Dos títulos, en tres años. Los dos primeros de la “era LeBron James” quien prometió en aquel inolvidable show televisivo, hoy recordado como “la decisión, que llevaría a los Miami Heat no a dos, sino a tres, cuatro, cinco, seis coronas en la NBA.
En la temporada 2012-2013, los Heat fueron, por mucho, el mejor equipo en la NBA. Ganaron 66 desafíos, 27 de ellos de forma consecutiva—el segundo mayor registro de triunfos en línea en la historia—, pero estuvieron a punto de ceder ante los Indiana Pacers y los San Antonio Spurs. No obstante, ya sabemos cómo terminó todo: aplastante victoria sobre los Pacers, en el séptimo desafío de la Final de Conferencia; luego, brillante remontada en el 6to juego de la Final, frente a los Spurs y, por último, madurez para sostener la ventaja en el desafío que definió el título.
Después de esto, ¿podemos considerar a los Heat como una “dinastía”? Creo que no pocos medios de comunicación han utilizado muy mal este término, en su afán de resaltar, todavía más, el triunfo de Miami. Falta mucho para que el equipo floridano se convierta en una “dinastía”.
Por mucho quiero decir “anillos”. Veamos a las otras dinastías verdaderas en la NBA: los Boston Celtics de Bill Russell que ganaron 11 anillos en 13 temporadas, Los Ángeles Lakers de «Magic» Johnson y Kareem Abdul Jaabar, con 5 anillos en 9 años y las 6 coronas en 8 temporadas de los Chicago Bulls, liderados por el mejor jugador de todos los tiempos, Michael Jordan.
LeBron James tiene solo 28 años; pero necesitará del respaldo de un equipo muy completo para elevar a los Heat a una “dinastía”. Jordan tuvo a Pippen y James, ¿permanecerá mucho más tiempo junto a D-Wade y Bosh?