La última vez que un país renunció a su derecho de organizar un Mundial de fútbol fue en 1984. En ese momento, Colombia atravesaba por una situación económica muy complicada y prefirió entregar la sede de un torneo que, finalmente, acogió México. Casi treinta años después y ante las fuertes protestas durante la Copa Confederaciones que se celebra en Brasil, no pocos comenzaron a especular sobre las posibles dificultades que afrontarían los brasileños para desarrollar el Mundial de 2014.
El anuncio del aumento de los precios del transporte público fue la chispa que inició una explosión social que preocupa—y ocupa—al gobierno que lidera la presidenta Dilma Rousseff. Más de medio millón de brasileños se han manifestado en todo el país, especialmente en las seis ciudades que acogen la Confederaciones.
La principal preocupación de los manifestantes parece centrarse alrededor de la corrupción de funcionarios y la falta de inversiones en los servicios públicos. Desde Planalto ya se tomaron importantes medidas y, además, las autoridades aseguran que no se ha utilizado el presupuesto destinado a la educación y la salud para la construcción y restauración de los 12 estadios que recibirán partidos del Mundial.
Los costos de la competición futbolística más importante del planeta se han elevado muchísimo. El gobierno calcula un gasto superior a los 13 300 millones de dólares en los estadios, la renovación de aeropuertos y otros proyectos para el Mundial, De acuerdo con Aldo Rebelo, Ministro brasileño de Deportes, la inversión de su país en infraestructura para el Mundial significa apenas el 1% del presupuesto anual de la nación que, en 2013, será de 80 mil millones de dólares.
Las continuas protestas durante la Copa Confederaciones han dañado la imagen de un país que recibirá el Mundial de fútbol y, dos años después, una de sus ciudades más pintorescas, Río de Janeiro, acogerá a los Juegos Olímpicos. La inseguridad de las urbes brasileñas tal vez haya sido la preocupación fundamental, tanto de la FIFA como del Comité Olímpico Internacional (COI), cuando otorgaron la sede de sus eventos a Brasil. Por tanto, las imágenes de los manifestantes y la actuación del cuerpo policial contribuyeron al aumento de los temores.
Ante esta situación, nada agradable, era previsible que surgieran diversos rumores sobre una supuesta incapacidad brasileña para organizar el Mundial de fútbol. En una entrevista concedida a la agenda de prensa china Xinhua, Rebelo declaró que Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Japón se habrían acercado a la FIFA, con el objetivo de mostrar su disposición de albergar la Copa, en caso de que Brasil no pudiera sostener los preparativos.
Esas palabras probablemente hayan molestado a los directivos de la FIFA. El Secretario general de la organización, Jerome Valcke, fue tajante en sus palabras: “No hay Plan B y, de hecho, nunca he recibido alguna oferta oficial de cualquier otro país del mundo para organizar el Mundial de 2014” y luego enfatizó en que no existía ninguna posibilidad de que Brasil perdiera la sede de la competición.
Varios ex futbolistas brasileños se han pronunciado a favor de las protestas, como Romario, Ronaldo y Rivaldo; mientras, Pelé primero optó por desentenderse del asunto: “vamos a olvidar toda esta confusión que está ocurriendo en Brasil, todas estas manifestaciones, vamos a pensar en la selección brasileña y en nuestro país”, dijo el “Rey”; pero, frente a la ola de críticas recibidas, cambió el tono: “hubo un malentendido, estoy a favor del movimiento, siempre estuve al lado del pueblo, la única cosa que pedí fue que no se insultara a la selección en el inicio de la Copa Confederaciones”, aseveró quien es considerado el mejor futbolista de todos los tiempos.
La reafirmación de Brasil como sede quizás haya tranquilizado un poco los ánimos; pero no podemos olvidar que el Mundial—al igual que la Olimpiada—es un gran negocio y, para que los millones de dólares entren en las cuentas bancarias, las empresas que patrocinan el evento necesitan, entre otras cosas, que los turistas visiten tranquilamente las ciudades. Además, con tanto dinero en juego, no es difícil predecir que continuará la presión sobre la FIFA para que, ante cualquier otro problema, reaparezca el tema del cambio de sede. Por lo pronto, el Mundial 2014 no corre peligro. Ojalá se mantenga así.