Millonarios norteamericanos, árabes y rusos han encontrado un nuevo sitio para invertir sus fortunas: los clubes de fútbol en Europa. La crisis económica, agudizada desde 2008, colocó cerca de la quiebra a importantes equipos y esa fue la oportunidad que encontraron no pocos magnates para comprar, sobre todo, a importantes selecciones inglesas como el Manchester United, Arsenal, Chelsea y Manchester City.
Si en 2003 solo un club de la Liga Premier—considerada por varios expertos como la más competitiva del mundo—estaba en manos de un extranjero, esa realidad ha cambiado notablemente en menos de una década. En la actualidad 10 de los 20 equipos de ese torneo pertenecen a multimillonarios o grupos empresariales foráneos.
El interés comercial por el fútbol inglés aumentó a partir de la adquisición, por parte del extrovertido ruso Roman Abramovich, del Chelsea. El magnate del petróleo—con una fortuna de origen más que dudoso—abrió su billetera y contrató a grandes jugadores; pero las millones de libras esterlinas gastadas no han sido suficientes para alcanzar el tan añorado—y lucrativo—título de la Liga de campeones de la UEFA.
No obstante, el Chelsea ha conquistado, bajo el liderazgo económico de Abramovich, tres coronas en la Premier y con los precios actuales del petróleo, pues parece que los negocios del excéntrico propietario marchan bien; aunque quizás ni siquiera esa efímera bonanza sea suficiente para justificar el gigantesco traspaso, hasta ahora fallido, del delantero español Fernando “el niño” Torres, desde el Liverpool hasta los “blues”.
Después de Abramovich, otros grupos o millonarios norteamericanos decidieron que era— supuestamente— rentable comprar un club inglés. El ejemplo más reciente es el de Stan Kroenke quien ya fue confirmado como accionista mayoritario de uno de los equipos más cotizados del mundo: el Arsenal.
De esta manera, Kroenke extendió sus negocios que incluyen la posesión de los Denver Nuggets, en la NBA; los Colorado Avalanche, en el hockey y Colorado Rapids, en la liga de fútbol de Estados Unidos. Las cifras propuestas por el grupo que lidera Kroenke fueron suficientes para convencer a los anteriores accionistas y con el control de un hombre que tal vez sepa poco de fútbol—pero sí domina las diferentes formas de manejar un negocio deportivo— el Arsenal espera terminar con la sequía de títulos que comenzó en 2005.
Kroenke es el quinto magnate norteamericano que adquiere un club inglés. Los otros propietarios son: Randy Lerner (Aston Villa); Ellis Short (Sunderland); el grupo Fenway Sports (Liverpool) y la familia Glazer (Manchester United). Además, en la lista de extranjeros aparecen, junto a Abramovich, el grupo indio Venky (Blackburn Rovers); el egipcio Mohamed Al Fayed (Fulham); el chino Carson Yeung (Birmingham City) y el jeque Mansour bin Zayed al-Nahyan (Manchester City).
El más controvertido de ellos y que cuenta con menos simpatías entre los fanáticos es el dueño del ManU. Para los millones de seguidores de este equipo es difícil aceptar que el club, considerado el más caro del mundo—vale casi 2 mil millones de dólares—, tenga una enorme deuda.
Malcolm Glazer rompió una tradición de 127 años. Durante ese período el ManU siempre fue controlado por empresarios locales; pero más allá de la nacionalidad del dueño, las críticas contra Glazer se han centrado en los continuos derroches de dinero y en el intento de imponer un modelo de negocio difícil de mantener. En su mandato la selección ha obtenido tres Ligas, una Liga de campeones de la UEFA y una Copa mundial de clubes; sin embargo, en la actualidad el estado financiero del ManU es lamentable.
Las inversiones de multimillonarios extranjeros no se concentran únicamente en los clubes ingleses. En España, donde múltiples equipos atraviesan muy serios problemas financieros y muchos de ellos son sociedades privadas, ha sido fácil para los más ricos introducirse en el mercado. Así, el Málaga terminó en poder del jeque de Qatar, Abdullah Bin-Nasser; mientras el Racing de Santander pertenece al indio Ali Syed.
Los alemanes no están preocupados por este tema, porque allí las leyes locales impiden que los propietarios de clubes de fútbol sean inversores foráneos. En Italia sucede algo parecido a Inglaterra y España. Varios de los clubes más famosos constituyen posesiones de empresas multinacionales y la historia con mayor repercusión es la muy posible compra de la Roma, por parte del inversor estadounidense, de origen italiano, Thomas di Benedetto. Este hombre, presidente de The Boston Consulting Group, pretende convertir al equipo en uno “de los mejores del mundo”; aunque de seguro los fanáticos romanos esperan que esa intención no signifique exageradas contrataciones que endeuden a la selección más seguida de la capital italiana.
Las continuas compras de clubes europeos provocan diversas reacciones. Por un lado los defensores de este modelo alegan que las inversiones representan una importante ayuda económica para el equipo. Con ese dinero los directivos podrían contratar a mejores futbolistas.
Otros, tal vez con una visión más completa del asunto, explican que las abiertas intenciones mercantilistas de los nuevos propietarios han generado una imagen muy visible del fútbol como negocio que no le hace ningún bien al deporte. Además, los fichajes se han encarecido y esto atenta contra la competitividad de las ligas, porque solo los equipos más poderosos—con mayor presupuesto—son capaces de pagar lo que piden los atletas.
Al conocer la adquisición del Arsenal, un lector comentó en un medio digital: “tengo miedo de que el equipo acabe comprando trofeos, en vez de ganarlos”. Ese es un temor que compartimos muchos, no solo con el Arsenal.
Publicado en Cubasí