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Clemente monumental

“No vayas Roberto”, le dijo su esposa; pero el boricua estaba decidido a entregar personalmente la ayuda recolectada para las víctimas del devastador terremoto que provocó 10 mil muertes en Managua. La aeronave apenas estuvo unos minutos en el aire; luego cayó al mar y nunca pudieron recuperarse los cuerpos. Cuarenta años después de ese accidente, el gobierno nicaragüense erigirá una estatua en honor al gran Roberto Clemente, quizás el pelotero latino más influyente de todos los tiempos en las Grandes Ligas.

Clemente marcó una época en las Mayores. Su peculiar estilo de bateo y su formidable defensa del jardín derecho lo convirtieron en un ídolo deportivo, no solo en Puerto Rico, donde fue elegido el atleta del siglo XX, sino también en toda Latinoamérica; aunque la carrera del “Cometa de Carolina”, como le decían, porque ese fue su lugar de nacimiento, pasó por momentos muy complicados.

El boricua sufrió muy de cerca la discriminación por el color de su piel, en un período en el que, supuestamente, se había superado la barrera racial en las Mayores; sin embargo, persistía el racismo. Su actitud contestataria, en defensa de los peloteros latinoamericanos, no fue bien vista por algunos dueños, directivos y periodistas; pero hoy se le recuerda como uno de los hombres que más luchó por la igualdad de derechos y oportunidades para los jugadores de origen latino.

Clemente jugó todo el tiempo con los Piratas de Pittsburgh, en la Liga nacional. Cuando debutó, en 1955, ese era uno de los equipos más mediocres del campeonato. En apenas seis años el boricua cambió la historia y lideró a los Piratas hasta el título de la Serie Mundial, al derrotar a los Yankees de Nueva York, en siete desafíos.

Los números de Clemente en la década del sesenta fueron espectaculares y aunque cierta prensa persistía en el empeño de no resaltar las proezas ofensivas del puertorriqueño y sus fabulosas atrapadas en el jardín derecho, en realidad Roberto supo ganarse un lugar entre las grandes estrellas de todos los tiempos.

En 18 temporadas Clemente promedió para 317, conectó 240 cuadrangulares e impulsó 1305 carreras; además, ganó en cuatro oportunidades el título de bateo de la Liga nacional, participó en 12 Juegos de las estrellas y recibió 12 “Guantes de oro”, el premio que se otorga al final de cada temporada a los mejores defensores de cada posición.

Otro momento inolvidable en la trayectoria de Clemente fue la Serie Mundial de 1971. Los Piratas enfrentaron en ese “Clásico de otoño” a los Orioles de Baltimore y los 414 puntos de promedio ofensivo de Roberto fueron decisivos para que Pittsburgh ganara su segunda corona.

A diferencia de otros peloteros, Clemente quiso mantener el vínculo con su país y por eso trató siempre de jugar en la Liga invernal. En 1972, después de batear su hit número 3000, en el último partido de la temporada regular, Roberto partió hacia San Juan, con el objetivo de dirigir a la selección nacional que intervendría en el campeonato mundial amateur, en Nicaragua.

Las cosas salieron bien para Puerto Rico en aquel certamen, porque de 15 partidos efectuados, ganaron nueve y concluyeron en la sexta posición. Los cubanos vivieron con mucha intensidad ese Mundial y nunca se olvidará el cuadrangular de Agustín Marquetti, en extrainnings, contra Estados Unidos, en la discusión del título universal.

El certamen concluyó el 3 de diciembre y veinte días más tarde un terremoto casi borró de la faz de la Tierra a Managua. Hubo 10 mil muertos y decenas de miles de damnificados. Al conocer la noticia, Clemente pidió ayuda a los puertorriqueños y en pocos días preparó un cargamento. El 31 de diciembre de 1972 todo estaba listo para la partida del avión. El jugador insistió en entregar personalmente el contenido. Su esposa, Vera Zabala, le rogó que no se subiera a la aeronave y ante esa petición Clemente respondió: “si vas a morir, morirás”.

La desaparición del brillante pelotero conmocionó al mundo del béisbol. En 1973, de forma excepcional, Clemente fue exaltado al Salón de la Fama, en Cooperstown y se convirtió en el primer latinoamericano que ingresó en el llamado “templo de los inmortales”. Poco después se instauró el “Premio Roberto Clemente” que cada año se otorga a aquellos atletas que se hayan destacado en el apoyo a las comunidades. El más reciente galardón lo recibió el dominicano David Ortiz.

Al erigir una estatua, en el año en que se conmemora el 40 aniversario de su muerte, Nicaragua rinde merecido tributo a un jugador brillante, a un hombre excepcional que fue fiel a una frase que pronunció: “cuando tienes la oportunidad de mejorar cualquier situación y no lo haces estás malgastando tu tiempo en la Tierra.”

Publicado en Cubasí

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