Jacques Rogge sabía muy bien de qué hablaba cuando le aconsejó al presidente de la todopoderosa FIFA, Joseph Blatter, que realizara urgentemente una amplia investigación. Las acusaciones por supuestas compras de votos no cesaban y si la organización que dirige al fútbol no intervenía, pues quedaría muy dañada su credibilidad antes del proceso eleccionario que determinará las sedes de las próximas dos Copas Mundiales.
Diez años atrás el Comité olímpico internacional (COI), dirigido entonces por Juan Antonio Samaranch, se vio envuelto en un enorme escándalo después que se conocieron los sobornos de empresarios a miembros del COI, para garantizar que Salt Lake City recibiera la sede de los Juegos de Invierno.
La crisis por la comprobada corrupción obligó al COI a tomar medidas drásticas, entre las que estuvieron la prohibición de visitas a ciudades candidatas y la separación de 10 integrantes del ejecutivo, por aceptar regalos. Ahora la FIFA enfrenta una situación similar, pues investigaciones periodísticas revelaron posibles pagos y alianzas para arreglar la votación de la que saldrán electas las sedes de los Mundiales de 2018 y 2022.
El vínculo de la FIFA con los sobornos no comienza este año, pues anteriormente las elecciones de las Copas de Alemania, en 2006 y Sudáfrica, 2010, estuvieron rodeadas de no pocas interrogantes sobre las presiones recibidas por los delegados para colocar su voto, no en el sitio con mejores condiciones, sino en el que más dinero invirtió en “convencer” a los indecisos. Incluso hubo muchísimas dudas con la actuación de Joseph Blatter, en 1998, cuando derrotó al sueco Lennart Johansson y alcanzó la presidencia de la FIFA.
Después que Brasil recibió la Copa de 2014, el propio Blatter se encargó de desechar su idea de la “rotación de las Copas por continentes”. Entonces se abrió una fuerte porfía por acoger la cita de 2018 que aumentó cuando, sorpresivamente, la FIFA anunció que en el mismo día se decidiría también al organizador de la versión de 2022.
Blatter reconoció que determinar en una fecha al organizador de dos Copas tan distantes en el tiempo no fue la mejor. Era evidente el desatino de la FIFA; aunque el presidente fue uno de los que alentó esta “iniciativa”, así que su mea culpa llegó demasiado tarde. Además, los arrepentimientos aparecieron solo luego de la publicación de una serie de grabaciones comprometedoras en las que miembros de la FIFA aceptaban colocar sus votos en el país que les ofreciera mayor cantidad de dinero.
Por la Copa de 2018 compiten Inglaterra—no el Reino Unido—, Rusia y las candidaturas conjuntas de Holanda-Bélgica y España-Portugal; mientras a la edición de 2022 aspiran Qatar, Australia, Estados Unidos y Corea del Sur. ¿Favoritos? Realmente es muy difícil establecerlos y serán los 24 miembros del Comité Ejecutivo de la FIFA los que seleccionen a los supuestos “mejores candidatos”; aunque, por ejemplo, para 2022 Blatter ya dijo que el retorno del Mundial a la península coreana sería una forma de alentar a la paz allí; pero en ningún momento se le ocurrió sugerir que Corea del Norte podría albergar ni siquiera un desafío de esa Copa.
De acuerdo con las normativas de la FIFA, ninguna de las partes implicadas con candidaturas puede establecer negociaciones o colaboraciones que indiquen una parcialización en el voto; sin embargo, una investigación del diario británico “The Sunday Times” reveló que el estatuto no se estaba cumpliendo.
Dos periodistas se hicieron pasar por representantes de un grupo de empresas que buscaban “comprar” el apoyo a la candidatura estadounidense. Con cámaras de video ocultas, ellos se acercaron a Amos Adamu, de Nigeria, y Reynald Temarii, vicepresidente de la FIFA y presidente de la Confederación de Oceanía. Ambos eran miembros del Comité Ejecutivo y, por tanto, tendrían el poder del voto.
Los periodistas lograron encausar la conversación por los caminos deseados y finalmente obtuvieron lo que buscaban: Adamu pidió 790 mil dólares que debían ser depositados en su cuenta personal y, una vez que estuvieran allí, los utilizaría para “construir campos de fútbol en Nigeria”; mientras Temarii exigió 2,3 millones, con el objetivo de “fundar una academia de deportes en Nueva Zelanda”. Él fue más allá y sugirió que el pago debería ser rápido, pues estaba abierto a nuevas ofertas y que ya otros candidatos se habían aproximado con propuestas que sobrepasaban los 10 millones de dólares.
El impacto de las revelaciones del “Sunday Times” fue enorme. La Comisión de Ética de la FIFA suspendió temporalmente a los dos hombres y abrió una investigación para aclarar si había más implicados en los sobornos. No obstante, la tormenta no había terminado y días más tarde se esparcieron rumores de un posible arreglo entre las Federaciones de España y Qatar para intercambiar el apoyo a sus candidaturas. Esto también está prohibido por la FIFA; aunque, como era de esperarse, fue negado con vehemencia por directivos de las dos federaciones.
¿Se conocerán los resultados de las pesquisas? ¿Llegarán al fondo del asunto? Revelar un escándalo de proporciones gigantescas minaría la credibilidad del negocio FIFA, por lo que tal vez un acuerdo interno parezca una solución “más razonable”.
En la llamada telefónica, Rogge le sugirió a Blatter que adoptara medidas para limpiar lo más posible el prestigio de la FIFA. Probablemente el multimillonario suizo le haga caso; sin embargo, ni expulsiones, ni conferencias de prensas en las que ejecutivos aseguren que el problema quedó resuelto, ni la reducción de viajes a las ciudades candidatas podrán eliminar las miradas suspicaces, los comentarios mordaces y las dudas sobre la limpieza del proceso para elegir a las sedes de las Copas. No cuando todos conocen cuántos millones de dólares representa acoger a un Mundial de fútbol.
Publicado en Cubasí
Miguel…vivimos en un mundo material donde el dinero forma una parte importante del mismo….po eso..donde quiera hay elementos sobornables…..poderoso caballero…Don Dinero!