Sabe que no tiene opciones de integrar a la selección nacional; también que sus posibilidades de ganar un cuarto título en las Series son muy remotas; sin embargo, Enrique Díaz sigue desafiando al tiempo y días tras día regresa a los terrenos de béisbol, en los que ha impuesto varias marcas que, probablemente, se mantengan en los libros de récords para siempre.
Durante sus 26 años en las Series nacionales Enrique ha compartido con varias de las generaciones más completas o prometedoras de peloteros capitalinos. A no pocos los vio crecer y retirarse convertidos en estrellas; mientras otros optaron por continuar sus carreras en diferentes sitios.
En su andar de décadas como defensor de la segunda base Díaz ha respondido a muchísimos directores—Raúl Reyes, Guillermo Carmona, Eulogio Vilanova, Pedro Chávez, Juan Gómez—; aunque, como él mismo ha reconocido, ninguno fue tan especial como Rey Vicente Anglada y bajo su mando ganó tres Series.
Enrique jugó sus primeras 15 temporadas con Metropolitanos. Los Rojos de esa época no se parecen en nada a los que han concluido en el fondo de la tabla de posiciones en la última década. Aquella selección era competitiva y logró clasificar a dos postemporadas. Luego vinieron los cambios, las partidas y el esplendor del segundo equipo de la capital se fue apagando. Además, el gran Juan Padilla, quien era el regular de Industriales, sufrió un accidente que forzó su retiro.
Entonces, en 2001, llegó el movimiento hacia los Azules. Ya Enrique había logrado una amplia reputación como excelente primer bate, porque era habilidoso y, sobre todo, muy veloz. En 1993, en la Serie 32, impuso uno de esos récords que no se moverá de los libros, pues sus 55 bases robadas en una sola campaña lucen inalcanzables.
El debut de Enrique con Industriales fue complicado y el error que cometió en el cuarto partido del playoff contra Pinar del Río lo marcó. Esa noche lloró en el banco—las imágenes del documental de Ian Padrón son estremecedoras—y mientras los pinareños festejaban su avance a la semifinal, Díaz tal vez no haya imaginado que, dos años después, con el bate en la mano, podría reivindicarse.
La campaña 2003 fue espectacular para Enrique. Los Azules ganaron 66 partidos en la etapa clasificatoria y barrieron con el Villa Clara de Víctor Mesa en la final. Díaz anotó 100 carreras y ese es otro de los récords que podría permanecer inalterable, incluso con temporadas de más de 90 desafíos.
Los buenos resultados de los Azules continuaron en 2003-2004. Nuevamente el rival en la discusión del título fue Villa Clara y después de tres derrotas consecutivas, los anaranjados llegaron al noveno capítulo, en el “Latinoamericano”, con ventaja en el marcador. La ofensiva de Industriales llenó las bases ante Eliécer Montes de Oca y le correspondió el turno a Enrique.
La historia es conocida: Díaz disparó un largo doble al jardín central que dejó tendido en el terreno a los villaclareños. Con los brazos en alto, el número 1 recibió el aplauso de decenas de miles de personas. Quizás dentro de ese público estuvieran no pocos de los que, dos años antes, no se cansaron de gritar improperios contra él. A esas contradicciones supo imponerse Enrique.
Después vinieron más triunfos con Industriales bajo la conducción de Anglada; pero se acercaba un nuevo cambio. Enrique vistió por última vez el uniforme azul en la temporada 2007-2008. Doce meses más tarde, regresó a Metros, el equipo que había defendido por más de una década.
Quizás otro jugador se hubiera retirado. En la pelota cubana lamentablemente abundan los ejemplos de atletas que han optado por abandonar los terrenos cuando todavía estaban en buena forma física. No sucedió así con Enrique. Nunca habló del retiro, porque sabía que podía ser útil a los Metros.
Su talento y perseverancia le permitieron continuar rompiendo marcas. Enrique dejó atrás el récord de Evenecer Godínez en triples; superó las 588 bases robadas de Víctor Mesa y anotó más carreras que Omar Linares. En 2012, con 43 años—nació el 2 de septiembre de 1968, en Centro Habana—se propuso colocar su nombrar en el primer lugar de la lista de peloteros con más jits.
Ese puesto lo ocupaba Antonio Pacheco, uno de los jugadores más brillantes de todos los tiempos en Cuba. En 2002 el santiaguero dijo adiós con un acumulado de 2356 imparables. Pocos pensaron, en ese momento, que alguien pudiera superarlo.
Indiscutible tras indiscutible Enrique fue escalando posiciones. Sobrepasó a Luis Ulacia (2195), luego a Linares (2205) y, más tarde, a Fernando Sánchez (2215). Solo faltaba Pacheco. El posible nuevo récord de Díaz era una de las noticias más esperadas de la 51 Serie nacional y el pelotero reconoció sentirse presionado en la medida en que se aproximaba a la marca.
Finalmente, el miércoles 7 de marzo, en el estadio “Capitán San Luis”, de Pinar del Río, ante los envíos del zurdo Julio Alfredo Martínez, Enrique disparó su indiscutible 2357. En Cuba todavía no existe un Salón de la fama— ¿hasta cuándo tendremos que esperar?—; pero cuando ese sueño pueda concretarse, Díaz debería ser uno de los primeros exaltados.
Enrique Díaz merece un brindis. No solo por sus impresionantes marcas, obtenidas gracias a su persistencia de 26 años, sino también porque, con su ejemplo, le ha demostrado a tantos incrédulos que todavía se puede jugar “por amor al béisbol”.