Estoy seguro de que los miles de seguidores de Pinar del Río comparten una alegría común: su selección, una de las más triunfadoras del béisbol cubano, regresa a la final de la Serie Nacional.
Creo que antes de que se lanzara la primera bola en la edición nombrada “Serie de Oro” ni siquiera los más empedernidos fanáticos pinareños esperaban que su equipo clasificara a los play off. Tenían razones suficientes para desconfiar: el año anterior quedaron fuera de la postemporada; además, no pocas de sus estrellas más importantes de los últimos cinco años decidieron continuar sus carreras lejos de Cuba (desde Alexei Ramírez, hasta Yuniesky Maya, Jorge Padrón y Rafael Valdés).
Realmente la situación era poco esperanzadora en Pinar del Río. Después de la experiencia con Luis Giraldo Casanova, el “Señor Pelotero”, como director, regresaba a la conducción del equipo uno de los mentores más inteligentes del béisbol cubano: Alfonso Urquiola.
Durante 19 años este hombre defendió, con excelentes resultados, la segunda base. Integró en múltiples ocasiones la selección nacional cubana y en 1998 obtuvo su primer gran triunfo al mando de Pinar del Río: ganó la XXXVII Serie, al vencer en el play off final a Santiago de Cuba, en cinco partidos.
Luego Urquiola dirigió a Cuba, en el Mundial de 1998 y los Panamericanos de 1999; sin embargo, no confiaron en él para la Olimpiada de Sídney, en 2000. Allí la Comisión trajo de regreso a Serbio Tulio Borges, un exitoso manager en los setenta y ochenta; pero que llevaba más de una década sin dirigir en Cuba. El resultado ya lo conocemos: una pésima actuación del equipo, quizás la peor de todos los tiempos. Algún tiempo más tarde, Urquiola intentó, sin éxito, clasificar a Matanzas; pero no se le puede pedir peras al olmo.
El regreso de Urquiola a Pinar del Río me parece que fue la decisión más acertada. El veterano directivo logró armar un equipo sin grandes nombres en el pitcheo; pero con jugadores veloces y también de fuerza, como Donald Duarte, William Saavedra, Mijaín Rivera y su gran estrella, el receptor Yosvani Peraza, quien regresaba de una seria lesión en un dedo.
Pinar del Río no tuvo problemas para clasificar, en una zona occidental poco competitiva, en la que el anterior campeón, Industriales, con una selección supuestamente superior a la de 2010, decepcionó a todos. Desde el montículo pinareño Yosvani Torres fue la figura principal; mientras Vladimir Baños—quien lanzó un juego de cero hits-cero carreras—mostró un rendimiento poco estable.
Con el bate en la mano sobresalieron varios peloteros: Duarte (21 HRS, 62 CI); Saavedra (21 HRS, ¡91! CI) y Peraza (20 HRS, 52 CI). Entonces llegaron a los play off, contra Sancti Spíritus. El comienzo fue el peor posible: Torres no aguantó a la fortísima ofensiva espirituana que no paró hasta anotar 17 carreras.
Sin embargo, a partir de ese día Pinar del Río mostró un rostro diferente y el equipo supo venir de atrás, especialmente en el quinto partido, que perdían por 1-5; pero dos jonrones de Saavedra le dieron la vuelta al marcador y dos días más tarde, acabó una vez más el sueño espirituano de acercarse a una final nacional.
Luego, Pinar tampoco era el favorito contra el equipo más completo de la Serie: Cienfuegos. Quizás los cienfuegueros estaban tan confiados que “olvidaron” cómo batear y lo cierto fue que el pitcheo pinareño dominó, sin grandes complicaciones, a la alineación de los Elefantes.
A diferencia de otros managers, Urquiola acertó en el movimiento de sus lanzadores; no abusó del brazo de ninguno ni tampoco improvisó a la ofensiva. Los resultados fueron excelentes y no creo exagerar cuando escribo que Pinar del Río ha sido la mejor selección de una postemporada que me ha dejado un sabor amargo, no solo por la derrota de Villa Clara, sino, especialmente, por el pésimo nivel de la mayoría de los partidos, sobre todo en la zona oriental.
Entonces, tendremos una final inesperada e inédita: Pinar del Río vs. Ciego de Ávila. Por un lado está un equipo que después de tanto tiempo de mediocres resultados en los play off, aprovechó la excesiva confianza de Villa Clara y los múltiples errores de Granma para, finalmente, exorcizar sus demonios. El director Roger Machado tomó decisiones controvertidas que debieron costarle la derrota; pero esta vez sus jugadores sí batearon en el momento oportuno y por eso Ciego ganó la zona oriental.
Del otro lado aparece Pinar, con Urquiola como un director reflexivo, que no juega por “la emoción del momento”, que no pronuncia “frases grandilocuentes” ni tampoco realiza gestos obscenos, ni protesta tontamente cualquier decisión arbitral. Mi favorito es Pinar del Río; aunque, en realidad, no importa cómo termine el play off por el título, me parece que Alfonso Urquiola tiene todos los requisitos para recibir la nunca fácil “tarea” de dirigir a la selección nacional cubana en el — ¿último?—Mundial, en Panamá, y los Juegos Panamericanos de Guadalajara.