La noticia me impactó. Recientemente leí una interesante crónica, escrita por Eddy Martin y publicada en su libro “Memoria a mis setenta y …” en la que narró la muerte del pelotero Julio LeBlanc, después de recibir un fuerte golpe en la cabeza, propinado por el bate esgrimido por Antonio Susini, durante una acalorada discusión en Santiago de Cuba. Esa historia, ocurrida casi un siglo atrás, me pareció muy fuerte y espero investigar un poco más sobre ella para, quizás, realizar un guión de mi programa “Leyendas”, en Habana Radio.
El director de ligas menores de los Bravos de Atlanta, Luis Salazar, no murió; pero de seguro su vida no volverá a ser la misma, después de perder un ojo, por causa del impacto de una pelota, bateada por el receptor de su mismo equipo, Brian McCann.
De acuerdo con los múltiples reportes noticiosos que consulté, Salazar observaba desde el banco un juego de la Liga de la Toronja, en la Florida, entre los Bravos y los Cardenales de San Luis. McCann conectó una fuerte línea de foul que terminó impactando el rostro de Salazar. El ex- jugador de Grandes Ligas, de 54 años, quedó inconsciente y tuvo que ser trasladado, de urgencia, al hospital. Allí le trataron sus diversas fracturas faciales; sin embargo, lamentablemente los doctores no pudieron salvarle el ojo izquierdo.
McCann quedó consternado y no era para menos. “Es una locura. Tan desafortunado. Me siento sin esperanzas”, declaró el receptor. En Cuba recuerdo una historia que pudo tener varios puntos en común con la de Salazar. El santiaguero Alexei Bell recibió un pelotazo, por una fuerte recta, a más de 90 millas, lanzada por el pitcher de Villa Clara Luis Borroto y esto le provocó la fractura del pómulo. Creo que su visión estuvo, en algún momento, en peligro; pero por suerte el brillante jardinero logró recuperarse; aunque le quedó el trauma que le hace reaccionar, a veces con violencia, ante un lanzamiento pegado.
El trauma de Luis Salazar es mayor y podría no terminar jamás.