Conrado Marrero acaba de cumplir 100 años. Tal vez las más jóvenes generaciones—a las que pertenezco—no hayan escuchado mucho sobre este brillante pitcher y de seguro nunca lo vimos actuar, porque de esa época apenas se conservaban filmaciones; sin embargo, el Guajiro de Laberinto sin dudas aparecería en una hipotética lista de los diez mejores lanzadores de todos los tiempos en el béisbol cubano.
Con un siglo a cuestas y su inseparable tabaco, Marrero habló ante las cámaras de la televisión, en un reportaje especial por su cumpleaños. Me alegró mucho que en los medios de comunicación se recordara esta fecha; aunque se olvidan otras de brillantes peloteros quienes han caído en un desagradable, injustificado y doloroso olvido. Para comprobarlo solo es necesario leer la serie de entrevistas que ha publicado el periódico Juventud Rebelde sobre excelentes jugadores que después de su retiro…pues desaparecieron y casi nadie los recuerda. Por suerte con Marrero no ha sucedido así. Entonces, los dejo con una crónica que escribí hace algunos años sobre uno de los partidos más célebres del béisbol cubano y en el que Conrado Marrero fue protagonista.
“La tarde era de fiesta el 22 de octubre de 1941 en el parque habanero La Tropical pues más de 30 mil personas se habían reunido para presenciar el seguro triunfo del equipo cubano de béisbol. El pensamiento de los fanáticos era uno solo: “esta tarde sí que Canónico no escapa y Marrero los amarra corto.”
Cinco días antes del esperado partido, el lanzador venezolano Daniel el Chino Canónico había mandado la IV Serie Mundial de béisbol amateur a un juego extra. Pero para comprender mejor el ambiente y las implicaciones que rodearon al partido decisivo debemos hacer un poco de historia.
La IV Serie Mundial de béisbol amateur comenzó en La Habana el 10 de octubre de 1941 y el equipo Cuba era considerado el amplio favorito por todos. Los cubanos ya habían conquistado dos títulos mundiales, en 1939 y 1940. Recordemos que la primera edición de los Campeonatos Mundiales tuvo lugar en 1938 y solo participaron dos selecciones, Estados Unidos y nada menos que Inglaterra.
En la edición de 1941 tomaron parte nueve equipos, Venezuela, Cuba, México, Panamá, República Dominicana, Estados Unidos, Nicaragua, Puerto Rico y El Salvador. Durante los ocho primeros juegos de la etapa clasificatoria los cubanos tuvieron una excelente actuación y llegaron al partido final, contra Venezuela, con todas las condiciones para alcanzar el título.
Cuba y Venezuela se enfrentaron en la jornada conclusiva de la fase clasificatoria. Los locales tenían un récord perfecto de 7 triunfos, mientras los sudamericanos habían sufrido una costosa derrota a manos de República Dominicana, 4 carreras por 2 y, por tanto, estaban obligados a ganar para entonces forzar un juego extra.
El director venezolano Guillermo Malpica le entregó la pelota a Daniel, el Chino, Canónico; mientras el manager cubano León Rojas optó por Julio “Jiquí” Moreno. Sin dudas, “El Chino” representaba la mejor carta venezolana pues ya había ganado tres choques en el Mundial, a Puerto Rico, México y Panamá. Por la parte cubana, el Jiquí Moreno acumulaba una victoria frente a los dominicanos.
Ese día, el Chino Canónico rompió los pronósticos y derrotó sin muchos problemas a Cuba 4 carreras por 1. El Mundial estaba empatado y como el reglamento no permitía que se compartiera el primer lugar, era necesario desarrollar un partido extra.
La lógica indicaba que ese partido se debía jugar un día después del inesperado triunfo venezolano; pero no ocurrió así. Los venezolanos no querían jugar y alegaban que no tenían un lanzador preparado para enfrentar a los cubanos. Esta situación se volvió más complicada y finalmente los organizadores decidieron otorgarles a los visitantes lo que ellos solicitaban: nada menos que cinco días de descanso para que Canónico pudiera abrir el partido decisivo.
