Después del espectacular triunfo de Cuba en el Mundial de 1972 en Nicaragua, gracias al jonrón de Agustín Marquetti en extrainnings contra Estados Unidos se produjo una gran división en el béisbol amateur.
Varias federaciones nacionales decidieron separarse de la Federación Internacional de Béisbol Amateur y fundar su propia organización, conocida como la Federación Mundial de béisbol amateur. En 1973 ambos organismos convocaron para a un Campeonato Mundial. Cuba se mantuvo junto a la Federación Internacional y solicitó la sede del Mundial, mientras Nicaragua acogió al otro torneo. Los dos eventos se desarrollaron casi de forma paralela en el mes de diciembre de 1973.
Mientras en Nicaragua once equipos, liderados por Estados Unidos, jugaban una Serie, en La Habana se dieron cita ocho selecciones que se enfrentaron por el sistema de todos contra todos a doble vuelta. Cuba no tuvo ningún problema para imponerse, en gran medida por el extraordinario trabajo de su cuerpo de lanzadores que apenas permitió 3 carreras en 14 partidos y propinó ¡12 lechadas! Julio Romero alcanzó tres triunfos, Juan Pérez Pérez lanzó el primer juego de cero hits cero carreras de un cubano; mientras con el bate sobresalió Fermín Laffita quien conectó dos jonrones en una misma entrada y Agustín Marquetti, el jugador más útil del torneo por sus 25 imparables y 21 carreras impulsadas.
El conflicto del béisbol amateur se mantuvo y Cuba decidió no asistir al Mundial de 1974, con sede en los Estados Unidos.
La división en el béisbol amateur terminó en 1976 gracias a la intervención del por entonces presidente del Comité Olímpico mexicano Mario Vázquez Raña. Los dirigentes principales de las dos organizaciones antagónicas: la Federación Internacional y la Federación Mundial se reunieron en México, dejaron a un lados sus diferencias y se logró crear un único organismos que regiría a partir de ese momento los destinos del béisbol amateur: la Asociación Internacional de béisbol. La histórica reconciliación se firmó el 4 de enero de 1976.
Luego de finalizado el conflicto, los cubanos reconquistaron el título mundial en el torneo de Colombia, en 1976, aunque en realidad nunca lo perdieron sobre el terreno de juego. Los éxitos cubanos se repitieron en las versiones de Italia en 1978 y Japón 1980. En los dos torneos sobresalió la espigada figura de Antonio Muñoz quien lideró a los jonroneros en Italia con 8 vuelacercas en 10 desafíos; mientras su enorme cuadrangular contra Japón le dio el triunfo final a Cuba 1 carrera por 0 en la cita nipona.
El Meteoro de la Maya, Braudilio Vinent fue por mucho el lanzador más destacado de esos últimos dos mundiales, pues en ellos conquistó 6 triunfos sin derrotas y Servio Tulio Borges se confirmó como el director más exitoso al lograr su ¡octavo título mundial!
A pesar de los esfuerzos de diversos países el béisbol amateur siguió dividido y Cuba tampoco asistió al torneo de 1982 en Corea del Sur. Dos años después, en 1984, la Mayor de las Antillas volvió a ser sede de un Campeonato Mundial.
Estados Unidos sí participó en esta ocasión y lo hizo con un fuerte equipo que tenía como jardinero izquierdo y cuarto bate al joven Barry Bonds, un controvertido jugador que es ahora el mayor jonronero en la historia de las Grandes Ligas norteamericanas con más de 756 cuadrangulares.
En la cita habanera se dieron cita equipos provenientes de trece países que fueron divididos en dos grupos de competencia. Cuba y Estados Unidos no tuvieron que enfrentarse en la primera ronda porque fueron incluidos en grupos diferentes. De acuerdo con el sistema clasificatorio no había desafíos finales, sino que la cantidad de juegos ganados definía al campeón.
Cuba pasó como primer lugar de su grupo, aunque perdió un partido contra Puerto Rico (5-4) y tuvo que luchar muy fuerte para derrotar a Japón (3-1) y a Italia (6-5). Mientras, Estados Unidos también se clasificó en la primera posición, a pesar de sufrir un revés frente a Taipei de China (6-1). Todos los ojos estaban puestos en el partido de la ronda final entre Cuba y Estados Unidos, los dos grandes del béisbol que se enfrentarían en un juego de vida o muerte.
El 28 de octubre de 1984, en el partido más esperado del Mundial, se enfrentaron Cuba y Estados Unidos en el estadio Latinoamericano. Si Cuba salía victoriosa tendría casi seguro el título. Los norteamericanos ya tenían dos derrotas y una más les eliminaría de la posibilidad de alcanzar la medalla de oro.
Barry Bonds fue colocado como cuarto bate y defendió el jardín izquierdo. Por los cubanos, el director Pedro Chávez envió al montículo a su mejor carta de triunfo, el derecho Julio Romero.
