Sin la presión del ELO, Leinier Domínguez y Lázaro Bruzón decidieron luchar, con todas sus fuerzas, por el título nacional del ajedrez en Cuba. Los organizadores optaron por no reportar ninguno de los resultados para el ranking de la Federación internacional, así que los dos mejores jugadores de Latinoamérica dejaron atrás sus continuas tablas y escenificaron sobre el tablero una extensísima partida de 130 movimientos y más de seis horas que concluyó con la división del punto.
Bruzón condujo las blancas y el duelo derivó por los Sistemas Torre, Colle y Londres. No recuerdo una partida entre ambos en la que se haya jugado esta variante y, por supuesto, tampoco recuerdo una partida de las dos «L» que se haya extendido durante tanto tiempo. Leinier obtuvo un peón de ventaja y trató de capitalizar esta mínima diferencia; sin embargo, al final terminaron por dividir el punto. Seguí la partida online, a través de la cobertura realizada por el diario avileño Invasor; pero este seguimiento concluyó en la jugada 42.
La segunda partida clásica promete ser igual de interesante y Leinier llevará las piezas blancas. En la discusión del tercer lugar, Isán Ortiz y Yunesky Quesada firmaron el empate en 24 movimientos de una defensa Siciliana.
¿Qué decir del sistema implementado por la Comisión nacional para garantizar la presencia de los mejores ajedrecistas cubanos en el campeonato nacional? Las ediciones anteriores de este certamen tuvieron poca credibilidad, porque primero Leinier y luego Bruzón se acogieron a un acápite que los eximía de participar, a partir de su elevado coeficiente. Entonces, quedaban dos opciones: efectuar partidas semi rápidas que tampoco influirían en el ELO o este «sistema», es decir, matches de partidas clásicas que no se reportan para la FIDE. Me parece que la segunda opción es mejor, porque todos pueden «entregarse», sin preocuparse por cumplir con su coeficiente. De otra manera, Leinier y Bruzón, lógicamente, hubieran pactado tablas en pocos movimientos, para «cuidar» su ELO.