En la actualidad casi todos los nadadores se lanzan a la piscina con muy poco pelo en su cuerpo. Al afeitarse por completo tratan de disminuir el rozamiento con el agua y así ganar décimas de segundos que pueden resultar decisivas en competencias muy cerradas, como las que generalmente se desarrollan en las Olimpiadas. La costumbre de los nadadores de raparse la cabeza se implantó después de los Juegos de Múnich, en 1972.
Ese año el alemán Werner Lampe estaba decidido a utilizar cualquier estrategia, para derrotar al fabuloso estadounidense Mark Spitz, quien ganó la impresionante cifra de siete medallas. Lampe pensaba vencer en los 200 metros, estilo libre y se le ocurrió “raparse la cabeza”. Nunca antes un nadador había adoptado ese “plan” y durante gran parte de la competencia el germano estuvo cerca de Spitz; pero, al final, el norteamericano tocó primero y obtuvo la medalla de oro; mientras Lampe finalizó con la plata.
Otro elemento curioso fue que, en el momento de la premiación, en lugar de mostrar su cabeza rapada, Lampe se presentó en el podio con una peluca rubia. Probablemente los compañeros de Lampe se hayan mofado, y no poco, al ver al subcampeón olímpico con una melena dorada.
Los temas relacionados con el pelo reaparecieron en los Juegos de Barcelona, en 1992. El equipo norteamericano de voleibol masculino comenzó su participación en la Ciudad Condal con un cerrado triunfo por 3 sets a 2, sobre Japón. Los estadounidenses de seguro retornaron a la villa olímpica cansados, pero felices por el buen debut ante los nipones; sin embargo, más tarde quedaron sorprendidos al conocer que, en realidad, habían perdido aquel desafío.
¿Cómo entender la modificación del resultado? Todo comenzó con una reclamación de los japoneses. El atacador Bob Samuelson había recibido una tarjeta amarilla, por una excesiva protesta al árbitro. Luego, en el cuarto set, con los asiáticos delante 14 puntos a 13, Samuelson apeló la decisión sobre una jugada e, incluso, hizo algún gesto ofensivo hacia el juez. Este decidió “hacerse el de la vista gorda”, porque la acción del norteamericano hubiera llevado una segunda tarjeta amarilla que se convertiría en una roja y, de acuerdo con el reglamento, el equipo contrario recibiría un punto de inmediato.
Entonces, Japón habría triunfado en el cuarto set, por 15 a 13. Precisamente eso fue lo que exigió la dirección nipona y al analizar el video, la Federación internacional de voleibol entendió que Samuelson mereció la segunda amonestación, así que los japoneses ganaron la reclamación y con ella el desafío.
Los norteamericanos quedaron muy molestos por la decisión. Para mostrar su solidaridad con Samuelson— quien era calvo desde su juventud— todo el equipo optó por rasurarse la cabeza. Este gesto fue conocido como “la rebelión de los calvos” y funcionó como un elemento emocional importante, porque los estadounidenses, que habían sido campeones olímpicos en 1984 y 1988, supieron recuperarse del revés y, al derrotar a Cuba, terminaron con la medalla de bronce.
FOTO FINISH Y OTRAS RARAS FORMAS DE IDENTIFICAR A UN GANADOR
El concepto de “foto finish” no es moderno, porque ya tiene un siglo de antigüedad. En la cita de Estocolmo, en 1912, los organizadores del atletismo colocaron en la línea de meta una cámara que tomaba instantáneas y mediante ellas se pudo determinar al medallista de plata y al de bronce en la final de los 1500 metros planos. Quizás lo más llamativo haya sido que este método no fue bien recibido en ese momento.
Otro sistema muy curioso para seleccionar a un campeón se puso en práctica en Estocolmo. Los atletas que intervinieron en los eventos de jabalina, disco y “peso”, algo así como la bala actual, tuvieron que realizar lanzamientos con ambas manos. Los jueces anotaban la distancia alcanzada con la derecha; luego medían el envío con la zurda, sumaban las dos cifras y de esta rara manera se establecía al monarca olímpico.