El Campeonato Mundial de béisbol llegan este año a su trigésimo novena edición y en sus más de siete décadas de existencia, en diez ocasiones diferentes terrenos de Cuba han servido como sede a este torneo donde han jugado la gran mayoría de las estrellas del béisbol cubano.
La primera versión de la llamada Serie Mundial Amateur se desarrolló bien lejos de nuestro país, nada menos que en Londres, en 1938. De acuerdo con Roberto González en su magnífico libro “La Gloria de Cuba”, los dos equipos que tomaron parte en aquella primera edición de la Serie fueron Inglaterra y Estados Unidos; pero en realidad ambas selecciones estaban conformadas por soldados norteamericanos que cumplían su servicio militar en bases europeas. El supuesto equipo de Inglaterra ganó la Serie con un marcador final de 4 partidos contra 1.
Un año después, en 1939, tuvo lugar en el estadio La Tropical la segunda Serie Mundial Amateur, aunque si usted analiza bien, en realidad era la primera porque ahora era que realmente existía calidad en los equipos.
A la cita habanera fueron invitados 12 países y el campeón, Inglaterra, declinó participar ya que supuestamente para la fecha del evento, es decir, en la segunda quincena del mes de agosto, su temporada de béisbol se iniciaba. Ese argumento es indudablemente débil y a todas luces fue una justificación para no presentar al campeón y sí mantener la continuidad de la Serie Mundial.
Pero de las 12 naciones invitadas, solo dos jugaron en La Tropical. Nicaragua y Estados Unidos se unieron a Cuba para escenificar un torneo a doble vuelta y los cubanos ganaron invictos la Serie, seguidos por los nicaragüenses. Entre los jugadores más importantes de aquella selección cubana se encontraban Conrado Marrero y Natilla Jiménez entre los lanzadores; mientras Andrés Fleitas en la receptoría y Cocoliso Torres en los jardines aportaban la mayor carga ofensiva del equipo. Desde el banco, León Rojas no tuvo grandes problemas para dirigir a estas estrellas de la Liga Amateur. De los 18 peloteros cubanos, apenas dos eran negros. Aunque no estaba oficialmente escrito en ningún papel, la discriminación racial se hacía sentir con mucha fuerza dentro de los clubes amateurs, desde el Hersey hasta el Regla, pasando por el Fortuna, el Círculo Militar y el Deportivo Cárdenas.
La Serie de 1939 dejó considerables ganancias para la Dirección General de Deportes que dirigía el coronel Jaime Mariné y esto motivo a que un año después, en 1940, el terreno de La Tropical acogiera la tercera versión de la Serie, ahora con siete equipos en competencia, incluido Hawai, selección esta que contaba con una gran cantidad de peloteros japoneses.
Los cubanos vencieron nuevamente, aunque cayeron en dos ocasiones, frente a Nicaragua y los Estados Unidos, pero con balance de 10 triunfos y 2 derrotas aventajaron por un juego tanto a nicaragüenses como a norteamericanos. El equipo nacional fue dirigido por Reinaldo Cordeiro, quien era el mánager del Fortuna en la Liga Amateur. La selección cubana fue diferente en un gran por ciento a la presentada un año antes, no estuvo Fleitas, pero sí se mantuvieron Conrado Marrero y Natilla Jiménez, además, se en el cuadro destacó Napoleón Reyes, un versátil pelotero proveniente del equipo de la Universidad de La Habana y que en poco tiempo brillaría en la Liga Profesional, primero como jugador y más tarde como director.
El Guajiro de Laberinto Conrado Marrero logró tres triunfos de los diez del equipo y paradójicamente cargó con las dos derrotas frente a Nicaragua y Estados Unidos, pero su espectacular promedio de carreras limpias de 1,15 le hizo merecedor del premio al Jugador Más Valioso de la Serie.
Cuba había logrado dos Series Mundiales consecutivas y los patrocinadores se regocijaban por las cuantiosas ganancias producidas por el torneo. La cuarta edición, de 1941, prometía ser mucho mejor que las predecesoras. Y realmente lo fue, pero no precisamente por las hazañas de los peloteros cubanos.
Después de los dos triunfos cubanos en las ediciones de 1939 y 1940, nuevamente La Tropical sirvió de sede a la Serie Mundial. Esta vez aumentó la participación y ocho selecciones intentaron destronar a los cubanos. Como en las tres ocasiones anteriores, el sistema de juego fue un todos contra todos a una sola vuelta y luego de ocho días de competencia y siete triunfos consecutivos, ningún equipo parecía capaz de frenar a la maquinara cubana, dirigida por Joaquín Viego del Hersey y liderada, una vez más, por Conrado Marrero, quien acumuló tres victorias y el esfuerzo de Rogelio Limonar Martínez.
