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La despedida, ahora sí definitiva, de Brett Favre

No fue la mejor despedida para uno de los mariscales de campo de mejores resultados en las últimas décadas y un seguro candidato a ingresar al Salón de la Fama de la NFL. Sentado en el banco—en el que estuvo pocas veces a lo largo de su extensa carrera de 20 temporadas—, con una gorra y la mirada perdida en el terreno de juego, Brett Favre anunció, y ahora sí le creemos, que había llegado la hora de decir adiós.

De acuerdo, ya habíamos escuchado palabras similares en 2008 y 2009. En ambas ocasiones regresó a los estadios, con los Jets de Nueva York y los Vikingos de Minnesota; pero después de una pobre campaña, en la que incluso perdió su increíble récord de 297 aperturas consecutivas—esta marca es irrompible—no creo que nadie se atreva a decir que Favre intentará otro retorno a la cada vez más competitiva—y peligrosa—NFL.

El domingo 2 de enero, todos esperábamos que al menos saliera, una vez más, a recibir el snap y liderar a su último equipo, los Vikingos, a otra remontada, de las que nos acostumbró Favre, en el desafío ante los Detroit Lions. Pero esa etapa ya es parte del pasado. Los Vikingos se despidieron de su desastrosa campaña con una derrota y Favre salió entre aplausos, aunque sin tocar el ovoide. Lástima que las lesiones finalmente hayan dominado al gigante que se repuso, siempre con rapidez, a los más fuertes golpes; aunque con 41 años el cuerpo, lógicamente, no responde de la misma manera.

En realidad, Brett Favre no necesita demostrar nada.  Se retira con un anillo de Súper Bowl, con los Packers, en 1997 y sus números fueron espectaculares: líder en victorias, 186; en yardas, 71 838; en pases de touchdowns, 508; en intentos de pases, 10169; en pases completados, 6300 y también en intercepciones, 336.

¿Mi recuerdo más preciado de Favre? Creo que fue en una derrota. En el Súper Bowl XXIII, en 1998,  el duelo entre John Elway y Brett fue espectacular. El número 4 de los Packers lanzó tres touchdowns y estuvo cerca de ganar otro anillo, pero Elway construyó el drive decisivo que culminó Terrell Davis y dio la corona a los Broncos; no obstante, Favre se lució. Yo tenía 16 años cuando aquello, pero no me canso de mirar las repeticiones de las mejores jugadas de ese desafío. Otro recuerdo, más cercano en el tiempo, fue en el partido de Conferencia de la temporada anterior. Los Vikingos y los Santos de Nueva Orleans llegaron al tiempo extra e inexplicablemente el veterano Favre perdió la sangre fría y lanzó un paso que fue interceptado con facilidad. El resto de la historia la conocemos: Drew Brees condujo a los Santos al título.

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