañamiento constante de técnicos muy calificados. Si se rompe esta cadena, entonces es imposible avanzar.

Durante décadas los convenios de colaboración propiciaron que miles de técnicos cubanos llevaran sus conocimientos a decenas de países de todo el mundo. Ese intercambio resultó favorable, en muchos sentidos, y elevó el prestigio del deporte cubano; pero, al mismo tiempo, en casa fue difícil mantener la misma calidad en la formación ante la ausencia de no pocos de los profesionales más capacitados.

El reconocimiento podría ser otra de las dificultades que han afectado a los entrenadores cubanos. Obtener un éxito al máximo nivel implica una dedicación total a la preparación, por lo que cuesta entender que un técnico solo reciba el 5% del premio en metálico; mientras el atleta apenas mantiene el 15%. Quizás haya algún aviso de modificación, a partir de las declaraciones del pelotero Alfredo Despaigne quien aseguró, en una entrevista, que había obtenido el 80% de su contrato con los Piratas de Campeche, de la Liga Mexicana. ¿Llegarán los cambios también para los entrenadores?

A lo largo de la historia, los entrenadores cubanos han demostrado su enorme capacidad para sobrepasar las dificultades, limitaciones y convertir en oro el talento deportivo. Los ejemplos de Eugenio George quien fue valorado como el mejor coach de voleibol en el siglo XX y Alcides Sagarra, una enciclopedia en la preparación de boxeadores, ilustran la grandeza de los técnicos nacionales; pero el problema no está en el pasado, sino en el futuro.

¿Cómo aprovechar mejor a los entrenadores formados en este país? ¿Cómo incentivarlos más? Ojalá esas preguntas tengan respuestas convincentes, pues aunque uno pueda sentir cierto orgullo al comprender que dos cubanos, Pedroso y Duany, hayan incidido en los triunfos de Ibargüen y Tamgho, quizás no sea arriesgado escribir que habríamos disfrutado todavía más si el conocimiento de esos técnicos hubiera influido en éxitos de atletas nacionales.

Publicado en Cubasí

2 comentarios

  • Pandiame

    Hola Masjuan, la verdad que siempre es un placer leer tus artículos y los análisis que reflejas en ellos. El tema que tocas es delicado porque todo se reduce a una cuestión de economía. Para salvar al movimiento deportivo cubano es necesario una transformación radical que se adapte a los nuevos tiempos que corren y que debe abarcar todos los deportes y todas las disciplinas, ¿que es lo que pasa?, pues que las decisiones que hay que tomar entran en contradicción con la política, los principios y valores que han defendido las autoridades cubanas durante años.
    Los últimos pasos que se han dado son positivos, pero no son suficientes, siempre digo que se está actuando en cámara lenta y es la pura verdad. El deporte profesional ofrece unas retribuciones a los deportistas que Cuba no se las puede dar o no se las quiere dar, es una profesión bien remunerada en un buen número de deportes y la gente como es lógico tiene aspiraciones de alcanzar una mejor vida y de manejar el dinero que gana sin intervenciones de otros. Esto es una opción tan respetable como el que decide quedarse en Cuba y desarrollar su vida en su país.
    Como ocurre en la mayoría de los países del mundo, que los atletas sean libres de elegir lo que quieren para su carrera y su vida y que entren y salgan de su país y lo representen llegado el momento de una competición importante. Ese día, si llega, se acabaran los casos Robles, Ortega y Antunez a mi por lo menos no me cabe la menor duda. Un saludo

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