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Alberto Contador, ¿un caso cerrado?

Después de 565 días de tensa espera, finalmente el ciclista español Alberto Contador supo el precio real que tendrá que pagar por—de acuerdo con sus argumentos— la ingestión de un filete de res, contaminado con clembuterol. La cifra monetaria es enorme; pero todavía más dolorosa es la retirada del título obtenido en el Tour de Francia de 2010 y el Giro de Italia un año más tarde, así como la imposibilidad de competir en los Juegos olímpicos de Londres.

En mayo de 2010 Contador celebró por todo lo alto, en los campos Elíseos, su tercera conquista del evento más prestigioso del ciclismo: el Tour de Francia. No pocos lo consideraban, en ese momento, como el hombre capaz de superar el récord de siete coronas que había logrado el norteamericano Lance Armstrong. La alegría por el triunfo no duró mucho, porque días más tarde se dio a conocer que Contador había dado positivo en un examen antidoping, ya que en su orina aparecieron elevados niveles de clembuterol, una sustancia broncodilatadora prohibida por la Unión ciclística internacional (UCI).

Ante la acusación, el ciclista y sus abogados esgrimieron siempre la misma explicación: el clembuterol entró al organismo mediante un filete de res contaminado que el atleta comió en una jornada de descanso del Tour. De inmediato se alzaron muchas voces a favor de Contador; pero la UCI, quizás con el afán por limpiar su turbia imagen de los últimos años, ordenó la suspensión por dos años. Era una sanción devastadora; sin embargo, la Real federación española no ratificó la condena y eso despertó algunas esperanzas en el ciclista.

Allí comenzó un tortuoso limbo legal para Contador. El ciclista sabía que la UCI y la Agencia mundial antidopaje presionarían al Tribunal de arbitraje deportivo (TAS) para lograr la ratificación de la sanción; mientras, sus abogados defensores trataban de reunir la mayor cantidad de evidencias para demostrar que el consumo del solomillo de ternera fue el que introdujo el clembuterol.

Durante más de un año y medio Contador esperó el resultado final de la investigación. En ese período, gracias al perdón de su Federación, intervino en diversos eventos, entre ellos el Tour de Francia 2011, donde concluyó quinto y luego ganó el prestigioso Giro de Italia. Tal vez su principal aspiración en 2012 era participar en la cita estival de Londres; sin embargo, el sueño olímpico tendrá que esperar otros cuatro años.

El TAS dictaminó que no se «establecieron hechos» que demostrasen que el clembuterol estuviera en los filetes contaminados, ya que “al contrario que en otros países, sobre todo fuera de Europa, España no es conocido por sufrir un problema de contaminación con clembuterol en su carne”.

La sanción a Contador provocó grandes polémicas. Para los medios de comunicación, sobre todo los españoles, la decisión era errónea; aunque otros ciclistas, entre ellos el danés Michael Rasmussen, quien ya había cumplido una condena de dos años por dopaje, apoyó el dictamen.

Contador no solo tendrá que cumplir el período de separación—que concluiría a mediados de agosto, porque le incluyen los meses previos que estuvo sin competir—sino que, además, tendría que desembolsar la mayor multa en la historia del ciclismo: casi cinco millones de euros. La UCI le solicitó al TAS que Contador entregara el 70% de lo recibido en su contrato de 2010, por “daños y perjuicios al ciclismo”. A estos 2,5 millones se añadiría la devolución de los 450 mil euros ganados en el Tour de 2010 y una cifra algo inferior, obtenida en el Giro de 2011.

De esta triste manera, el hombre más preparado para sobrepasar a Armstrong se convirtió, de forma oficial, en el segundo campeón del Tour que entregó su título, por causa del dopaje. El primero fue un tramposo que, sin dudas, no ocupa un lugar agradable en la historia del ciclismo: Floyd Landis.

¿Es culpable Contador? Difícil pregunta ¿Alguien tiene una respuesta concluyente? Poco probable, quizás ni siquiera los miembros del TAS que emitieron el veredicto. El largo período de espera y el enorme volumen de declaraciones pudieron desorientar no solo a los seguidores del ciclismo.

Al conocer el resultado, la UCI aclaró que no había ganadores. Tienen razón los dirigentes, porque, en realidad, perdió el ciclismo, un deporte agonizante al que cada vez le será más difícil recuperar la credibilidad.

Publicado en CubaSí

 

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