La alineación cubana estaba conformada por Víctor Mesa en el central; Antonio Pacheco como torpedero; Luis Giraldo Casanova en el derecho; Antonio Muñoz en primera; Pedro José Rodríguez como tercera; Lourdes Gourriel en el izquierdo; Pedro Medina, bateador designado; Alfonso Urquiola en segunda y Juan Castro en la receptoría.
Supuestamente debía ser un juego muy cerrado, por la calidad de los dos equipos y por lo que significaba el partido; pero la poderosa ofensiva cubana no respetó a ninguno de los cuatro lanzadores utilizados por los estadounidenses y en tres capítulos ya le había otorgado a Romero una ventaja decisiva de 6 por 0.
Julio Romero estuvo en una noche casi perfecta. Lanzó las nueve entradas y apenas permitió dos imparables; mientras su equipo lo apoyaba con un amplio ataque de quince indiscutibles, incluidos cuatro cuadrangulares, para un cómodo triunfo de 10 por 1.
Frente a Julio Romero poco pudo hacer Barry Bonds. Por entonces no era tan fornido como ahora. Tenía solo veinte años y era, sobre todo, un jugador rápido, gran robador de bases, aunque también tenía fuerza, como lo demuestran los tres cuadrangulares que acumuló en el Mundial. Romero dominó a Bonds en cuatro oportunidades, con dos ponches incluidos.
Luego de la cita habanera de 1984, Cuba mantuvo su corona mundial en las ediciones de 1986, en Holanda, y 1988 nuevamente en Italia; aunque ninguno de los dos torneos fue un paseo y la selección cubana sufrió bastante para retener el título. De seguro usted recuerda el partido final del Campeonato de Italia cuando Cuba llegó debajo por dos carreras al noveno inning del juego contra Estados Unidos.
El magnífico lanzador manco Jim Abott no le había permitido libertades a la ofensiva cubana, pero una controvertida decisión del árbitro de primera base dejó con vida a Luis Giraldo Casanova y a continuación Lourdes Gourriel aprovechó una recta en la zona alta de Abott y mandó la pelota por encima del jardín izquierdo para empatar el desafío. Ese jonrón de Gourriel, sin dudas, clasifica como uno de los más espectaculares cuadrangulares de todos los tiempos en el béisbol amateur. Poco después, Lázaro Vargas conectó el jit que dejó tendido en el terreno a los norteamericanos y le dio el triunfo definitivo a Cuba.
Luego del triunfo de 1988, la selección nacional retuvo su corona mundial en los Campeonatos de Edmonton en el 90, Nicaragua en el 94, Italia en el 98 y Taipei de China en 2001. En esas citas, el equipo solo cedió en un partido contra Japón.
El Campeonato Mundial no regresó a tierras cubanas hasta 2003, casi veinte años después de la versión de 1984. El panorama del béisbol era ahora diferente por completo al de 1984 pues ya no existía el amateurismo ni tampoco el bate de aluminio. La competitividad era mayor y, por tanto, los marcadores de los juegos se hicieron cada vez más cerrados.
Para la versión de 2003, los organizadores dividieron a los 16 equipos participantes en dos grupos, uno en el Occidente, con juegos en el estadio Latinoamericano, el Changa Mederos y el Victoria de Girón; mientras el otro efectuó los desafíos en el Guillermón Moncada de Santiago y Calixto García de Holguín.
Los cubanos pasaron sin muchos apuros la etapa clasificatoria, pero se vieron muy mal en el partido de muerte súbita contra Brasil, a tal punto que la selección llegó al final de la novena entrada debajo en el marcador 3 por 2; sin embargo, ahí se produjo la reacción que aseguró el pase a las semifinales. Para ese importante desafío el mentor Higinio Vélez le dio la pelota a Norge Luis Vera quien estuvo en una noche brillante y guió a Cuba a un triunfo de 6 carreras por 3 frente a Taipei de China.
El partido final, por primera vez en muchísimos años, enfrentó a dos equipos latinoamericanos: Cuba y Panamá. Los panameños protagonizaron la gran sorpresa del evento al dejar fuera de la discusión del título a los favoritos japoneses.
El estadio “Latinoamericano” mostró un lleno impresionante. Más de 50 mil fanáticos esperaban el nuevo triunfo de los cubanos. Sin embargo, los panameños se fueron delante 1 por 0. Los antillanos reaccionaron en el tercero con carreras impulsadas a la cuenta de Michel Enríquez y de Yuliesky Gourriel; pero ni cortos ni perezosos, los canaleros empataron el desafío en el cuarto y explotaron al abridor Vicyohandri Odelín. Entonces Higinio Vélez decidió traer a su caballo de batallas, Norge Luis Vera con apenas dos días de descanso. Vera acabó con las amenazas visitantes y dos jonrones de Frederich Cepeda, uno en el sexto y otro en el octavo, le dieron a Cuba su vigésimo cuarto título mundial y octavo de forma consecutiva.