La fiesta estaba lista para la coronación cubana, pero el último día del calendario regular la selección nacional no pudo contra el picheo engañoso de un pequeño lanzador venezolano, Daniel el Chino Canónico quien detuvo en seco a la ofensiva antillana y envió la cuarta Serie Mundial a un juego extra.
El juego del 22 de octubre de 1941 entre Cuba y Venezuela es uno de los más recordados en la historia del deporte cubano. Las esperanzas de toda una nación estaban depositadas en la extraordinaria calidad de Marrero quien debía vengar la ofensa y vencer a Canónico en el juego decisivo. Un partido controvertido, sobre el que se han escrito variados artículos y que forma parte del imaginario popular, sobre todo por aquella frase que decía “Marrero los coge el 22”. Pero el descontrol del Guajiro en el primer capítulo, más dos costosos errores, uno del Guajiro Rodíguez en el jardín central y otro del Mosquito Ordeñana le complicaron la vida a Marrero, y por el otro lado Canónico volvió a mostrar un excelente control y sangre fría y sus lanzamientos en las esquinas acallaron a la enorme multitud que se dio cita esa tarde en La Tropical. La tragedia estaba consumada. El 22 de octubre de 1941 siempre será recordado como la tarde fatídica de La Tropical cuando Canónico echó a perder la fiesta.
Casi se pudiera asegurar que minutos después de consumado el triunfo venezolano en la Serie Mundial Amateur de 1941 los organizadores, en especial el coronel Jaime Mariné, ya estaban pensando en la revancha y en la próxima edición de la Serie.
Sin embargo, el 7 de diciembre de ese mismo año se produjo el ataque japonés a Pearl Harbor lo que marcó la entrada definitiva de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial y, por tanto, las limitaciones al transporte aéreo repercutieron en la cantidad de participantes en la quinta Serie Mundial que se inició en La Habana el 26 de septiembre de 1942 con la presencia en La Tropical de cinco naciones, entre ellas la de Estados Unidos y Venezuela con Daniel el Chino Canónico en sus filas.
El 4 de octubre de 1942, casi un año después de la tragedia, la selección cubana castigó con fuerza a Canónico y no se detuvo hasta marcar 8 carreras, mientras Marrero desde el montículo no permitió anotaciones a sus victimarios de la Serie anterior. La venganza estaba consumada, pero el dolor seguía presente.
La selección de Estados Unidos se retiró antes de que concluyera el torneo y perdió sus últimos cuatro partidos por forfeit, aunque esta retirada no quita méritos a la tercera corona cubana en la Serie, ahora con acumulado de 10 triunfos y solo dos derrotas, por delante de República Dominicana y Venezuela.
Los cubanos, dirigidos nuevamente por León Rojas, presentaron quizás el equipo amateur más completo de la década de la década de los cuarenta con Andrés Fleitas de vuelta a la receptoría, Juan Ealo en primera, el Quilla Valdés en el campo corto; Francisco Quicutis en el jardín central y en el montículo una constelación de estrellas, encabezadas por Conrado Marrero, Julio el Jiquí Moreno, Daniel Parra e Isidoro León. Con estos nombres no se podía perder y el éxito de 1942 devolvió la alegría a los miles de cubanos que asistieron día tras día a La Tropical.
Uno de los incidentes más recordados de esa Serie, además lógicamente de la revancha de Conrado Marrero ante el Chino Canónico, fue la gran bronca entre el director dominicano Burrolote Rodríguez y varios fanáticos.
Durante el partido de la República Dominicana contra Estados Unidos varias personas estaban molestando a Burrolote y a su equipo porque a la selección cubana le convenía que Dominicana perdiera ante los norteamericanos. Los bromistas se divertían repitiendo el nombre del director, algo así como Burro – Lote y esto sin dudas molestó al hombre.
Los norteamericanos se fueron delante en el marcador y la sangre llegó al río cuando una pelota devuelta desde el público golpeó en la espalda al malhumorado Burrolote quien tiró la pelota hacia la concurrencia con todas sus fuerzas. Como si esto no fuera suficiente, agarró un bate y también lo tiró hacia el público. Aquello fue la chispa que encendió definitivamente el fuego. Decenas de personas se lanzaron al terreno y cargaron contra Burrolote y los jugadores dominicanos.
La policía intentó defender a los peloteros e incluso el equipo cubano que estaba en las gradas actuó en defensa de los dominicanos. Después de varios minutos se restableció la calma en La Tropical, aunque hubo varios heridos por las botellas y objetos que fueron lanzados al terreno.
A pesar del feo incidente con Burrolote Rodríguez, la intromisión del dictador dominicano Rafael Trujillo y la salida precipitada del equipo norteamericano, la cuarta Serie Mundial fue un éxito y dejó la puerta abierta para que La Habana sirviera como sede, por quinta ocasión consecutiva, de la Serie Mundial de béisbol amateur.