Muchos criticaron a los organizadores por esa decisión ¿qué estaba detrás de ese amplio descanso? El Mundial también era un negocio y además del lógico interés por buscar el desquite contra Canónico y Venezuela, los organizadores previeron un lleno completo en el estadio La Tropical.
El 22 de octubre de 1941 La Tropical mostró un lleno impresionante. Rápidamente se llenaron las gradas, situadas por las bandas de primera y tercera, y el público que no alcanzó asiento optó por situarse próximo a las cercas.
Daniel el Chino Canónico era la elección venezolana, mientras el Guajiro de Laberinto, el gran Conrado Marrero, un lanzador prácticamente imbateable por su velocidad y buen control, buscaría la venganza cubana.
El director cubano, León Rojas, colocó la misma alineación que le había sido tan exitosa en todo el torneo: el torpedero Clemente González fue el primer bate y defendió el campo corto, Antonio Ordeñana jugó tercera, Napoleón Reyes en segunda; Andrés Fleitas como receptor y cuarto bate; Bernardo Cuervo en primera base; Charles Pérez en el jardín izquierdo; Segundo Rodríguez como jardinero central, Villa Cabrera en el derecho y Conrado Marrero como lanzador y noveno bate.
En el primer inning, los cubanos, que actuaron como equipo visitador, fueron retirados en orden por Canónico y cuando salió del dogout, el público le prodigó a Marrero un gran aplauso de recibimiento; pero el ensordecedor bullicio de los fanáticos caería en el silencio rápidamente.
El Guajiro de Laberinto no entró con su habitual control y fue bien aprovechado por los visitantes. Marrero le dio la base a José Pérez para iniciar el capítulo. A continuación dominó a Luis Romero en un inofensivo fly, pero después volvió el descontrol y el Guajiro le otorgó otro boleto a Héctor Benítez. Con dos hombres en circulación, el cuarto bate Jesús “Chucho” Ramos le conectó una fuerte línea al jardín central que no pudo ser cortada por Segundo Rodríguez, lo que permitió la anotación de dos corredores, mientras Chucho Ramos llegó a tercera base por el error.
Para colmo de males, el siguiente bateador, José Antonio Casanova, sacó un texas al central y así, en un abrir y cerrar de ojos, los venezolanos tomaron el mando del partido 3 carreras por 0. Después Marrero se compuso y no permitió libertades, ni tampoco su relevo, Pedro Natilla Jiménez; aunque el mal ya estaba hecho.
Del resto se encargó el Chino Canónico. Inning tras inning, el pequeño lanzador, sin mucha velocidad en sus lanzamientos, pero con un excelente control, fue dominando a la poderosa alineación cubana y solo en el noveno capítulo pudieron marcarle. Esa entrada la abrió Bernardo Cuervo con un fácil roletazo a las manos de Canónico; Charles Pérez cedió el segundo out en un inofensivo fly al receptor Fonseca; sin embargo, un error de la primera base Chucho Ramos le permitió llegar a la segunda almohadilla a Segundo Rodríguez y este anotó desde ahí por un imparable de Rafael Villa Cabrera.
El marcador se puso 3 a 1 y los fanáticos tuvieron su primera esperanza de la tarde, aunque no por mucho tiempo porque Natilla Jiménez dio un rolling a segunda base. La sorpresa se había concretado, Venezuela era el nuevo Campeón Mundial de Béisbol.
Después que cayó el tercer y definitivo out, los jugadores venezolanos salieron al terreno y cargaron sobre sus hombros a su gran lanzador, mientras el público habanero aplaudía la hazaña del Chino Canónico.
Conrado Marrero y el equipo cubano tomaron desquite contra el Chino Canónico, un año después, también en La Habana, durante la V edición de la Serie Mundial de béisbol amateur. En la revancha Marrero derrotó a Canónico por lechada de 8 carreras a cero; pero el pueblo cubano siempre recordó la tarde fatídica de La Tropical, el 22 de octubre de 1941, cuando el Chino Canónico echó a perder la fiesta.”